Juan Van-Halen | 24 de junio de 2021
España se desliza hacia la irrelevancia internacional, el desprecio a la Justicia y a la Ley, y el ataque a las instituciones, a la unidad nacional, a la Constitución y a la Corona por obra y gracia de un Ejecutivo lastrado por la mediocridad y el radicalismo ciego.
No escribiré hoy de los indultos. Esta ignominia traerá cola. Siento vergüenza. Es un apaño a mi juicio ilegal que debería avergonzar a un Gobierno decente y responsable. Pero sería un Gobierno que no tenemos. Pedro Sánchez hablará de los indultos en el Congreso después de concedidos, y se refirió formalmente a ellos en el Liceo, en Barcelona. Un teatro es buen lugar para que el residente en la Moncloa presente su nueva pirotecnia entre ofensas de los conmilitones de los indultados y de ellos mismos. Sánchez, de nuevo, hizo el ridículo.
Vivimos una realidad en la que brilla la opaca ignorancia. La sensación que el Gobierno desea crear en los ciudadanos es que siempre pasa nada. De ese modo, al no pasar aparentemente nada, todos contentos, unos por pasotismo y aborregamiento y otros por el interés político de permanecer desde la incompetencia y los errores, rectificaciones e inacción. Aldabonazos como el de las elecciones del pasado 4 de mayo en Madrid son necesarios para que el sufrido español entienda que sí pasan cosas y la verdad existe más allá del mundo falso pero feliz que se nos anuncia.
Como fondo vivimos la apoteosis de la censura para ignorantes que nos cerca, nos amenaza y trata de amedrentarnos. La ley de Memoria Histórica de Zapatero que Sánchez, un paso adelante de su inane antecesor, convierte en ley de Memoria Democrática da carta de naturaleza al pensamiento único. Todos deberemos pensar de la manera que se nos dicte. Mi Persona, el Gran Timonel, no quiere que pensemos. Los historiadores no enseñarán la Historia; lo hará él.
Se censuró al almirante Cervera ¡por franquista! y se cambiaron nombres de calles sin rigor alguno, incluso un alcalde se propuso retirar un viejo escudo de los Reyes Católicos ¡porque llevaba el yugo y las flechas de Ysabel y Fernando! Es más ignorancia que locura. Ahora un tipo menor, alias Kichi, que ejerce de alcalde de Cádiz ha retirado la placa en la fachada de la casa natal de José María Pemán. Según los censores contenía simbología franquista, pero no es cierto a no ser que la figura de mujer que incorporó a la placa el escultor Juan Luis Vassallo no se considere feminista. Viste túnica y acaso no guste al movimiento Me Too.
Sobre la sectaria ley de Memoria Histórica tengo una experiencia personal. Fui ponente de la Ley en el Senado, junto con el profesor Alejandro Muñoz Alonso, y ello nos generó insultos e injurias que no quiero recordar y menos con nombres y apellidos. Quedamos convencidos, y se nos anunció, de que aquella sería una de las primeras normas que derogaría el PP cuando llegase al Gobierno. Llegó. Incluso gobernó con mayoría absoluta. No la derogó y, en buena medida por ello, se enquistó un enfrentamiento amparado ya por la Ley. Muñoz Alonso murió con esa tristeza. Lo he escrito ya en otro lugar: no entiendo que Mariano Rajoy no la derogara. Él lo sabrá, pero fue un error.
La vuelta de la censura a la que me refiero es lamentable. Y se diría que especialmente si se ceba en la sabiduría. Últimamente hemos sufrido una censura global gracias a Pedro Duque, el ministro virtual que no ha bajado de las nubes, que decidió expulsar a eminentes españoles, entre ellos Malaspina, Torres Quevedo, Rey Pastor, Madoz, Ramón y Cajal, de la Cierva, Menéndez Pidal y Gregorio Marañón, del nomenclátor de los Premios Nacionales de Investigación.
Aldabonazos como el de las elecciones del pasado 4 de mayo en Madrid son necesarios para que el sufrido español entienda que sí pasan cosas
Como los investigadores censurados eran de ideologías diferentes, algunos de siglos pasados, incluso uno muerto en el exilio, no podía esgrimirse la socorrida falacia del franquismo, y resulta que el grave inconveniente es que todos ellos nacieron hombres y no tuvieron la oportunidad de elegir sexo. Esa circunstancia molesta a personajes tan despiertos y notables como el ministro astronauta y su colega de Gobierno Irene Montero, pigmeos en cuanto a sabiduría comparándolos con los censurados gigantes del saber. La Conferencia de Rectores protestó ante el anuncio de esta insólita medida en medio de una gestión política que desasiste a la ciencia. El Gobierno quedó en evidencia como casi siempre.
El Gobierno nunca actúa con convicción, de modo que el ministro revisó su decisión. Lo ha hecho varias veces. En un principio informó de la convocatoria de los premios con los nombres de siempre añadiendo que incorporaría nombres de mujeres. ¿Va a duplicar el número de premios siguiendo la paridad? El señor ministro no lo aclaró. Espero que de esa tarea no se encargue la ministra Irene Montero. Apuesto un café sin azúcar a que la mayoría de estos nombres universales no le suenan a la sesuda defensora gubernamental del feminismo unidireccional y rampante. Y va otro café a que la ministra no es capaz de citar un terceto de mujeres que con toda justicia, por sus obras y no por cuotas, merecerían prohijar algunos de estos premios. Juego con ventaja porque es una apuesta fácil de ganar. Los conocimientos de la ministra de Igual-da son sucintamente descriptibles. Algunos de estos conocimientos circulan en un video de internet en el que se muestra experta en sabidurías más asequibles referidas a la utilización de ciertas partes del cuerpo humano que nada tienen que ver con el cerebro.
Isabel Celáa, parece que todavía ministra de Educación, decide algo así como el aprobado general para nuestros estudiantes y el pase de curso por su voluntad no por los saberes de cada cual, y sus compañeros de Gobierno apuestan por la censura para ignorantes. España se desliza hacia la irrelevancia internacional, el desprecio a la Justicia y a la Ley, y el ataque a las instituciones, a la unidad nacional, a la Constitución y a la Corona por obra y gracia de un Ejecutivo lastrado por la mediocridad y el radicalismo ciego. No nos engañemos. Ese deslizamiento no se produce sólo para que Sánchez siga utilizando el colchón de la Moncloa. Hay mucho más. Prometo contarlo. Y a lo peor acierto.
Una clase política mediocre en una sociedad silente y, por lo que parece, mayoritariamente aborregada. Más allá no me explico lo que pasa y por qué pasa.
El actual Gobierno español es la mayor victoria del separatismo en toda su historia. La república de Puigdemont duró ocho segundos, pero con Sánchez en La Moncloa el nacionalismo podrá ahora ejercerla sin limitaciones. El sanchismo no podrá con España, pero la está dejando muy herida.