El Debate de Hoy | 05 de junio de 2020
El presidente de honor de El País reconoce que «ha habido una bajada de calidad de la dirigencia política en todo el mundo» y que esta ha tenido que hacer frente a un «desafío novedoso».
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Juan Luis Cebrián, presidente de honor de El País y uno de los hombres fuertes del periodismo en el periodo democrático, aporta su visión de la crisis del coronavirus en el pódcast «Y, ahora, ¿qué?». Una charla en la que habla de la gestión del Gobierno y del papel de los medios de comunicación en estos meses. Cebrián no duda en hablar de «censura» por parte del Ejecutivo, critica con dureza el tipo de ruedas de prensa que se han ofrecido sobre la pandemia y recuerda que «la democracia no está en cuarentena».
A continuación, puedes leer un extracto de la entrevista, que encontrarás completa en los canales habituales: iVoox, Spotify, Apple Podcast, Google Podcast y YouTube.
Pregunta: Y, ahora ¿qué?
Respuesta: Los periodistas contamos lo que está pasando y a mí no me gusta hacer predicciones, entre otras cosas porque algunas veces no se cumplen y queda uno como un idiota. Ahora nadie sabe lo que está pasando, empezando por la enfermedad. Nadie conoce este virus, empezaron diciendo que era una enfermedad que afectaba al aparato respiratorio, luego resulta que afecta a los vasos sanguíneos. Tampoco sabíamos cómo iba a ser un confinamiento mundial. La lucha contra el virus ha paralizado la actividad en todo el mundo, tenemos una recesión como no ha existido prácticamente nunca. Cuando se habla de la gripe española, había 1.300 millones de habitantes en el mundo, ahora hay 8.000 millones y, por lo tanto, estamos en una situación diferente.
Entonces, y, ahora, ¿qué? Pues no lo sé, pero depende de nosotros. No estamos solo ante una fuerza de la naturaleza, estamos ante decisiones sociales, políticas y económicas que tomamos nosotros, cada cual a su nivel y donde le toque.
P.: Ha publicado un artículo en El País titulado «Como si el mundo perdiera el resplandor», donde habla del «espectáculo deleznable que Gobierno y oposición nos regalan casi a diario en desprecio a la incalculable pérdida en vidas humanas y al sufrimiento de una sociedad perpleja». Entenderá que no lo veamos muy optimista.
R.: Dicen que un pesimista es un optimista bien informado, aunque no creo que eso sea así. No soy optimista en cuanto a cómo se están comportando las clases dirigentes en general, e incluyo a muchos creadores de opinión a los que podemos ver en muchos programas de televisión, los llamados tertulianos. Pero sobre todo incluyo a la clase política en general, no solo en nuestro país. Ha habido una bajada de calidad de la dirigencia política en todo el mundo, fruto de muchas cosas, y esta dirigencia política se encuentra ante un desafío novedoso para ellos. Me preocupa que, en según qué casos y en la mayoría de los países, la actividad de los políticos para luchar contra el coronavirus se mezcla con el deseo de renovar en unas elecciones, mantener el prestigio para seguir en el poder… O qué sé yo.
Yo escribí este artículo impresionado por la primera página de The New York Times sin fotos, solo con un titular y el nombre de mil muertos identificados y con un mínimo perfil, de entre los más de cien mil que ha habido en Estados Unidos. Y, justo al día siguiente, toda la prensa española publicaba en primera página un anuncio del Gobierno donde se decía que «salíamos más fuertes», y yo no lo creo. Salimos más débiles y no pasa nada, no es culpa del Gobierno ni de nadie, aunque cada cual tenga sus responsabilidades. Salimos muy débiles de esta situación y yo decía: qué diferente la historia del periodismo americano, con esa primera página, y la del periodismo español, con una portada igual en La Razón, ABC, El País, El Mundo, La Vanguardia, El Periódico… y en todos los demás, que transmitía un mensaje que contradecía los mensajes y opiniones editoriales de algunos periódicos que lo publicaban. Y creo que eso lo ha hecho abusando de la debilidad de los medios de comunicación. Y era un mensaje sectario, no era un mensaje que llamara a la unidad, en contra de lo que el Gobierno viene predicando. Y por eso escribí esa columna. Reconozco las dificultades de nuestro Gobierno y de cualquier otro, pero no toda la gente que pone de relieve que se habían ocultado informaciones o no se había hecho caso a ellas son profetas del pasado. Hay muy poco debate democrático y ha habido mucha limitación e incluso suspensión de derechos democráticos en nuestro país. La democracia no está en cuarentena.
P.: ¿Cree que los medios se han aplicado la autocensura en la cobertura de esta crisis?
R.: Creo que la autocensura es un mal en general de los medios de comunicación tradicionales. Hay que decir que los grandes medios están sometidos a un estrés formidable por razón del cambio tecnológico y de modelo de negocio. Este es un proceso acelerado por el coronavirus y que afecta a la formación de la opinión pública y, por tanto, al ejercicio de la democracia. No creo que haya habido necesariamente mayor autocensura en este caso. Creo que ha habido un sentimiento generalizado por parte de los medios tradicionales, coincidente con la voluntad del Gobierno -algo que me parece bien- de no alarmar a la población. Pero creo que ha habido censura del Gobierno. Tal y como se han desarrollado las conferencias de prensa telemáticas en las que el secretario de comunicación del Gobierno elegía quién hablaba, no podía haber repreguntas de los periodistas, cuando los ministros o el presidente no contestaban a nada de lo que se les preguntaba, cuando un periódico digital con unos miles de seguidores en Venezuela, de origen italiano, tenía la misma presencia que los grandes medios de comunicación del país y sin dar explicaciones de por qué se seleccionaban unos y otros… Eso era un tipo de censura injustificable, porque se podían haber organizado las cosas de otra manera.
La población estaba asustada y, en mi opinión, no estaba suficientemente asustada, porque ha habido muy pocas imágenes, no se ha contado lo que estaba pasando con los cadáveres amontonados físicamente en el Palacio de Hielo y otros lugares, no se ha contado bien lo que pasaba en las UCI… En una enfermedad en donde el jefe de la lucha contra el coronavirus del Gobierno, el señor Simón, había declarado, apenas cuatro días antes del estado de alarma, que apenas iba a haber algún contagiado y que era como una gripecilla, y no ha habido ninguna rectificación. No ha habido autocensura, ha habido una actitud responsable, a veces demasiado responsable de los medios, que no querían alarmar a la población.
P.: En los últimos días, se van sucediendo las filtraciones: informes judiciales, declaraciones de la ministra Irene Montero antes de una entrevista, nos podemos remontar hasta las imágenes de las cámaras de seguridad de un supermercado. ¿El periodismo de filtración está eclipsando al periodismo de investigación?
R.: No soy crítico con el periodismo de filtración, porque el periodismo de investigación funciona a base de filtraciones. Otra cosa es que sobre las filtraciones los periodistas tienen que hacer investigación, lo que no vale es ser receptor de la filtración y no hacer un trabajo periodístico sobre ella. Es muy preocupante que muchos medios de comunicación han dado a los informes policiales un valor absoluto, como si fuese siempre verdad, algo que desde el punto de vista periodístico es un fracaso. Es una fuente de información más, pero no es necesariamente la verdad. En los casos en los que hay jueces de por medio, pues también se pueden equivocar, pero al menos hay una verdad judicial.
Yo no estoy contra las filtraciones, estoy en contra de la revelación de las fuentes de la filtración. Cuando una fuente se revela, estamos en algo más parecido a la propaganda.
P.: Se ha debatido mucho sobre la publicación de la grabación previa a la entrevista con Irene Montero en la que habla del coronavirus y la manifestación del 8M. ¿Vulnera las normas deontológicas del periodismo?
R.: Los medios se deben a sus usuarios, no se deben a los Gobiernos ni a nada de esto. Yo fui presidente del Instituto Internacional de Prensa y ahí trabajé con Lord McGregor Durris, quien llevó a la comisión de quejas al Parlamento británico cuando se produjo un lío formidable con los tabloides. Esa comisión llegó a la conclusión de que el principal enemigo de la libertad expresión son los Gobiernos. No son el único enemigo, pero quienes más tentados están de ejercer la censura, de intervenir sobre los tribunales o de tratar de limitar los poderes de los Parlamentos son los Gobiernos. Es normal que sea así. Yo creo que los medios de comunicación -y no digo que yo haya hecho eso siempre así, porque operan condiciones y nadie está libre de culpa- tienen que trabajar por saber que cuentan la verdad, que son hechos ciertos, que si se emiten opiniones hay que confirmar que quienes las emiten las han emitido, si hay un conflicto hay que comprobar la versión de las dos o tres partes implicadas, no tienen que revelar las fuentes y no debemos pensar tanto en las consecuencias de que la gente conozca la verdad. Esas consecuencias no son culpa de los periodistas. Esto es duro, es fácil de decir, pero no es tan fácil de cumplir, porque uno siente responsabilidades cuando ejerce una función de edición y decide contar o no contar. Pero yo creo que esa es la norma.
Dicho esto, el caso de Irene Montero no me parece especialmente interesante. Yo creo que hubo una negligencia del Gobierno, no respecto a la manifestación, sino a todo lo que estaba pasando. Yo me autoconfiné el día 10, sin esperar a que hablara nadie, por lo que veía que estaba pasando en Italia y que en Canarias había un hotel con gente confinada. Yo era grupo de riesgo y decidí meterme en casa sin que nadie me dijera nada. Sí creo que el Gobierno no puso atención a las señales que desde meses atrás se venían produciendo, y teniendo acceso a informes que el resto de la gente no podía ver y que, sin embargo, veíamos que algo estaba pasando.
P.: A lo largo de la crisis, hemos visto una sucesión de ruedas de prensa por parte del Gobierno y, sin embargo, no parece que esto haya significado una mayor transparencia.
R.: Es que no eran ruedas de prensa, eran una promoción de la gestión del Gobierno. ¿Qué rueda de prensa es esa en la que uno pregunta una cosa, no le contestan nada de lo que ha preguntado, le hablan de otra cosa y no puede repreguntar? No soy un admirador de Donald Trump, pero al menos en las ruedas de prensa de la Casa Blanca había debate, a veces tan fuerte que Trump echaba a los periodistas de la rueda de prensa por contradecirlo. No han sido ruedas de prensa, el Gobierno no ha sido transparente y no ha dado información, en ocasiones porque no la tenía o no la sabía. Además, todos sus eslóganes han sido… «Todos unidos», pues estamos todos mucho más desunidos. No digo que sea culpa solo o ni siquiera principalmente del Gobierno, pero es evidente que no estamos más unidos. Entonces, el liderazgo lo tiene que asumir el Gobierno y, cuando hace un estado de alarma y tiene poderes especiales, es más responsable aún de ese liderazgo. Yo creo que la desunión no es únicamente culpa del Gobierno, insisto en que ni siquiera es el mayor culpable de ello, pero sí lo es desde el punto de vista de que tiene que ejercer el liderazgo.
El periodista y académico de la RAE confía en que el pueblo español superará esta crisis «con sentido común, con sentido de la realidad y con eficacia».
La periodista de El Mundo recuerda que la labor de los medios no puede limitarse a «coger tres tuits y hacer una noticia».