Pablo Casado Muriel | 01 de abril de 2019
Jordi Évole entrevistó al papa Francisco y la mejor pregunta la formuló el Pontífice.
Jordi Évole entrevistó en privado al papa Francisco. Un logro periodístico que merece reconocimiento y que nos permitió escuchar las opiniones del Pontífice sobre multitud de temas de actualidad… a pesar de que la charla debía ceñirse a la cuestión migratoria y el drama de los refugiados.
Como era de esperar, y en parte agradecemos, el entrevistador consiguió moverse en los márgenes del asunto migratorio para tratar temas como la memoria histórica, el feminismo o el capitalismo. Una entrevista “made in Évole” que, como mandan los nuevos cánones periodísticos, ya podemos disfrutar cortada en pedacitos con sus correspondientes titulares.
Y aquí es donde empieza la diversión. Francisco no aportó grandes novedades a sus mensajes habituales. El Papa no tiene un “ideario”, como corrigió al propio entrevistador, conoce y se aferra al Evangelio y a la Doctrina Social de la Iglesia, y por ese motivo sus opiniones no varían.
Quienes varían su criterio respecto al Pontífice son los “papistas”, que solo se quedan con una parte de sus palabras. Aquellos que, por lo general, gustan de proclamar su rechazo a la Iglesia, al tiempo que exigen a los creyentes el cumplimiento de una serie de directrices. Vamos, que si no fuesen ateos, bien podrían ser predicadores.
Francisco es muy claro al criticar la actitud de Europa respecto a los inmigrantes y refugiados, incluida la de España si se le pregunta por ello (con concertina de atrezzo incluida). Ante estas palabras, escucharemos el: “este Papa sí que es bueno…”, de esos “papistas” a la carta, una aprobación a la que suele seguir un “que tomen nota esos políticos que se dicen cristianos”.
Levantar muros para frenar personas, poner cuchillas a las vallas… “Es tal la inconsciencia, que nos parece lo más natural”. #SalvadosPapa pic.twitter.com/DiACQbDxNL
— Salvados (@salvadostv) March 31, 2019
Lo mismo pasa si lo escuchamos hablar de los errores del capitalismo salvaje, de la necesidad de dar digna sepultura a todos los muertos de la Guerra Civil o si el Papa comenta que los edificios de la Iglesia que no están reservados al culto o a la actividad social deben pagar impuestos. Todo son gestos de aprobación y “tomen nota”.
No hay duda de que estamos ante un Papa mediático que cae bien en círculos ajenos a la Iglesia o al pensamiento cristiano. “¿Qué aporta eso a mi Verdad?”, preguntaba Francisco a Évole. El Papa, en los casos anteriormente citados, se convierte en una figura de referencia, en un opinador necesario y una autoridad a la que escuchar y seguir. Pero solo en esos casos.
Cuando Francisco entra en otros terrenos como la defensa de la vida, toca torcer el gesto. La mejor pregunta de toda la entrevista la hizo el Papa: “¿Es lícito eliminar una vida humana para solucionar un problema?”. El Pontífice no habla de leyes civiles ni religiosas, hablaba del hombre… y Évole no quiso contestar.
Hay quienes esperan que Francisco diga cosas que jamás dirá. Creen que no es posible exigir la dignidad de los refugiados, pedir una Iglesia más femenina y defender la vida de quienes no han nacido. Para entenderlo tan solo hay que hacer aquello que el Papa sí que dice: acercarse al Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia y desterrar la imagen de un Pontífice que, como si de un político se tratara, defiende el ideario que más le conviene para ganar una popularidad que en nada se parece a la Verdad.