Antonio Miguel Jiménez | 29 de abril de 2021
Su operación silenciosa a través del río y su resistencia tenaz frente a las fuerzas soviéticas convirtió a los hombres de la División Azul en una fuerza clave en el avance alemán hacia el este.
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El tema de la División Azul es siempre complicado. No porque sea de difícil acercamiento para el investigador, pues la documentación es vasta, sino por la recepción del tema. Podría decirse que la historia de este cuerpo militar, adscrito en el Heer (Ejército) alemán durante la campaña de Rusia es historia non grata para muchos. Lo cierto es que, a nivel de campo al menos, no resulta ser otra cosa que españoles combatiendo, y cuyo desenvolvimiento militar cabe destacar en más de una ocasión. Por eso, lo que aquí nos disponemos a abordar no es más que otro hecho de armas, como hemos venido haciendo: un combate concreto, sus movimientos, las tropas, las órdenes, la metralla y el apoyo artillero, la estrategia y la táctica, etc., ni ideologías ni política.
La División Azul (250.ª División de Infantería) encuadrada en la Wehrmacht, al igual que La Nueve (9.ª Compañía de la 2.ª División Blindada) en el ejército francés, fueron las únicas participaciones españolas en cuerpos oficiales que hubo en la Segunda Guerra Mundial, y solo por ello ambas merecen un estudio serio y alejado de politiqueos baratos y oportunistas, por ambas partes.
El acercamiento entre Franco y Hitler se había producido ya en la Guerra Civil, y se había traducido en un fuerte apoyo en tropas, armas, vehículos y aviones de combate al bando franquista. Franco, a su vez, decidió devolver el favor al führer, aunque de manera mucho más modesta: enviando la llamada División Española de Voluntarios, que se encuadraría en el ejército alemán como la 250.ª División de Infantería.
Tras no pocas andanzas, la División Azul acabó adscribiéndose al Grupo de Ejércitos Norte de la ofensiva alemana, comandado por el mariscal von Leeb, cuyo principal objetivo era la ciudad de Leningrado (hoy San Petersburgo). Pero dentro de este Grupo de Ejércitos, las subdivisiones, agrupamientos y objetivos eran legión. En última instancia, la División Azul se encuadraba en la llamada «Agrupación Von Roques», siendo destinada al sector de la simbólica ciudad de Nóvgorod, que englobaba también la ribera noroccidental del lago Ilmen y el curso del río Vóljov, donde llegaron los divisionarios en septiembre de 1941. Así, en el plan alemán la División de españoles habría de avanzar hacia el este, con el objetivo de tomar la ciudad de Borovichi.
La ofensiva comenzó el 16 de octubre de 1941, encabezada en el sector de Nóvgorod por la 126.ª División de infantería alemana, a la que debía seguir la División Azul hacia el este cruzando el río Vóljov. La 126.ª alemana estableció una cabeza de puente casi imposible de defender en la orilla oriental del río, ya que los efectivos soviéticos seguían intactos. A pesar de ello se mandó avanzar a los efectivos españoles. El plan era que, mientras varios regimientos de la División realizaban una operación de diversión en la parte norte del sector, el ataque principal caería en la parte sur, donde se lanzarían dos ofensivas. El objetivo final de la operación: abrirse paso hacia Borovichi.
El 18 de octubre el Estado Mayor de la División Azul comunicaba el detallado plan a las unidades, ordenando el general Muñoz Grandes al coronel Martínez Esparza cruzar el río. El día 19 los españoles comenzaban las operaciones, y el 2.º Batallón del 269.º Regimiento, con el comandante Miguel Román al mando, cruzaba el Vóljov por la población de Udarnik, en la parte norte del sector. En esa zona el río contaba, nada más y nada menos, con 300 metros de anchura, lo que equivalió a más de 10 minutos de travesía del batallón en lanchas neumáticas en las que cabían unos 8 hombres. De nuevo, como ocurría en los canales del Escalda en torno a Amberes durante los siglos XVI y XVII, los españoles volvían a los ataques sorpresa a través del agua.
La operación fue ejecutada en el más absoluto silencio, sin cobertura alguna, para mantener el factor sorpresa del ataque. Cuando los soviéticos quisieron darse cuenta, los soldados se les echaron encima. Los combates fueron duros, pero al final los españoles se hicieron con la posición de manera rápida y eficiente, y establecieron una cabeza de puente a la que bautizaron como «Capitán Navarro», en honor al primer oficial caído en combate, en torno a una loma.
La mitad estaba hecha. A partir de ese punto, la misión pasaba por conservar la posición y, de ser posible, ampliarla. Primero se produjo el contrataque de las fuerzas del 52.º Cuerpo de Ejército soviético, pero por más que lo intentaron entre los días 19 y 20, les fue imposible desalojar al batallón de españoles que se había parapetado allí. Así, se procedió a instalar un transbordador para consolidar la posición, y Muñoz Grandes envió al 3.º Batallón del 263.º Regimiento. Los intentos soviéticos por retomar la posición se multiplicaron, pero todos fueron en vano: los dos batallones españoles los rechazaban constantemente.
Conociendo la situación, el general von Roques, jefe de la Agrupación, decidió aprovechar tan sorprendente situación y ordenó la ampliación de la posición española hacia el sur, en paralelo al Vóljov, iniciándose así la ofensiva hacia el este. Tarea nada fácil, dicho sea de paso, ya que, sumado al peligro de las balas y la artillería soviéticas, moverse junto al río en pleno deshielo (la famosa rasputitza) era, como poco, difícil. Aun así, los dos batallones españoles avanzaron, sosteniendo el fuego enemigo, y ocuparon las poblaciones de Smeisko, Russa y Sitno entre los días 20 y 22. El avance paró al día siguiente debido a que los soldados soviéticos presentaban una defensa tenaz de su territorio, pero al poco continuó. Muñoz Grandes quiso enviar más fuerzas para apoyar a sus dos batallones que se encontraban en medio de una tormenta de fuego soviético, pero el plan de von Roques era dejar la mayor parte de tropas para el ataque principal en el sur del sector: los dos batallones debían resistir.
Tras un parón por parte de ambos contendientes, los soviéticos volvieron al ataque decididos a acabar con la cabeza de puente española, a lo que Muñoz Grandes respondió con el envío de otros dos batallones, el 1.º del 269.º Regimiento y la 2.ª Compañía de Zapadores. En la Orden n.º 7 del 27 de octubre escribía von Roques: «se utilizará la superioridad de la 250.ª División sobre el enemigo, comprobada en los combates anteriores, para hostigarlo continuamente». Ese mismo 27 de octubre, los ataques soviéticos se intensificaron, pese a lo que no cedieron un ápice las posiciones españolas, llegando a ocupar uno de los batallones la población de Tigoda. El sector ocupado por los cuatro batallones españoles no hacía más que crecer, tomando el día 29 la población de Nikitkino.
El avance español había sido pasmoso, y las bajas soviéticas cuantiosas. Los ataques soviéticos aumentaron exponencialmente en hombres y fuerza, por lo que a partir del 30 de octubre los divisionarios lo tendrían mucho más difícil, y encajarían bastantes bajas. Pero la proeza del río Vóljov quedó grabada para la posteridad.
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