Carlos Gregorio Hernández & José Luis Orella | 18 de mayo de 2020
Un programa especial del pódcast «El Debate de la Historia» que contextualiza y pone en valor el papel de Juan Pablo II durante los últimos 25 años del siglo XX.
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El pontificado de Juan Pablo II trasciende la esfera religiosa. Su figura y su discurso provocaron el impulso de una serie de cambios históricos que pasan por la democratización de Polonia hasta el debilitamiento moral e intelectual de la Unión Soviética. Carlos Gregorio Hernández y José Luis Orella, profesores de la Universidad CEU San Pablo, protagonizan esta conversación en la que contextualizan y ponen en valor el papel del Papa durante los últimos 25 años del siglo XX.
A continuación, ofrecemos un extracto de ese diálogo, que puedes escuchar completo en el pódcast El Debate de la Historia, disponible en iVoox, Spotify, Apple Podcast y YouTube.
Podemos empezar contextualizando la llegada de Karol Wojtyla al Vaticano: se convierte en Papa un cardenal que llega desde un país controlado por la órbita soviética.
Carlos Gregorio Hernández: Juan Pablo II es Papa desde 1978 e inicia uno de los pontificados más largos de la historia de la Iglesia. Y lo hace en un momento de la Guerra Fría en el que están sucediendo muchas cosas: el final de la guerra de Vietnam, el comienzo del conflicto en Afganistán por parte de la Unión Soviética, el cambio de presidencia en Estados Unidos con la llegada de Ronald Reagan, y en Reino Unido con Margaret Thatcher.
No deja de ser un Papa que viene de la Europa del Este, el primero polaco de la historia y el primero no italiano en muchos siglos, algo que provoca que sea mirado con suspicacias.
José Luis Orella: Al no ser italiano y no proceder de esa burocracia de la Secretaría de Estado Vaticana, rompe con un perfil que en los últimos años estaba marcado por una misión de gobierno en la alta esfera católica. Juan Pablo II rompe con esto por muchas vertientes. Es el arzobispo de Cracovia, un hombre pastoral y que pertenece al mundo académico de la universidad, un hombre que ha tenido experiencia como obrero y conoce el mundo del trabajo y la industria… y, además, cuando sale elegido Papa es alguien que se había formado en Italia, recorrió Francia y Bélgica, visitó Estados Unidos como cardenal… Una persona muy joven, pero que tenía muchas cualidades para adaptarse a los retos que podían venir.
Juan Pablo II pone fin a la “Iglesia del silencio”, como se denominaba en los países del EsteJose Luis Orella
¿Cuál era la situación de la Iglesia en Polonia cuando Juan Pablo II se forma como sacerdote hasta llegar a obispo?
J.L.O.: Es una Iglesia que ha sufrido los dos totalitarismos: el nazismo y el comunismo. Vivió la represión de esas dos tiranías. Karol Wojtyla lo vivió y supo adaptar su discurso al discurso de la defensa de la persona humana, sabe cómo responder a los planteamientos que pretenden construir una sociedad sin Dios.
Él es uno de los hombres del Concilio Vaticano II, conoce ese proceso de adaptación a una nueva realidad. Había sabido calibrar cómo debía adaptarse la Iglesia a lo que iba a venir sin perder su sustancia. Convoca un sínodo en Cracovia, al que acuden miles de persones para conformar ese modelo de Iglesia, y sin interferencias ni saboteadores del Gobierno, algo que no ocurrió en otros países. Juan Pablo II está orgulloso de las raíces de la Iglesia y sabe reconducirlas a partir del Concilio Vaticano II sin que eso signifique un proceso de ruptura.
C.G.H.: Juan Pablo II vive todo el proceso de la Segunda Guerra Mundial cuando se está formando, entra en el seminario de forma clandestina y se ordena sacerdote en el año 1946. Cuando llega a ser obispo, en 1958, hay que tener en cuenta que toda la Europa del Este ha iniciado un movimiento de rechazo contra la URSS, que se vio frustrado a partir de la batalla de Budapest.
Una vez elegido Papa, el vínculo con Polonia pervive, incluso escribe una obra que defiende esa identidad y señala que es posible conciliar la identidad católica con la identidad nacional que todos tenemos. Y Polonia, gracias al papa Juan Pablo II, puede enfrentar la falta de independencia que tenía.
Dos años después del inicio del pontificado de Juan Pablo II, en 1980, se produce en Polonia una huelga en los astilleros de Gdansk, que dará paso a la creación del sindicato Solidaridad, clave para entender el proceso que llevó a Polonia hacia la democracia.
J.L.O.: Solidaridad empezó siendo un sindicato clandestino y en muy poco tiempo se convierte en un movimiento que agrupa a 10 millones de personas, dentro de una Polonia con 36 millones de habitantes, es decir, que hasta miles de comunistas eran afiliados. Un movimiento que unió la afinidad de diferentes segmentos sociales y que reivindicaba la restauración de unas libertades y una soberanía. Pero con una diferencia -y aquí es donde se nota la influencia de Juan Pablo II-: la reacción es pacífica. Juan Pablo II pone fin a la «Iglesia del silencio», como se denominaba en los países del Este. Juan Pablo II rompe ese silencio y pone voz a la Iglesia.
Por otro lado, la Iglesia se convertirá en un apoyo logístico para Solidaridad. Cuando el sindicato recibe los golpes de la represión, se convierte en guardería, distribuye ayudas económicas a las familias de los detenidos…
C.G.H.: Solidaridad es un sindicato clandestino al margen del Gobierno que hace mella en el sindicato oficial. Se crean redes capaces de retar al Estado poco a poco. Las huelgas se suceden hasta el mismo año 88 que, siendo aún clandestino, confronta con el sindicato oficial y tiene ciertas libertades. Es algo peculiar en la Europa del Este.
Su protagonismo a la hora de demoler moralmente esa panoplia de regímenes sometidos a la URSS es muy relevanteCarlos Gregorio Hernández
Se habla de Juan Pablo II como gran protagonista en la caída de la URSS, junto al presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, y la primera ministra Margaret Thatcher, de Reino Unido. ¿Es una simplificación histórica?
C.G.H.: Juan Pablo II es un referente anticomunista y ahí tendrá a sus costados a Ronald Reagan, Margaret Thatcher y a otros líderes conservadores. Su protagonismo a la hora de demoler moralmente esa panoplia de regímenes sometidos a la URSS es muy relevante. Sus viajes y sus mensajes son muy importantes y hay que darle relevancia, porque hay que recordar que la caída de la URSS se produce por la implosión de un sistema, no por un enemigo externo. El sistema bolchevique se horada a sí mismo.
J.L.O.: También hay que entender la importancia de Polonia en esa órbita comunista, con su gran masa demográfica pero con un sistema que, siendo un régimen totalitario, es de los más débiles. Ronald Reagan, como líder de Estados Unidos, tiene un cambio de actitud que favorece al debilitamiento de la URSS, pero no cabe duda de que la fuerza que tiene la presencia de la Iglesia católica en Polonia favorece al desgaste del eslabón más débil y que arrastra al resto de países.
La embajadora de Polonia en España recuerda la figura de san Juan Pablo II y su capacidad para hacer creer a su país que las cosas podían cambiar.
Uno de los símbolos de la Guerra Fría que cayó de forma inesperada.