Luis Miguel Pedrero | 29 de diciembre de 2019
Los usuarios de todo el mundo dedicamos un promedio anual de 800 horas a Internet a través del móvil, lo que equivale a 33 días sin descanso. Un consumo que se incrementará en 2021.
La vertiginosa evolución del ecosistema mediático en el entorno digital apenas concede tregua para asimilar las consecuencias de sus cada vez más asentadas e irreversibles inercias. Las cifras e indicadores sobre los nuevos patrones de consumo audiovisual resultan cada vez más apabullantes, aunque pocas alcanzan la magnitud del publicado en junio de 2019 por la consultora Zenith The ROI Agency: los usuarios de todo el mundo dedicamos un promedio anual de 800 horas a Internet a través del móvil, lo que equivale a 33 días sin descanso. La previsión es que en 2021 ese tiempo aumente a 930 horas, es decir, 39 días completos.
El estudio –basado en encuestas a usuarios de 57 países– constata que el promedio diario dedicado a navegar a través de smartphones y tabletas se ha incrementado en cerca de una hora (50’) desde 2015, al pasar de 80 a 130 minutos (una tasa del 13% anual). Para valorar mejor este hábito, cabe apuntar que la televisión contemplada en pantalla grande –aquel apelativo de “pequeña pantalla” aplicado a los receptores catódicos se corresponde ahora con el móvil– sigue siendo el medio favorito en 2019, al captar 167 minutos diarios del tiempo de los ciudadanos.
No obstante, se prevé que esta cifra disminuya en los próximos dos años hasta situarse en 165 minutos por día en 2021, lo que significará que el otrora medio dominante representará entonces el 33% de todos los medios de consumo. Conviene advertir que en este cálculo se considera como consumo de ‘televisión’ el de los canales y estaciones de transmisión tradicional –TDT, cable y satélite–, mientras que el tiempo dedicado a las plataformas en línea propiedad de editores o cadenas se computa como consumo de Internet.
Más allá de números o clasificaciones, los efectos de esta inflexión han reformulado no solo los modelos de creación, producción y distribución de la industria a nivel global, sino también, y sobre todo, su propia esencia. Las lógicas del consumo online desde los dispositivos de movilidad desnaturalizan las bases analógicas sobre las que hasta ahora se habían articulado la programación, la comercialización de la publicidad, los géneros audiovisuales y hasta la naturaleza empresarial de los operadores televisivos, que poco a poco asumen las exigencias de adaptación que impone el nuevo escenario.
En los informes anuales corporativos presentados en 2019 por los principales grupos audiovisuales en nuestro país –Mediaset y Atresmedia– se pone de relieve hasta qué punto la convergencia entre televisión e Internet les ha obligado a reorientar y diversificar su actividad. En la carta de presentación, el consejero delegado de Mediaset, Paolo Vasile, explica que durante 2018 culminó la estrategia tendente a transformar una empresa ‘televisiva’ en una empresa ‘audiovisual’: “Carece de sentido seguir hablando de un mercado estrictamente televisivo, cuando lo cierto es que sus respectivos integrantes compiten tanto en el mercado de la creación y adquisición de contenidos audiovisuales como en el mercado publicitario, del que ambos se nutren”.
En este entorno complejo y cambiante, Atresmedia está preparada para liderar un mercado globalizado Silvio González, consejero delegado Atresmedia
El grupo de matriz italiana calcula ahora su cuota de mercado considerando las audiencias (e ingresos) de sus canales televisivos, sus webs, sus plataformas digitales de contenidos —mitele.es: TV en directo y a la carta; mtmad.es: vídeos exclusivos para Internet; eltiempohoy.es: web meteorológica; yasss.es: contenido milenial; y mediaset.es: contenidos corporativos; las apps de sus principales productos –Mitele, Mediaset Sport, Gran Hermano– y las redes sociales de cada cadena, programa o serie (Facebook, Twitter e Instagram).
A ellas se suma la penetración de diferentes canales en YouTube, portal donde está probando a distribuir no solo emisiones de antena, sino también contenidos nativos creados por influencers externos. Por último, ha integrado en una única sociedad –Mediterráneo– a sus productoras participadas (entre otras, Telecinco Cinema, La Fábrica de la Tele, Bulldog, Mandarina o Supersport), con el fin de generar producciones no solo para su conglomerado, sino también para operadores que han irrumpido en el nuevo escenario, como las plataformas OTT.
En la misma línea, el consejero delegado del Grupo Atresmedia, Silvio González, confirma que su compañía ha reformulado los objetivos estratégicos para buscar fórmulas innovadoras con las que responder a las nuevas exigencias de audiencias y anunciantes: “En este entorno complejo y cambiante (…) Atresmedia se renueva, se adapta, se adelanta y está preparada para liderar un mercado globalizado en el que las plataformas de distribución convergen y aumentan el ciclo de vida de nuestros productos, y en el que la nueva realidad que el grupo ha integrado decididamente mejora la experiencia de nuestra audiencia y hace más eficiente la publicidad de nuestros anunciantes”.
Carece de sentido seguir hablando de un mercado estrictamente televisivo, cuando lo cierto es que sus respectivos integrantes compiten tanto en el mercado de la creación y adquisición como en el publicitarioPaolo Vasile, consejero delegado Mediaset España
Una de las iniciativas que mejor representan este cambio de paradigma es Atresmedia Studios, la división dedicada desde 2018 a la creación y producción de contenidos de ficción y entretenimiento para terceros, especialmente las nuevas plataformas. En sus primeros meses de actividad, ha comercializado El embarcadero para Movistar+ y producido Pequeñas coincidencias para Amazon Prime Video, además de acordar con Netflix que este servicio tendrá la primera opción de acceso a determinados títulos de su catálogo de ficción (vale la pena recordar que la serie La casa de papel, producida por Atresmedia y Vancouver Media para su emisión en Antena 3, se convirtió en la serie de habla no inglesa más vista de la plataforma en toda su historia).
El horizonte que configura este nuevo paisaje apenas comienza a divisarse: el último estreno de Atresmedia TV, la serie El nudo, no se puede seguir por Antena 3 o La Sexta –los canales generalistas del grupo en TDT–, pese a tratarse de un thriller con todos los alicientes para ocupar el prime time clásico de sus parrillas. A sus capítulos, estrenados cada domingo, solo se accede mediante suscripción al servicio de pago Atresplayer Premium, donde –por una tarifa mensual de 2,99 €– pueden verse los preestrenos de programas como La Voz Kids o los nuevos episodios de seriales como Amar es para siempre y Puente Viejo, además de otros contenidos originales de ficción y entretenimiento. “Tener un ecosistema que incluye una opción de pago sin publicidad permite contar con una variedad de productos mayor y nos ayuda a conseguir el mejor retorno posible”, razonan desde el área de Negocio Digital de esta compañía, que trata así de establecer la conexión con los usuarios y audiencias que acceden a la ‘televisión’ desde nuevos dispositivos.
Son solo algunas muestras de un proceso del que también participan los operadores públicos –RTVE apuesta por contenidos para jóvenes en su canal digital Playz, y la corporación británica BBC ha convertido BBC3 en un servicio OTT con programas originales hacia ese mismo target–, y cuya primera y principal consecuencia apunta a la redefinición de la estructura de todo el sistema: en el entorno online móvil, la ‘televisión’ está empezando a dejar de ser un medio tal como conocíamos para convertirse en un ‘contenido’ dúctil y maleable cuyo alcance aún está por conocer.
Una obra maestra en la que Martin Scorsese reúne a Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci, gracias a Netflix y a una nueva forma de entender el cine.
Una plataforma que ha llegado con más imagen que contenidos reales.