Jesús Tanco | 09 de agosto de 2020
Desde su creación, hace ya seis décadas, COPE es una radio humana, informativa y con sentido moral y religioso que acompaña y sirve a la verdad. Su consolidación fue toda una prueba de concordia y concesiones.
Ante todo, una nota introductoria a estas anotaciones sobre los primeros años de la Cadena de Ondas Populares de España, COPE, y es que quiero resaltar que esta pequeña aportación es una correspondencia al acompañamiento que la cadena ha ofrecido, y sigue haciéndolo, en los meses de confinación, desde marzo hasta mayo, que hemos sufrido los españoles y buena parte de la humanidad.
La radio ha sido un medio de acompañamiento, de información y de opinión que ha hecho más llevadero ese confinamiento, sin precedentes en la historia nacional y del que se hablará y escribirá mucho en el futuro. Esta vivencia ciertamente dura, de reclusión en los hogares de millones de personas durante largas semanas prorrogadas, con dudosos resultados en los últimos tramos, ha cambiado muchos hábitos personales y domésticos. La utilización de medios tecnológicos para el trabajo, la enseñanza, las relaciones personales, los deberes religiosos posibles, por ejemplo, es una de las dimensiones más apasionantes de estudio que, a partir de ahora, se abordará tanto en el campo cultural como en el social e informativo. La COPE y la radio en general deben ser reconocidas como merece por ese esfuerzo de profesionales y colaboradores, que han estado ahí junto a nosotros, en medio de las incertidumbres, de los miedos y de los riesgos.
Conozco varios trabajos sobre los primeros tiempos de la Cadena de la Iglesia, a través de investigaciones de varias facultades de Comunicación y Humanidades de las Universidades CEU, como las de José María Legorburu; también trabajos recientes de equipos como en el que participa Elsa González, profesional de esta radio y expresidenta de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE); la tesina del padre dominico José Luis Gago, artífice decisivo de la conformación de la cadena y que presentó tras concluir sus estudios en el Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra (1966-69), además de otros trabajos concretos a los que me he acercado al hacer mi modesta especialidad de Historia del Periodismo en España. No trato en estas líneas de hacer un riguroso recorrido desde el embrión de la COPE hasta momentos actuales, ni mucho menos, pero sí de señalar algunos datos que puedan ser de interés y quizás no sean demasiado conocidos.
Por otra parte, me he acercado a la figura del padre José Luis Gago (Palencia, 1934-Valladolid, 2012), a través de un estudio somero que he realizado sobre él, como una pequeña aportación a la biografía de este periodista dominico, artífice de la consolidación de la cadena, alumno del Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra y director de Radio Popular de Pamplona, desde 1964 hasta 1970, y ahora con una causa de beatificación recién iniciada. El padre Gago realizó en 1969 la tesina de fin de carrera precisamente sobre “La Cadena de Ondas Populares Españolas”, es decir, la COPE. El conocimiento de este hombre de radio, de probado servicio a la Iglesia y a los medios de comunicación, me ha animado también a escribir algo sobre esta institución mediática, a cuya audiencia me honro en pertenecer.
También quiero resaltar, sin pretensiones de paisanaje, el papel del arzobispo de Pamplona, don Enrique Delgado Gómez; del obispo de Lug; del obispo, luego cardenal Ángel Herrera Oria, y la Asociación Católica de Propagandistas; del navarro don Antonio Ona de Echave; de José María Revuelta y otras personas, en el empeño de institucionalizar la COPE con una cobertura jurídica segura, una economía sostenible y una fidelidad a los fines que las emisoras de la Iglesia se propusieron en sus respectivos ámbitos. A partir de 1970, la historia de COPE tiene mucho que ver con la actuación del padre Gago en responsabilidades directivas, por lo que remito a los biógrafos y estudiosos del padre Gago y a los de esta época más reciente de la historia del periodismo, en época posterior a los orígenes de esta cadena tan importante en la radiodifusión española.
La Iglesia de España, en virtud del Concordato de 27 de agosto de 1953, que reguló prácticamente hasta el Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado Español de 1979, ya con la Constitución de 1978 aprobada, las relaciones entre ambas instituciones, dispuso también de mecanismos para encontrar solución a temas educativos, sociales, patrimoniales, y otros, entre los que destacaba la presencia de la Iglesia en los medios de comunicación de titularidad del Estado.
Un mes más tarde de la firma del Concordato en 1953, el Acuerdo entre España y Estados Unidos de 26 de septiembre del mismo año, con la Guerra de Corea y la Guerra Fría como telón de fondo, pone de manifiesto las buenas relaciones hispanonorteamericanas, que contribuían a aliviar el bloqueo al que fue sometida España por buena parte de la comunidad internacional. Se preparaba un buen plan de estabilización, que culminó en 1959, y también la inserción, a mediados de los cincuenta, de España en la ONU y organismos internacionales.
Esta tendencia a la normalización de relaciones diplomáticas, políticas y económicas exigía la adaptación de la legislación española a la más habitual de las naciones occidentales. Inspirados en la Doctrina Social de la Iglesia, y con el Estado confesional que no tenía referentes, hay un intento de varios ministros militantes de la Asociación Católica de Propagandistas que, con la inspiración del obispo ya Ángel Herrera Oria, en contacto permanente con el Vaticano y el muy querido para él papa Pacelli, de abrir esferas de libertad en los medios de comunicación, sobre todo en suprimir o reducir todo lo posible la censura a la que estaban sometidos. Fracasada la operación Arrese de institucionalizar de modo permanente a las organizaciones del Movimiento Nacional, como órgano único de participación política, ministros como Alberto Martín Artajo, expresidente de la ACdP, o Fernando María Castiella van a trabajar en esa línea de apertura. En temas de trabajo y libertad sindical, en educación, y otros campos, se abren a partir de mediados de los cincuenta panoramas de colaboración bien regulada entre la Iglesia y el Estado. En la materia del periodismo, fue larga la fase de encaje legal, que afectó a la Iglesia como a otras empresas o instituciones.
El Debate de Ángel Herrera Oria
El propio Ángel Herrera Oria, obispo de Málaga, e impulsor de El Debate y otras cabeceras de prensa católica, así como de la pionera Escuela de Periodismo en 1926, manifestó de manera abierta al ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado, la necesidad de dotar a los medios y a sus profesionales de mayor libertad en su cometido y de disminuir la presencia de la Administración en el mundo informativo. Tras una cordial pero clara tensión de un ministro católico militante del Movimiento y el obispo cofundador de la ACdP, se estableció una comisión de estudio de una ley de información que recogiera estos nuevos aires de apertura, en los que pesarían mucho los postulados de la Doctrina Social de la Iglesia.
Un decreto de 18 de junio de 1959 ponía en marcha una comisión de treinta y nueve personas -que tenían la misión de ir elaborando un anteproyecto de ley-, presidida por el propio ministro Arias y como hombre fuerte el subsecretario del ministerio, José Luis Villar Palasí, catedrático de Derecho Administrativo de prestigio probado que, años más tarde, ahora cincuenta, sería el mentor de la Ley General de Educación. En la Comisión estaban el obispo de Málaga, don Ángel Herrera Oria; también su sucesor al frente de la ACdP y con presencia destacada en el mundo periodístico, Fernando Martín Sánchez; el obispo de Lugo, don Antonio Ona de Echave, que tuvo que ver bastante en la formalización de COPE; don Fermín Yzurdiaga, sacerdote y periodista pamplonés; Manuel Fraga Iribarne, José Félix de Lequerica, Jesús Fueyo Álvarez, Fernando Herrero Tejedor, Juan Ignacio Luca de Tena, Emilio Romero, Juan Aparicio, José Berruezo, Luis de Galinsoga y mi biografiado Manuel Aznar, de gran recorrido en el mundo del periodismo del siglo XX.
En la elaboración de mi tesis doctoral escribí a don Antonio Ona de Echave y a José Berruezo acerca del desarrollo de las sesiones de la comisión y ambos valoraron positivamente las aportaciones de sus miembros, desde la primera reunión, el 27 de junio de 1959, hasta 1961 en que terminó su cometido. El relevo en el ministerio, en enero de 1962, con Manuel Fraga Iribarne como titular de la cartera de Información y Turismo, dio con nuevas aportaciones, como la creación del consejo Nacional de Prensa, presidido por Aznar, otra perspectiva a los trabajos de lo que sería la Ley de Prensa, aprobada por las Cortes en 1966.
En cuanto a la Iglesia en España, se produce también la creación de órganos de participación y decisión acerca de los medios en los que está implicada y la proyección que, como en el resto del mundo, tiene en España el tener dotaciones y personas que puedan transmitir información y criterio religioso. En la Conferencia de Metropolitanos (Arzobispos) españoles de 1956, se crea la Comisión Episcopal de Cine, Radio y Televisión. Esta comisión episcopal va a jugar un importante papel dentro de la Iglesia. El presidente fue el arzobispo de Pamplona, Enrique Delgado Gómez, y como vocales figuraron Abilio del Campo, obispo de Calahorra, Antonio Ona de Echave, auxiliar de Lugo, y Vicente Enrique y Tarancón, obispo de Solsona y secretario de la comisión. De esta dependía como órgano ejecutivo el Secretariado Nacional del mismo ámbito, en el que el sector Radio fue encomendado a Jesús García Jiménez y el de Televisión, al padre dominico Luis Fierro. Se encarga además, a escala diocesana, la organización de secretariados encargados en sus demarcaciones de desarrollar las tareas procedentes. La primera Asamblea de Secretariados Diocesanos tiene lugar en abril de 1958. En ella se pone de manifiesto la gama tan diversa de emisoras parroquiales permitidas o consentidas por los Ministerios de Industria y de Información y Turismo, y se ve la necesidad de entablar conversaciones al más alto nivel para encauzar desde el punto de vista jurídico el problema de la proliferación de ondas.
El presidente de la comisión, don Enrique Delgado Gómez (Valverde de Llerena-Badajoz, 1877-Pamplona, 1978), se doctoró en Roma -residió en el Colegio Español- en Filosofía, Teología y Derecho Canónico, y sucedió a don Marcelino Olaechea en la silla pamplonesa en 1946 hasta 1968, después de haber desempeñado su ministerio episcopal en Almería, desde 1943 a 1946. El 3 de octubre de 1956, adquiere su condición de metropolitano, al crearse el Arzobispado o Provincia Eclesiástica de Pamplona. Persona dialogante, tuvo unas buenas relaciones con las autoridades ministeriales, como José María Revuelta -director general del ministerio-, que fue huésped suyo, y también con prelados y responsables eclesiásticos del sector comunicativo. Tuvo la ayuda en sus trabajos de la comisión episcopal, del también miembro de la comisión y obispo auxiliar primero y titular después de Lugo, don Antonio Ona de Echave (Cárcar, Navarra, 1905-Pamplona, 1987), que fue vicario general de la diócesis pamplonesa de 1951 a 1956, regida por Mons. Delgado Gómez.
Don Antonio Ona fue párroco en Olite y me administró el sacramento de la Confirmación en la iglesia de San Pedro, de la que fue párroco. La impronta navarra en la prehistoria de COPE fue patente en estos dos obispos y también en el hecho de que, a partir de 1964, un artífice de la cadena, el padre José Luis Gago (Palencia,1934-Valladolid, 2012), residió en la comunidad de los Padres Dominicos de la capital navarra, estudió en el Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra (1966-69) y también ostentó la dirección de la emisora Radio Popular de Pamplona (1964-70), hasta que en los años setenta se incorpora, tras una estancia en Valladolid, a los servicios de COPE en Madrid. En los años de residencia en Pamplona, dejó una huella imborrable como religioso, como periodista y como persona de gran bondad y concordia.
La comisión episcopal citada se pone a dialogar a buen ritmo con la ministerial, compuesta por el propio ministro Arias Salgado, el subsecretario Villar Palasí, y una persona muy relevante y que ayudó mucho al buen entendimiento, que fue el director general de Radiodifusión y Televisión, José María Revuelta. Sin perjuicio de las pequeñas emisoras de ámbito local o comarcal -recuerdo yo la de Radio Ujué, que emitía desde el santuario mariano de esa localidad de mil habitantes con ese nombre-, se hace la propuesta a las diócesis para que en cada una de las que lo soliciten haya una emisora de dos kilovatios de potencia que actúe como cabecera del resto de la diócesis. En 1958, son cuarenta las diócesis las que solicitan esa licencia y que contarán con la autorización gubernativa. En 1952, se habían clasificado las emisoras en nacionales, con 20 kilovatios de potencia, comarcales, con cinco, y locales, con menos. Las dos primeras categorías estaban prácticamente copadas por las estaciones del Estado o corporaciones públicas, fundamentalmente de Radio Nacional de España, emisoras del Movimiento, luego Radiocadena, y las de la Organización Sindical. Las instituciones eclesiales se acogieron con sentido realista a la categoría inferior y con la facilidad de su pronta aprobación echaron a andar de forma atomizada, dependiendo su duración en el tiempo del entusiasmo y de la dedicación de quienes la promovieron.
En los años cincuenta y sesenta existía una red de estaciones radiofónicas con licencia gubernamental, distribuidas prácticamente por todas las diócesis de la nación. En el horizonte quedaba el comienzo legal de la Radio en España, con el Real Decreto de 27 de febrero de 1923, que reglamentaba la Radiofonía, con adscripción al Estado de su regulación como en todas las instalaciones radioeléctricas, en un monopolio justificado por el carácter de servicio básico a la sociedad. Entre los grupos empresariales que apostaron por invertir en este medio novedoso entonces, se encontraba Unión Radio, que se constituyó como sociedad mercantil el 17 de diciembre de 1924, con un consejo presidido por Valentín Ruiz Senén, vinculado este a obras católicas, especialmente de la Compañía de Jesús, y su primer director fue Ricardo María Urgoiti. Integró este grupo, además de la primera, Unión Radio Madrid (1925), a Radio Barcelona, Radio Cádiz, Radio Bilbao, Radio Salamanca y Radio San Sebastián. Se transformaría después, con cambios en su estructura e ideario, en la Sociedad Española de Radiodifusión (SER). A este grupo se debe la edición de la emblemática revista especializada Ondas.
En la Escuela de Periodismo de El Debate, creada en 1926, se hacen ya atisbos de periodismo radiofónico. Los grandes periódicos de tirada nacional se preocupan por la competencia innegable que las ondas iban a hacer al periodismo convencional en papel. Por su parte, la Iglesia Católica vio enseguida en este medio de comunicación un instrumento de evangelización y de transmisión doctrinal al orbe católico. Fruto de este interés, entre otras iniciativas a menor escala, fue la creación, el 12 de febrero de 1931, de la potente emisora Radio Vaticana, portavoz desde entonces en las ondas del Papa y de la Santa Sede. Los tiempos convulsos de la II República en España y la Guerra Civil, en nuestra nación, y la cruenta Segunda Guerra Mundial fueron escenario del uso de la radio como medio de información y propaganda. Los progresos técnicos y, sobre todo, la paz y el desarrollo fomentaron la creación de muchas y muy interesantes iniciativas radiofónicas.
La Iglesia no descuidó las oportunidades y quiso contar con la radio para realizar y practicar en la Doctrina Social, que preconizaba una buena parte de lo que se denominó desde comienzos de siglo ‘la Buena Prensa’, dentro de la cual no podía dejar de estar la Buena Radio. Numerosos documentos pontificios avalan tal postulado.
Con esta perspectiva histórica, la Iglesia en España se encuentra con la Comisión Episcopal de Cine, Radio y Televisión, con los contactos de máximo rango ministerial, con la ayuda del Secretariado Nacional y los secretariados diocesanos. En 1959 se formaliza, partiendo de gestiones anteriores, una comisión negociadora con el Estado, compuesta por su presidente, don Enrique Delgado Gómez, arzobispo de Pamplona, don Abilio del Campo, obispo de Calahorra, don Antonio Ona de Echave, obispo auxiliar de Lugo, y sacerdotes como el padre Modesto Ruiz Castroviejo, Jesús García Jiménez, y asesoramiento jurídico y técnico con expertos como Manuel Sanz Sagredo. La buena relación de don Enrique Delgado Gómez y el muy diligente José Luis Villar Palasí (subsecretario del ministerio) contribuye a resolver las gestiones de licencias de frecuencia modulada que suponían un avance legal, y también establecen un régimen jurídico de las emisoras diocesanas más estable, haciéndolas depender del obispo ordinario titular, que sería auxiliado en su tarea por los delegados diocesanos de Radiodifusión. De este intento, coronado por el éxito, de ordenar jurídicamente las emisoras de la Iglesia, va a nacer la Cadena de Ondas Populares Españolas, nombre que, según el padre Gago –tesina de fin de carrera de Periodismo-, se debe a la propuesta de Aníbal Arias en una reunión conjunta de directivos de secretariados diocesanos de Radio, el 30 de junio de 1959.
Si debemos poner una fecha al natalicio de COPE, pienso modestamente que debe ser el 12 de noviembre de 1959. En esa fecha, José María Revuelta, director general de Radiodifusión y Televisión del Ministerio de Información y Turismo, y en representación del mismo, comunica al arzobispo de Pamplona, don Enrique Delgado Gómez, presidente de la Comisión Episcopal de Cine, Radio y Televisión, la concesión de ciento ochenta emisoras de frecuencia modulada a la Iglesia española, que ya había registrado unos meses antes la marca COPE, Cadena de Ondas Populares Españolas, para dar cobertura jurídica a las emisoras. Un día antes, el director general había comunicado al arzobispo la aprobación, por la dirección general que ostentaba, de las bases de la Red de Emisoras de la Iglesia, con sus características técnicas y su régimen de funcionamiento.
La consolidación de la cadena, aglutinando tantas emisoras y de tan diversa dimensión, realidad geográfica, plantilla de profesionales y colaboradores, no fue fácil, y el encaje de tantas piezas personales y económicas fue toda una prueba de concordia y concesiones. Pronto se vieron los frutos de la concentración de esfuerzos, coordinación de programas y el apoyo de profesionales del periodismo que, a jornada completa, los menos, y a jornada parcial, hacían una radio humana, informativa y con sentido moral y religioso. Las emisoras COPE fueron, en primer lugar, las diocesanas, a las que se fueron agregando otras de libre iniciativa seglar o de instituciones de la Iglesia. Una veintena de emisoras diocesanas tienen el mérito de haber sido las pioneras en la puesta en marcha de COPE, ahora hace seis décadas. En Madrid, en Barcelona y Valencia no se pudo organizar en la primera hora una emisora, por lo que la descentralización quedó patente. Sí hubo emisoras en ciudades grandes como Sevilla, Zaragoza, Bilbao, Pamplona, Salamanca, Murcia, Palma de Mallorca, Burgos o Lérida. La que llamamos central de Madrid tuvo que esperar a 1969. A partir de esta fecha, los servicios centrales y corporativos se fueron perfeccionando hacia la cohesión y la potenciación de programaciones compartidas, sin perder cada emisora su carácter local o diocesano.
Aunque resulta obvio, este empeño nacional estuvo respaldado por los respectivos pontífices después de Pío XII, los papas san Juan XXIII y san Pablo VI y, después, los de época posconciliar, con la asistencia de organismos de la Santa Sede que se han ocupado de los Medios de Comunicación, cada vez más tenidos en cuenta en el organigrama eclesial. De la familia universal católica han derivado muchas familias en torno a las ondas de radio, a escala menor. Fue una labor de dar criterio, cultura elevada, tratamiento humano a las noticias, incorporación de expertos, en esa radio que acompaña y sirve a la verdad, y que dio pie a la Radio Corporativa de la Iglesia, reconociendo además el papel de muchos religiosos y seglares que han realizado una gran labor en otros medios empresariales e institucionales al margen de la Iglesia, en este esfuerzo por ser fieles al buen periodismo y a la buena imagen de la Iglesia católica.
Desde su creación, hace seis décadas, sin olvidar el sentido jerárquico de la Iglesia, COPE ha impulsado muchas áreas de responsabilidad personal, de libertad personal, de criterios dispares quizás en lo menor, pero coincidentes en lo fundamental. Personas de la categoría de Modesto Ruiz de Castroviejo, pienso que primer director con ese título de COPE, o del padre dominico Javier Sacristán, director de la Oficina Central COPE en 1963, estuvieron en los orígenes de la cadena, que contó con la labor fundamental del padre José Luis Gago, ahora con causa abierta de beatificación y que, como hemos dicho, estudió Periodismo en la Universidad de Navarra (1966-69), dirigió Radio Popular de Pamplona (1964-70), luego la homónima de Valladolid, para pasar después a los servicios centrales de COPE.
Fueron muchas las personalidades de la radio que se sumaron a la empresa, no ya como profesionales solo, sino como directivos, gestores y conductores de esta obra, un pequeño milagro que tanto bien hace. Lógicamente, la cadena dispone, desde la primera hora, con profesionales bien cualificados y un cuadro de directores y directivos que dan una fisonomía organizativa acorde con los tiempos que nos toca vivir, compaginando los idearios fundacionales con las exigencias de sostenibilidad de estas empresas sui géneris que son los medios y, en concreto, las emisoras. Creo que es una auténtica cooperativa de saber y saber comunicar en radio, y ahora abierta a nuevas tecnologías y prensa digital. Me consta que se cuida, desde sus inicios, el perfeccionamiento de los profesionales, el intercambio de experiencias y la debida especialización de los expertos que refuerzan la programación.
Finalizo aquí estas anotaciones a los orígenes de COPE, esta cadena de radio que en estos meses difíciles está acompañando, informando, creando comunidad de audiencia, de la que me honro en formar parte.
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