Antonio Miguel Jiménez | 24 de junio de 2019
Una obra que sigue siendo imprescindible a la hora de estudiar los últimos años de la República romana.
Hay que empezar señalando la importancia que tiene para los estudios sobre la antigua Roma la obra cuyo 80º aniversario se conmemora este 2019. La revolución romana, publicada por el clasicista sir Ronald Syme en 1939, marcó un hito en los estudios y en la concepción de los llamados últimos años de la República romana.
La revolución romana
Ronald Syme
Crítica
736 págs.
25,90€
La época de Sila, Pompeyo, Cicerón, César, Antonio y Octavio es, sin duda, la que más ha atraído la atención tanto de historiadores como del público en general. No hay más que acudir a expresiones del imaginario popular contemporáneo para confirmarlo: la saga literaria de Colleen McCullough, los archifamosos cómics de Astérix de Uderzo y Goscinny, o la más reciente serie Roma, de la productora HBO. En estos variados soportes lo que se intenta transmitir al público es el periodo concreto de la República tardía.
Pero, ¿por qué tiene tanta importancia esta obra? En primer lugar, por la frescura que en su momento significó (y sigue significando) la publicación de una obra sobre el acceso de Augusto al poder en la que este no es tratado hagiográficamente. La tesis principal de Syme radica en que Augusto no fue sino el oportunista más hábil de todos los que se acercaron al poder supremo en Roma desde la cuasi dictadura de los años 60 a.C. de Pompeyo Magno. Y, en segundo lugar, porque Syme consiguió una obra de primera categoría alejándose del academicismo de la época.
Uno de los elementos idiosincráticos de la obra, cuya certeza parece incuestionable, es que el ascenso de los totalitarismos en la política de Europa occidental y Rusia en los años 20 y 30 influyó determinantemente en la obra de Syme. Este llevó a cabo un ejercicio interpretativo relativamente sencillo (y muy útil a veces, aunque con precaución) que podríamos llamar “paralelo histórico”, una adaptación del “paralelo etnográfico”.
El paralelo etnográfico nació al abrigo de los estudios antropológicos y etnográficos del siglo XIX, y su finalidad era arrojar luz sobre las costumbres y formas de vida, organización, etc. de poblaciones antiguas mediante el estudio de los usos y costumbres de comunidades existentes aún que se habían mantenido inalteradas durante siglos (como, por ejemplo, comunidades de la Polinesia o de ciertas zonas de África).
De la misma manera, el paralelo histórico pretende aumentar las posibles interpretaciones de hechos históricos antiguos, cuyas fuentes son muy escasas y sesgadas, como es el caso de las Res Gestae Divi Augusti (Hechos ilustres del divino Augusto) para el tema abordado por Syme, mediante su comparación con hechos históricos cuyo parecido sea razonable (ascenso de los líderes totalitaristas del s. XX). Salvando considerablemente las distancias, pero comparando sus vidas, Augusto y Lenin (a más de uno le dará un pasmo al leer esto) tienen bastantes más elementos en común de lo que a muchos investigadores les gustaría reconocer. Otro de los paralelos históricos que más ocuparon la palestra historiográfica tras la Segunda Guerra Mundial fue la comparación de este conflicto con la Segunda guerra púnica entre Roma y Cartago (218-202 a.C.).
En el principio, los reyes gobernaron Roma, y al final, como estaba prescrito por el hado, se volvió de nuevo a la monarquíaRonald Syme, La revolución romana
Pero la obra de Syme no solo es fresca por su interpretación rupturista con la falaz santificación augustea y sus teorías novedosas sobre el final de la República, sino también por romper en cierta manera con el academicismo exacerbado que estaba rozando la paranoia en las primeras décadas del siglo XX y al que, por cierto, se ha regresado con una fuerte virulencia. Los aparatos críticos que superan en extensión al texto principal, los apartados bibliográficos indecentemente largos, la falta de originalidad enmascarada por la excusa de las referencias a especialistas…
En La revolución romana Syme cita eminentemente fuentes, a las que interpreta de manera crítica, y solo se apoya en obras modernas o anota al pie cuando es muy necesario hacerlo, lo que hace de su obra un volumen legible para todo el mundo. Pese a lo cual, pocos pueden decir, por mucho que citen y engorden sus apartados bibliográficos, que conocen la prosopografía de las gentes (familias amplias, clanes) de la Roma del siglo I a.C.
En definitiva, una obra necesaria y fundamental, en su momento y en la actualidad, que rompió moldes inservibles mediante su planteamiento teórico y su forma de exponerlo. Y ello lo demuestra el que, desde su primera publicación en 1939, La revolución romana no haya dejado de editarse y de citarse. Puede catalogarse como una obra básica para adentrarse en la historia de Roma, especialmente en la República tardía.
Josiah Osgood ofrece una interesante propuesta sobre cómo Roma se convirtió en la civilización por antonomasia del mundo occidental.