Antonio Miguel Jiménez | 19 de mayo de 2019
Josiah Osgood ofrece una interesante propuesta sobre cómo Roma se convirtió en la civilización por antonomasia del mundo occidental.
Una de la cuestiones históricas más debatidas por la historiografía de la Antigüedad, y que aún se encuentran en la palestra del debate historiográfico, es la del triunfo de Roma sobre todos los entes políticos que con esta rivalizaron. Esta cuestión es de vital importancia para entender el devenir de lo que conocemos como civilización occidental.
Roma. La creación del Estado mundo
Josiah Osgood
Desperta Ferro
376 págs.
24.95€
Muchas han sido las respuestas al porqué del triunfo de Roma: su privilegiada situación geoestratégica, su complejo sistema político, su increíble aparato administrativo, su incontestable poder militar, su mentalidad y sus costumbres, su demografía, su climatología, y un largo etcétera. Seguramente la respuesta más certera a dicha cuestión sea que todo ese conjunto de variables fue uniéndose, poco a poco, en un intrincado y perfecto engranaje, que terminó por situar a Roma en la cúspide del mundo antiguo, y poniendo los pilares de una sociedad que marcaría de manera indeleble el futuro de la humanidad.
Según expone Josiah Osgood, profesor de Clásicas de la Universidad de Georgetown (Washington DC, EE.UU.), en su ensayo recientemente publicado en castellano por Desperta Ferro Ediciones Roma. La creación del Estado mundo (2019), hubo unos años concretos en que la Ciudad Eterna pasó de ser un “poder más” del Mediterráneo a ser “el poder” del Mediterráneo: el periodo comprendido entre los años 150 a.C. y 20 d.C.
El planteamiento de Osgood se basa en que la sociedad romana experimentó sus cambios internos y externos más significativos en esta horquilla de 170 años, periodo que concibe como un continuum en el que se fraguó el “Estado mundo”, evitando la típica (y tópica) dicotomía entre el sistema republicano hasta el 27 a.C. y el sistema imperial desde esa misma fecha.
Aunque dicha interpretación de que los hechos más determinantes en el desarrollo de la sociedad romana tuvieran lugar en ese periodo es algo opinable y sanamente criticable, sí creemos oportuno que hay que suscribir la postura de Osgood al plantear la cuestión de la ruptura de los desfasados periodos estancos en la historia romana. Como ya apuntaba magistralmente Ronald Syme en su genial obra La revolución romana, el periodo augústeo no fue sino la lógica consecuencia del periodo de Pompeyo y César, que a su vez lo fue del de Mario y Sila. Roma no se fue a dormir un día republicana y amaneció imperial al día siguiente. De hecho, esa periodización escolar no tiene equivalencia en la realidad.
Pero, ¿a qué se refiere Osgood con “la creación del Estado mundo”? Para resumir lo más posible, podríamos decir que es el proceso por el cual Roma crea y emplea los mecanismos para convertirse en la única potencia del Mediterráneo, y da el paso de potencia dominante a superpotencia. Así, en época del emperador Augusto, ya no habría en el Mare Nostrum otros rivales, quienes pasarían a estar en los limites (fronteras) exteriores: los limites Rin-Danubio y Tigris-Éufrates principalmente.
Así, en ese proceso de creación del Estado mundo, Osgood desgrana de manera sencilla, a modo de ensayo y sin aparato crítico, los principales hechos sociopolíticos, económicos, militares y culturales que contribuyeron a la creación de dicho Estado mundo: la cuestión agraria y los hermanos Graco, la integración de los itálicos en el poder romano, las guerras serviles, el desigual reparto de riquezas generadas por la expansión, la fundación de colonias romanas y latinas, el surgimiento del potente colectivo formado por comerciantes, prestamistas y cobradores de impuestos, la administración provincial, la formación de facciones políticas en la urbe, las guerras civiles, etc.
La creación del Estado mundo es el proceso por el cual Roma crea y emplea los mecanismos para convertirse en la única potencia del Mediterráneo
Hay que destacar especialmente la importancia que Osgood da a la cuestión de la participación itálica en la consolidación del poder romano, ya que suele ser una cuestión obviada en las obras de carácter no académico pero que entraña una importancia crucial para la buena comprensión del mundo romano, y que en este volumen de alta divulgación encontramos muy bien tratado.
Mucho más podríamos decir. Para sintetizar, señalaremos que Josiah Osgood ofrece en esta obra una interesantísima propuesta sobre cómo Roma se convirtió en la civilización por antonomasia del mundo occidental, siendo capaz de adaptar su sistema organizativo a una escala mundial de la que hoy nosotros somos herederos.