Mario Crespo | 08 de agosto de 2020
Recomendaciones veraniegas que demuestran que los clásicos nunca defraudan: libros de viajes, un western o las novelas de capa y espada de Alejandro Dumas.
A pesar de los rebrotes, los pésimos datos económicos y las olas de calor, en agosto tenemos el deber de seguir civilizando el verano y aplanar la curva del mal gusto. En Podría ser peor nos gustan las hamacas, los baños en lagos, el helado de pistacho, los panamás, las playas rodeadas de bosque, los mapas enormes, las bicicletas y los pícnics. Este año costará disfrutar de algunas de esas cosas, así que traigo dos películas, dos novelas, un libro de viajes y un poema para hacer este mes más liviano.
Cuando se estrenó, en plena lucha por los derechos civiles, ya fue polémica, pero no por lo que podría pensarse a primera vista: a los defensores más exaltados del movimiento no les gustó ver a un policía negro, ejemplo de superación personal y de respeto a los viejos códigos –Sidney Poitier siempre va impecablemente trajeado y habla como un catedrático de la Ivy League-, superando los choques culturales para colaborar en la defensa del orden con un agente blanco y sureño. Puede que los guionistas quisieran hacer una película progresista, pero por suerte ha envejecido muy bien y hoy escandalizaría, sin duda, a los derribadores de estatuas.
Al margen de la cuestión racial, que empapa todo el metraje, la película cuenta una buena historia detectivesca que comienza con el hallazgo del cadáver de un empresario en un pueblo de Mississippi. Hay mucho calor, mucha tensión y personajes bien desarrollados. Está en Filmin.
Escrita con un dominio del lenguaje muy poco común en los narradores actuales, Los dioses tienen los pies de lana es una historia de amor, un manifiesto contra la barbarie y una balada nostálgica.
Los dioses tienen los pies de lana
José María Sánchez Galera
Editorial Librando Mundos
208 págs.
17€
El libro está plagado de referencias culturales en las que muchos nos sentiremos cómodos, desde la Antigüedad clásica -el título, para empezar, es de Petronio– hasta el pop de los 80, pasando por Verdi, La isla del tesoro, Tintín, Bing Crosby o Hitchcock. Los protagonistas, David e Isabel, beben constantemente, leen mucho y se aman como seres de otro tiempo. Aunque está hecha de retazos narrativos, de detalles, aromas y atmósfera, la historia posee unidad y coherencia. Publicada por Sekotia (Colección Librando Mundos).
La leí un mes de julio en Buenos Aires -a los doce años, creo recordar- y entonces me gustó tanto como Los tres mosqueteros. La he vuelto a leer y me sigue pareciendo brillante. Está ambientada durante la regencia del duque de Orleans, tras la muerte de Luis XIV, y la protagoniza un joven caballero de temperamento audaz y leal que, sediento de gloria y fortuna, se involucra en una conspiración para secuestrar al regente y conducirlo a España. En Iberlibro hay varias ediciones a precios razonables.
Nunca he repetido linealmente el viaje que Llamazares hizo en 1981 por las orillas del río de su infancia, pero casi todos los paisajes me resultan familiares por muchas excursiones, caminatas y vagabundeos. El marco es el valle del Curueño, un río que atraviesa la provincia de León desde Vegarada hasta su desembocadura en el Porma. El paisaje sigue parecido, pero el paisanaje se ha reducido mucho desde el paso del escritor, hace ya cuatro décadas, lo que da para alguna reflexión sobre la llamada España vacía. El libro, en todo caso, se lee con disfrute y sirve para ir apuntando rutas por una comarca llena de bosques, ermitas, desfiladeros, puentes romanos, cuevas y casa solariegas. Editado por Seix Barral.
Este western no transcurre en el Oeste de Estados Unidos, sino en el Sur de Bolivia, donde se supone que murieron baleados los legendarios pistoleros Butch Cassidy y Sundance Kid, miembros de la Pandilla Salvaje. Dos hombres y un destino, ya saben. ¿Y si uno de ellos, Cassidy, hubiera sobrevivido?
El guion parte de esa hipótesis no del todo inverosímil y logra trazar una historia de sabor clásico sobre el privilegiado telón de fondo de los paisajes del Altiplano y los Andes. La persecución por el Salar de Uyuni podría haber sido rodada por, pongamos, Sam Peckinpah. El caso es que la ha dirigió un español, Mateo Gil. Los protagonistas son Sam Shepard, que hace de Cassidy, y Eduardo Noriega, que interpreta a un ingeniero español con muchos claroscuros. Está en Filmin.
Se titula Verano eterno y está publicado en El reino blanco (Visor, 2010).
Hay quien nos dice: «Amigos, esta historia
ya no va a durar mucho. El invierno se acerca».
Y le decimos: «Somos caballeros
del verano. El invierno no llegará a alcanzarnos.
Mientras el cuerpo aguante,
cantaremos canciones para olvidar el frío.
En las canciones es verano siempre».
Un pódcast, una novela negra, otra del Oeste, una entrevista, una crónica y dos películas para el mes de julio más atípico de los últimos tiempos.
Los comanches, los ultras del Manchester United, se cruzan este mes con escritores, espías y con la Caballería de John Ford.