Mario Crespo | 11 de abril de 2020
En tiempos de confinamiento, propuestas para evadirnos que van desde «El hombre que pudo reinar» a la maravillosa expedición de la Kon-Tiki.
En la literatura y en el cine, la evasión no tiene muy buena fama. En tiempos de confinamiento, sin embargo, parece algo imprescindible para mantener la cordura. La evasión no es olvidarse de quienes luchan contra la enfermedad, han perdido a sus seres queridos o han caído en el paro o en la quiebra. Tampoco es una renuncia a exigir las debidas responsabilidades a aquellos cuyas decisiones han empeorado este caos. La evasión bien entendida es una zambullida temporal que nos refresca y nos vigoriza. Por eso, este mes solo traigo a Podría ser peor rutas por lugares y tiempos lejanos, cosas genuinamente evasivas: dos películas, dos novelas, un cómic y una crónica.
La historia la contó Rudyard Kipling, en un relato largo o novela corta que han editado en nuestro país Nórdica y Valdemar. En 1975, llegó John Huston y la convirtió en una de las mejores películas de aventuras de todos los tiempos. Dos suboficiales ingleses, Daniel Dravot (Sean Connery) y Peachy Carnehan (Michael Caine), a base de picaresca, audacia y cara dura, se convierten en reyes de Kafiristán, remota región del noreste de Afganistán llena de misterio, violencia y riquezas. Con dosis generosas de épica y humor, la película fue una reivindicación de las superproducciones y de las grandes historias en una década aburrida en la que se llevaban lo intimista y lo social.
La única polémica aceptable sobre Agatha Christie es la que enfrenta a los partidarios de Miss Marple y a los de Hercules Poirot. Esta novela, publicada en 1926, está protagonizada por el detective belga y transcurre en la ficticia y apacible ciudad británica de King’s Abbott. El asesinato de Roger Ackroyd ha sido incluida en la selección «Los 100 libros del siglo XX» de Le Monde y fue elegida como la mejor novela policíaca de todos los tiempos por la Crime Writers’ Association (CWA). Pero si no la encuentra, no importa: seguro que en un estante de su casa hay algún otro libro de la reina del misterio.
«Si alguien opina que debería haber empleado mi tiempo en algún trabajo útil, no tengo nada que decirle, excepto que la culpa la tuvieron mis padres por dejarme en herencia dos mil libras de renta anuales y un espíritu vagabundo«. Lo dice Rudolf Rassendyll, un joven pelirrojo, poco centrado, pero valiente y leal. Un guiño del destino lo pondrá en una situación única: deberá sustituir al rey legítimo de Ruritania, su primo lejano, secuestrado por su hermano traidor en la víspera de su coronación.
Llena de duelos a espada, amores verdaderos, viejas virtudes y un villano inolvidable (Rupert de Hentzau), El prisionero de Zenda es un baluarte contra el tedio y la mediocridad que se puede disfrutar a cualquier edad. Siempre nos quedará Ruritania.
Haleakaloha es una isla del Pacífico muy parecida al paraíso en la que un militar retirado, Donovan (John Wayne), regenta una taberna. Donovan vive en una pelea eterna con el pendenciero Mulcahy (Lee Marvin). En la isla, poco habituada a las visitas, desembarca un día una joven bostoniana en busca de su padre.
No es la película más profunda de Ford, ni tampoco la mejor construida, pero sí una de las más refrescantes: peleas a puñetazo limpio, paisajes tropicales, bromas inocentes, un cura con encanto, monjas de hábito impecablemente planchado, princesas nativas, policías coloniales franceses… No falta de nada.
Creada en 1946, la serie Blake y Mortimer se adscribe a la mejor tradición del tebeo: la llamada “línea clara” franco-belga, iniciada por Hergé. Precisamente con él colaboró Edgar P. Jacobs en algunas entregas de Tintín, dibujando fondos de viñetas, hasta que su creación lo convirtió en una figura de la historieta por derecho propio.
Blake, un oficial del MI5, y Mortimer, un físico nuclear, son, como Holmes y Watson, dos solterones que comparten residencia en Londres. Ambos se enfrentan a tramas delictivas y de espionaje en la brumosa Europa de la Guerra Fría. La marca amarilla (1953) es la tercera entrega de la serie y una de las más brillantes. En España lo edita Norma.
Parece que Thor Heyerdahl estaba equivocado, pero eso es lo de menos.
Era 1947 y el antropólogo y aventurero noruego se propuso demostrar que los habitantes de América del Sur habían poblado las islas de la Polinesia. En su empeño, navegó 8.000 kilómetros desde Perú hasta el archipiélago Tuamotu, en una balsa construida artesanalmente con materiales autóctonos sudamericanos. Fue la primera y la más famosa de sus muchas expediciones. Hoy los científicos creen que, en realidad, no hubo relación entre ambas orillas del Pacífico Sur, pero el viaje, amenazado por tormentas, tiburones, soledad y hambre, no fue infructuoso: nos dejó un relato muy bien escrito, un documental premiado y, hace pocos años, una notable película noruega (Kon-Tiki, 2012). Todo es recomendable, pero lo mejor es empezar por la crónica, que en España edita la histórica Editorial Juventud.
Propuestas para un fin de semana en el que hay tiempo para reír con Rock Hudson, pasar frío con Lionel Davidson o sentarse a la mesa con Gonzalo Altozano.
Novelas de capa y espada, películas de aventuras, lugares históricos… una nueva sección con recomendaciones de ocio de las de toda la vida.