Patricia Santos | 14 de junio de 2019
La Congregación para la Educación Católica publica un documento sobre la ideología de género.
La introducción (nn. 1-7) expone el motivo de la publicación, declarando una situación de emergencia educativa, particularmente en lo que se refiere a la sexualidad y la afectividad. Confusión, desorientación y perversión antropológica son los términos que mejor definen la cultura contemporánea. Nietzche aparece en esta nueva apoteosis de la libertad del individuo sobre su realidad biológica para dejar que su instinto fluya y sea satisfecho como cada instante. El texto define la ideología de género por su negación de “la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de la mujer. Presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia” (n.2).
Señala además cómo esta ideología de género aparece en proyectos educativos, directrices legislativas, leyes, políticas sociales reduciendo la identidad personal y la intimidad afectiva a una opción del individuo, independientemente de su sexo biológico. En España, Navarra ha implantado ya para el próximo curso un programa educativo que incluye “curiosidad sexual y juegos eróticos infantiles” para niños de 0 a 6 años. ¿Hacia dónde vamos?
?"Llevamos en el programa una asignatura de feminismo para que las niñas y niños accedan a la educación sexual y reproductiva, para que conozcan una una historia que no invisibilice a las mujeres, para evitar el acoso a las niñas y niños LGTBI" @isaserras #DebateMadrid26M pic.twitter.com/Nqq1UpOPjo
— Podemos Comunidad de Madrid (@PodemosCMadrid) May 20, 2019
La Congregación expone su deseo de promover “una metodología articulada en las tres actitudes de escuchar, razonar y proponer, que favorezcan el encuentro con las necesidades de las personas” (n.4)
La escucha (nn. 8-11) es premisa de todo diálogo. La Congregación “escucha” el origen filosófico y cultural que ha dado origen a la ideología de género. La ideología asume el género queer como su más perfecto exponente: “una dimensión fluida, flexible, nómada al punto de defender la emancipación completa del individuo de cada definición sexual dada a priori” (o sea la biológica, que se considera una imposición rígida). Lo queer es un brindis a la graduación de la identidad y la intensidad de la orientación sexual, así como la identificación del propio género. Este modelo se aplica también a las uniones afectivas que se fundamentan en las emociones y se autolegitiman como sustitutivas de la fórmula matrimonial original.
Los puntos de encuentro (nn. 15-18) con la ideología de género son muy básicos: la lucha contra cualquier discriminación, con reconocimiento de carencias y retrasos; el apoyo a la igual dignidad del hombre y la mujer; el respeto por cada persona tal y como es; la reivindicación de las virtudes femeninas tan necesarias para la vida política y social, que se recogen en una maternidad afectiva, cultural y espiritual.
Las críticas (nn. 19-23) a la ideología de género son también fundamentales: la confusión de la libertad como voluntad del sentir (emociones) y del querer (impulsos), no como una capacidad vinculada, limitada y finalizada por el ser persona, varón o mujer; se alerta de que ese naturalismo aboca en el relativismo donde todo vale por igual, no hay orden ni finalidad; se advierte que esta supuesta “indiferencia” en el campo afectivo-sexual vacía de sentido antropológico las relaciones familiares.
El documento «Varón y mujer los creó» desciende a los argumentos racionales (nn. 24-29) que cuestionan la ideología de género. Acude a la genética, endocrinología, la neurología y la medicina para afirmar la centralidad del cuerpo humano sexuado “como un elemento integral de la identidad personal y las relaciones familiares (…), subjetividad que comunica la identidad del ser” (n. 24). Advierte el texto de la injusticia que se comete al ignorar el sufrimiento de quienes viven en una condición sexual indeterminada. La ambigüedad es todo menos gratuita. Señala razones antropológicas por las que la identidad sexual es parte de la condición y de la identidad personales, y alude finalmente a la complementariedad fisiológica de los sexos, no solo en términos reproductivos sino también educativos y sociales.
Frente a la ideología de género, la Iglesia re-propone la antropología cristiana, (nn. 30-35) por ser la que “integra la dimensión vertical de la comunión con Dios y la dimensión horizontal de la comunión interpersonal, a la que son llamados el hombre y la mujer” y la que contempla la madurez personal desde su aspecto de apertura total, integrando en las relaciones humanas la condición sexual, junto al “temperamento, la historia familiar, la cultura, las experiencias vividas, la formación recibida, las influencias de amigos, familiares y personas admiradas, y otras circunstancias” (n.33)
Hay diferencias esenciales entre el varón y la mujer, independientemente de las ideas o la conducta.