Antonio Miguel Jiménez | 24 de junio de 2021
Los bosques de Fleurus sirvieron de parapeto natural para que el temible Tercio Viejo de Nápoles venciese a las fuerzas mercenarias de los rebeldes neerlandeses. Al mando de las fuerzas de la Monarquía Hispánica, el bisnieto del legendario Gran Capitán.
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Entre 1618 y 1648 la guerra se adueñó de manera incuestionable de Europa. El gran conflicto, denominado posteriormente Guerra de los Treinta Años, no tuvo parangón hasta el momento, y no lo tendría hasta las Guerras napoleónicas. Además, en paraleo a esta gran contienda, tuvieron lugar otros conflictos que, o venían de antes, como la Guerra de los Ochenta Años en los Países Bajos (1568-1648), o habían comenzado durante el conflicto, como la Guerra franco-española (1635-1659). La batalla que aquí nos ocupa, la de Fleurus, se encuentra a caballo entre la Guerra de los Ochenta y la de los Treinta Años: más adelante explicaremos por qué. En cualquier caso, hay que entender el contexto en que tiene lugar: una Europa en armas.
Por otra parte, hay que hablar de los ejércitos mercenarios, es decir los contingentes contratados ex professo para un conflicto determinado por quien pudiera pagarlos, y que eran el pan de cada día en la Europa moderna. La profesión militar siempre tendría salidas en una Europa como la de los años 1618 a 1648. Pero –y permítaseme la licencia– ¿y si la parte contratante despedía a la parte contratada? ¿Qué hacía un ejército mercenario cuando se quedaba «sin empleo»? Pues seguramente lo que el lector está pensando: ponerse rápidamente a buscar quien le contrate. Y como decíamos antes, en la Europa de la época no faltaban pagadores para un buen contingente de mercenarios.
Johann Tserclaes, más conocido como el conde de Tilly, comandante de los ejércitos de la Liga Católica Alemana, se mostró un enemigo mucho más tenaz de lo que había imaginado Federico V, el elector palatino, quien aceptara en 1619 la Corona bohemia de manos de los rebeldes protestantes desafiando abiertamente la autoridad imperial. Tras una desastrosa campaña de las fuerzas protestantes, Tilly sitió una de las ciudades más importantes del electorado, la ciudad de Heidelberg, en el Bajo Palatinado, y Federico mandó a liberar la ciudad a dos capitanes mercenarios con sus contingentes a sueldo: Ernesto de Mansfeld y Cristian de Brunswick, dos personajes curiosos, además de avezados militares. Pero las fuerzas mercenarias de Mansfeld y Brunswick fallaron. En respuesta a su fracaso, Federico rescindió su contrato con ellos, y las tropas se quedaron sin cobrar. En julio de 1622 la tropa mercenaria se quedaba sin empleo.
Pero como ya hemos dicho, en la Europa del siglo XVII nunca había paro en el sector de las armas. Al poco de quedar desempleado el contingente mercenario, los rebeldes neerlandeses, principales enemigos de la Monarquía Hispánica desde 1568, no quisieron desaprovechar la oportunidad: enviaron mensajeros a Mansfeld y Brunswick y, tras un acuerdo, fueron contratados para luchar por la causa rebelde neerlandesa.
En aquel momento, las tropas españolas en los Países Bajos, comandadas por Ambrosio Spínola, se encontraban asediando la ciudad de Bergen-op-Zoom, en el estuario del Escalda, y a unos 38 km al este, cerca de Breda, comenzaban a reunirse las tropas rebeldes neerlandesas. Las fuerzas de Spínola, compuestas principalmente por Tercios Viejos, eran capaces de vencer a las fuerzas neerlandeses sin necesidad de levantar el asedio, y los líderes rebeldes lo sabían. Por ello, las instrucciones a Mansfeld y Brunswick fueron claras: dirigirse hacia Bergen-op-Zoom desde el sur y romper el sitio, cortando, además, una posible retirada de las tropas de Spínola hacia Amberes, a 35 kilómetros al sur.
En cuanto se supo que una gran fuerza mercenaria se dirigía a Brabante desde el Bajo Palatinado para atacar a las tropas de Spínola por el sur, se reclamó de inmediato a Gonzalo Fernández de Córdoba y Cardona-Anglesola, comandante de las tropas españolas en el Palatinado y bisnieto del ya por entonces legendario Gran Capitán. Este tenía por delante la difícil misión de cortar el paso al ejército mercenario, en el que, por cierto, había un significativo número de reiters. En efecto, los mercenarios alemanes volvían a jugarse toda la partida a una carta: la potente caballería, esta vez con Cristian de Brunswick a la cabeza. Pero las tropas de la Monarquía Hispánica consiguieron realizar la proeza: cortaron el paso de Mansfeld y Brunswick a tiempo, en una población cercana a Charnoy (Charleroi desde 1666) llamada Fleurus.
Fernández de Córdoba, consciente de mandar un ejército con amplia mayoría de nuevos reclutas valones, y de enfrentarse a una fuerza mercenaria, decidió no arriesgar y se atrincheró en una zona boscosa, con los flancos protegidos por árboles. Entre las verdes y densas defensas apostó a los siempre eficaces arcabuceros y mosqueteros. En el centro la infantería (en torno a 6000 efectivos), y en las alas la caballería (en torno a 2000). Si bien tanto en la infantería como en la caballería había cuerpos veteranos y bisoños, estos últimos eran más numerosos en los jinetes. Por el contrario, dentro de los cuerpos de infantería se encontraba el temible Tercio Viejo de Nápoles, uno de los más antiguos y experimentados de la Monarquía Hispánica.
Al llegar el ejército mercenario a la inmediaciones de Fleurus, no solo se encontró con la fuerza española, sino con que ya había establecido el campo. Con superioridad en hombres (unos 8000 infantes y en torno a 6000 jinetes) y artillería, Mansfeld y Brunswick no lo pensaron dos veces, y ordenaron un avance general, a lo que siguió un ataque rechazado por parte de la caballería valona del ala izquierda hispana.
Visto el traspiés español, Cristian de Brunswick se frotó las manos, y ordenó un ataque frontal con su caballería desde el ala derecha mercenaria, liderando él mismo la carga. Cuando, al acercarse, se dio cuenta de que la posición hispánica era casi imposible de flanquear, no tuvo más opción que cargar contra la caballería del ala izquierda hispánica mientras sus filas mermaban debido a la lluvia de disparos procedente de la arboleda. La carga dio contra la caballería hispánica, que frustró la ruptura de la línea, volviendo grupas Brunswick para repetir la carga, esta vez con mayor ímpetu. Mientras, la infantería mercenaria, liderada por Mansfeld aún estaba llegando a la vanguardia hispánica.
La segunda carga fue mucho más contundente, llegando a poner en problemas a la caballería valona. Pero cuando Brunswick ordenó atacar la línea formada por el Tercio de Nápoles, la situación cambió: la caballería alemana fue frenada en seco por el muro de picas formado por el tercio, y los jinetes comenzaron a caer, mientras los arcabuceros seguían haciendo fuego sobre ellos. En esto, Brunswick fue herido, el cuerpo de caballería se desordenó, y cuando se dieron cuenta los mercenarios estaban siendo superados por las fuerzas hispánicas. Mansfeld y Brunswick no tuvieron otra que retirarse para no acabar con su ejército aniquilado. Ellos, y 3000 efectivos mercenarios, se unirían finalmente a los rebeldes neerlandeses en Breda.
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