César Cervera | 14 de diciembre de 2019
La afirmación de que España se equivocó de Dios en el Concilio de Trento es falsa. Es un mito considerar la Revolución científica como una consecuencia directa de la Reforma protestante.
Según la tradición más afrancesada, España se equivocó de Dios en el Concilio de Trento (1545) al escoger a una deidad atrasada, poco proclive a la ciencia y el capitalismo, frente a un dios protestante que representaba una visión cosmopolita del mundo y cuyo individualismo, lejos de hilar con el nazismo y otros totalitarismos, propiciaba a gentes más hechas a los negocios. La afirmación es gravemente falsa por tres razones.
Primero, porque si España se alineó con el catolicismo es justo porque sus enemigos se habían hecho protestantes por oposición a lo que representaba este imperio. Desde la Inglaterra anglicana, los rebeldes calvinistas de Holanda o los luteranos alemanes que se habían levantado en tiempos de Carlos I de España, todos estos movimientos religiosos tuvieron en común que usaron el incipiente nacionalismo de esos países para debilitar el poder de los Habsburgo en Europa. Que España se hubiera colocado del lado de sus enemigos es como si EE.UU. se hubiera hecho socialista en plena Guerra Fría. Es más, si el Imperio español hubiera escogido no acudir a Trento e ir, en cambio, por ejemplo a Ginebra, donde en esas fechas Calvino estaba chamuscando a todos los que no pensaban como él, a abrazar esas nuevas y modernas religiones, lo más probable es que los nobles de Holanda o Alemania se hubieran hecho otra vez católicos.
Segundo, porque no existen religiones más o menos atrasadas. Postular algo así es un tipo de discriminación muy grave, lo que parece ser evidente cuando hace referencia a todas las religiones, salvo cuando el sujeto de la frase es el catolicismo. Si cualquier persona se atreviera a decir públicamente que los judíos se equivocaron de dios en el Jerusalén del siglo I o los musulmanes en el siglo XX, no habría cueva donde esconderse ante lo ofensivo de suponer que toda una raza o una iglesia arrastra un pecado de base que ha lastrado su desarrollo por cuestiones teológicas.
Desde luego, las religiones influyen en la configuración de las sociedades y facilitan que los países se decanten por un camino u otro, pero hay muchos más factores, sobre todo económicos, para explicar el auge y la caída de los imperios. Cuando España vivió sus siglos más imperiales era, gracias o a pesar de la religión de sus habitantes, una superpotencia económica, militar, cultural y científica que, como la Antigua Roma, Bizancio, el Imperio otomano y otras entidades que estaban por venir, se vio desgastada y superada por potencias emergentes con el transcurso de los años. Pues todo lo que sube tiene que bajar en algún momento, como bien puede confirmar EE.UU., a punto de ser reemplazado en su hegemonía mundial por países no cristianos como China o la India, y no solo a nivel económico, también militar y de influencia cultural.
La revolución científica se produjo independientemente de la reforma protestante, si esta no hubiese existido los logros científicos hubieran sido los mismosDavid Wooton, historiador
Y en tercer lugar, es una estupidez la idea de que España escogió un Dios acertado o equivocado en Trento, porque es un mito considerar la Revolución científica como una consecuencia directa de la Reforma protestante. Existe una correlación temporal entre ambos acontecimientos, la publicación del monje católico Copérnico de su Commentariolus, planteando el modelo heliocéntrico y la reforma luterana que empezó en 1517. Pero no causal. Como señaló el célebre historiador de la ciencia David Wooton en un artículo en la revista Nature, en 2017, titulado «History: Science and Reformation», «la revolución científica se produjo independientemente de la reforma protestante, si esta no hubiese existido los logros científicos hubieran sido los mismos».
La prueba de ello es que hubo grandes científicos católicos, como Copérnico, Galileo, Pascal o Mendel, sin que nacer a un lado o a otro de Europa garantizara un camino de rosas a los descubridores. Porque tampoco es cierto que los protestantes fueran más permeables a ciertos descubrimientos. En España gozó de gran prestigio la obra de Copérnico y la Universidad de Salamanca la consideró de obligatoria lectura, mientras esta era prohibida en las Universidades de Zúrich (1553), Rostock (1573) y Tubinga (1582), entre otras en territorios protestantes. Calvino llegó a atacar al polaco por osar colocarse por encima del Espíritu Santo.
Tampoco es posible trazar una interrelación entre el desarrollo del protestantismo y el del capitalismo, entre otras cosas porque casi todos los expertos coinciden en que el capitalismo más temprano ya estaba presente en algunas ciudades comerciales de la Italia tardomedieval. En materia económica, ni Lutero (radicalmente en contra de la usura) ni Calvino aportaron ideas económicas distintas a otros pensadores anteriores. Más bien al contrario, fueron autores católicos de la Segunda Escolástica, fundamentalmente españoles, quienes evolucionaron hacia posiciones mucho más tolerantes con el liberalismo económico y alejadas de la tradición tomista.
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