Javier Arjona | 14 de abril de 2019
En abril se ha iniciado un carrusel de campañas electorales con cerca de medio centenar de partidos.
Mientras los ejércitos napoleónicos derrotaban a las tropas españolas en una Guerra de Independencia que marcaba el inicio de la España contemporánea, en septiembre de 1810 un grupo de diputados, reunidos en la gaditana Isla del León, se habían erigido como depositarios de la soberanía nacional. Aquellas Cortes Constituyentes elaboraban la primera Constitución de la historia, y el debate se llevaba a cabo entre diferentes grupos políticos. Aunque no existían todavía los partidos como tales, sí había ciertas tendencias ideológicas entre aquellos pioneros de nuestra democracia actual.
Por un lado, estaba la corriente absolutista, que buscaba conceder al monarca una suerte de poder absoluto sin restricciones según el modelo del Antiguo Régimen. Por otro, el grupo de los moderados, liderados por el ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, que otorgaba la soberanía nacional a las Cortes y al monarca de manera compartida, y, por último, los liberales de Dionisio Alcalá Galiano o el conde de Toreno, que acabaron imponiendo sus tesis tras arduas negociaciones y que establecían que la soberanía nacional descansaba en las Cortes.
Aquella Carta Magna promulgada en Cádiz el 19 de marzo de 1812, en pleno cerco de las tropas francesas, estuvo vigente hasta el regreso de Fernando VII de su exilio dorado en Valençay. Tras recibir en Valencia el Manifiesto de los Persas, el rey derogaba «la Pepa» en 1814 y restablecía los principios básicos del Antiguo Régimen. Tuvieron que transcurrir seis años hasta que el Pronunciamiento de Riego en Cabezas de San Juan hiciera que el rey se viese obligado a transitar por la senda constitucional.
Arrancaba el denominado Trienio Liberal, en el que empezaron a perfilarse las familias que pronto darán lugar a las primeras formaciones políticas. Las dos grandes tendencias eran los moderados o doceañistas, herederos de la Constitución de Cádiz, y los exaltados o veinteañistas, más radicales en su concepción liberal y partidarios de una nueva Constitución más progresista, al considerar que la revolución liberal era un proceso todavía inacabado.
Tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, comandados por el duque de Angulema en abril de 1823, el país volvió a sumirse en el absolutismo. No hubo cambios en las tendencias políticas liberales durante esta Década Ominosa, pero sí se produjo una escisión entre las filas absolutistas. Por un lado, estaban los reformistas, que buscaron suavizar sus postulados para rebajar la tensión política, y, por otro, los apostólicos o ultras, que defendían una completa restauración del Antiguo Régimen y que encontraron una cabeza visible en la figura de Carlos María Isidro, hermano del monarca, que, tras el nombramiento de su sobrina Isabel como princesa de Asturias, iniciará el movimiento carlista.
#TalDiaComoHoy en 1823 fuerzas francesas conocidas como los Cien Mil hijos de San Luis al mando del duque de Angulema se apoderan del fuerte de Trocadero en Cádiz. Este hecho permitiría la restauración del absolutismo durante la llamada Década Ominosa. pic.twitter.com/Tqo5y5oV3x
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En la recta final del reinado de Fernando VII, aquellos moderados forjados en el Trienio Liberal acercaron sus posturas a los reformistas, y juntos se decantarán por la candidatura de la futura Isabel II al trono español, apoyando la regencia de María Cristina de Borbón al morir el monarca. Así pues, aparecen en este momento tres tendencias políticas; dos de ellas de corte liberal, moderados-reformistas y exaltados, ambas defensoras de la línea dinástica isabelina, y una tercera de corte absolutista posicionada a favor de Carlos María Isidro.
Durante la Primera Regencia se promulgó el denominado Estatuto Real de 1834, un sucedáneo de Constitución a modo de concesión otorgada por la corona. En ese mismo año surgen por primera vez en la historia de España los partidos políticos, tras formarse el Partido Moderado como evolución natural de la corriente doceañista o moderada, ya integrada por los absolutistas reformistas. Tan solo un año más tarde, en 1835, se funda el Partido Progresista a partir de los liberales veinteañistas o exaltados. La corriente absolutista apostólica o ultra no tendrá inicialmente representación política, aunque conformará la columna vertebral del carlismo.
El Partido Moderado fue fundado por el dramaturgo y político Francisco Martínez de la Rosa, quien, tras sustituir en el Gobierno al absolutista Francisco Cea Bermúdez, se convirtió, en enero de 1834, en el primer presidente del Consejo de Ministros. Por su parte, el Partido Progresista nacía en torno a la figura de Juan Álvarez Mendizábal, político y hombre de negocios llamado por la regente para presidir el Ejecutivo en septiembre de 1835, tras las revueltas liberales que tuvieron lugar en el verano de aquel mismo año.
En el periodo entre 1834 y 1858 hubo alternancia en el poder entre ambas formaciones políticas, y ese modelo no cambió con la subida al trono de Isabel II en 1843, tras la regencia del general Baldomero Espartero. La Constitución de 1837, que reconocía la soberanía nacional heredada de Cádiz, fue impulsada por el Partido Progresista y marcaba la pauta para la alternancia entre los dos partidos políticos. Pocos años después, el Partido Moderado elaboraba la Constitución de 1845, suavizando la anterior con un modelo de soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
Aunque estas primeras formaciones políticas poco tenían que ver con los partidos actuales, ya se pueden empezar a atisbar dos modelos diferenciados. Por un lado, el Partido Moderado, de corte más conservador en lo tocante al papel de la corona o al ámbito más restringido del sufragio censitario, y, por otro, el Partido Progresista, partidario de una soberanía nacional y defensor de una idea más moderna en relación al desarrollo social de España. De alguna manera, empezaban a surgir las ideologías de derecha e izquierda en aquel primer estadio democrático del siglo XIX.
El objetivo del Pacto de San Sebastián era poner fin al reinado de Alfonso XIII y dar paso a la república.
Alejandro Rodríguez de la Peña
Podemos encontrar principios legitimadores en la conquista militar de América.