Antonio Miguel Jiménez | 27 de julio de 2019
«El camino hacia la victoria», de Douglas Porch, demuestra el valor estratégico del Mediterráneo en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.
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La Segunda Guerra Mundial es, seguramente, el tema histórico que más atrae el interés del público en general, lo que ocasiona que el número de publicaciones sobre el tema sea considerablemente elevado. Ante este mare magnum bibliográfico no cabe otra solución que ser selectivo. Pero dicho hábito es difícil de adquirir sin criterio, y para ello hay que tener ciertos conocimientos tanto historiográficos como editoriales.
El camino hacia la victoria
Douglas Porch
Desperta Ferro Ediciones
704 págs.
29,95 €
Pues bien, el libro que nos ocupa, El camino hacia la vitoria. La Segunda Guerra Mundial en el Mediterráneo reúne esos dos puntos clave. Por una parte, el autor, Douglas Porch, profesor emérito de la Naval Postgraduate School de Monterrey (California), es un consumado especialista en la cuestión del teatro de operaciones mediterráneo durante la Segunda Guerra Mundial, lo que ha demostrado tras numerosísimas publicaciones; por otra parte, el libro no lo trae al castellano otra editorial que Desperta Ferro Ediciones, nombre que se ha convertido en sinónimo de seriedad y calidad.
Dicho esto, hay que comenzar señalando la principal hipótesis del libro: ¿podría haberse ganado la guerra prescindiéndose de la guerra en el Mediterráneo? Esta es la cuestión de fondo en toda la obra de Porch.
A su vez, dicho interrogante hace florecer otros, cada uno más interesante que el anterior: ¿habrían confiado los estadounidenses en los británicos de no ser por sus victorias en el Mediterráneo? ¿Habría vencido Hitler al Ejército Rojo si no hubiera desviado tantos recursos logísticos, armamentísticos y humanos al Mediterráneo en lugar de al Frente del Este? ¿Se habría podido desarrollar satisfactoriamente la operación anfibia aliada de Normandía en junio de 1944 si anteriormente los aliados no hubieran realizado los ensayos de Torch (1942) y Husky (1943) en el Norte de África y Sicilia, respectivamente?
En definitiva, y para no resultar redundante: ¿verdaderamente el teatro de operaciones mediterráneo fue, como creyeron la mayoría de oficiales de la guerra, tanto aliados como del Eje, secundario durante la Segunda Guerra Mundial?
La respuesta de Porch es “claramente, no”. No solo no fue un teatro de operaciones secundario, sino que significó, según el autor, un punto de inflexión en numerosos aspectos para que los aliados ganaran la guerra. Sin ir más lejos, fue la única opción que tenían los británicos de combatir al Eje, primeramente a los italianos, y atraer, así, la atención del auténtico enemigo: Hitler. La otra opción era realizar un desembarco en el continente, y tras lo vivido por la BEF (British Expeditionary Force) en las playas de Dunkerque, eso era precisamente lo último de lo que querían oír hablar los británicos. Además, el teatro de operaciones mediterráneo, un teatro ciertamente difícil y desconocido para los alemanes, otorgó a los británicos y estadounidenses una oportunidad de oro: entrenar a tropas inexpertas.
En efecto, mientras los soviéticos contenían el empuje del grueso de la Wehrmacht, las tropas británicas y de la Commonwealth se encontraban en el Norte de África adquiriendo experiencia de combate, conocimiento del enemigo y un muy valioso esprit de corps que solo puede obtenerse en batalla. Pero el Norte de África no solo sacó lo mejor de la tropa, sino también lo mejor de los oficiales, empezando desde el Alto Mando para Oriente Medio hasta los generales de ejército. Así, el famoso 8º Ejército británico, antagonista del Afrika Korps germano (luego Panzergruppe, y Panzerarmee posteriormente) comandado por Erwin Rommel, pasó por varias manos hasta llegar a las de Bernard Montgomery.
Por otra parte, hay que señalar la agudeza de Porch no solo al analizar las operaciones militares, sus riesgos, posibilidades y consecuencias, sino también a la hora de hacer cuidadosos diagnósticos de los protagonistas del teatro de operaciones mediterráneo. Uno de estos diagnósticos es el del mariscal Erwin Rommel. Este militar visionario, defensor a ultranza de la guerra mecanizada, ha pasado a la historia como el ejemplo del “buen militar alemán”, perfecto estratega y férreos principios. Sin embargo, la realidad, fuera de la propaganda, parece que fue distinta… El militar, que vio en los nazis una oportunidad de ascender que los junkers le habían negado, fue el general protegido de Hitler, y no se apartó de su lado hasta que la caída del Tercer Reich no se hizo manifiesta.
Para finalizar, y señalando que el volumen contiene un horizonte mucho más amplio que la guerra en el Norte de África (como los Balcanes, Creta, Sicilia, Oriente Próximo, etc.), hay que añadir que la capacidad analítica, sintética y narrativa de Porch pone de manifiesto una autoridad sobre el tema a tratar que hace de esta obra un “indispensable” de la Segunda Guerra Mundial.
Antonio López Vega desarrolla en el pódcast los grandes acontecimientos que contextualizan el inicio de la Primera Guerra Mundial.