Patricia Santos | 16 de junio de 2019
El documento publicado por el Vaticano pide a los formadores que estén bien preparados para poder hacer frente a la ideología de género.
Si hay algo de especial importancia que habría que destacar del nuevo documento sobre la ideología de género publicado por la Congregación para la Educación Católica es la referencia expresa a los formadores. La educación es la gran propuesta de este documento (nn. 47-51).
¿Por qué? Porque la educación en el fondo -y en las formas- es un arte que se lleva a cabo a través del trato, de las palabras, de una relación de confianza y de autoridad, en tensión permanente hacia el bien arduo, sacando la verdad de uno mismo y poniéndola frente a frente con las verdades de Dios, de los demás y del mundo. El profesor es, al final un referente, y “si hay arte”, un amigo que el alumno recordará toda su vida.
Con gran responsabilidad, todos los formadores están llamados a la realización real del proyecto pedagógicoVarón y mujer los creó, n. 47
Frente al libertinaje pulsional que promueve la ideología de género, la Iglesia recuerda que no todos “pueden” ni tienen por qué ser maestros. Quien posea ese don debe estar a su altura, consistiendo esta aptitud en: personalidad madura, preparación intelectual y pedagógica sólida, equilibrio psíquico necesario para esa “lucha cuerpo a cuerpo”, esos días de martillo o cincel, de continuo trabajo (n. 47).
Sobre la autoridad en la educación. De una parte, el texto se refiere a la autoridad de los responsables de dirección de los centros educativos católicos, que han de “garantizar un servicio coherente con los principios cristianos que constituyen la identidad del proyecto educativo, así como interpretar los desafíos contemporáneos a través de un testimonio diario de comprensión, objetividad y prudencia” (n. 48); de otra parte, considera la autoridad del educador.
No es el autoritarismo tan criticado por la ideología de género, sino la condición espiritual, intelectual y psíquica del educador que se funda en una concepción positiva y constructiva de la vida, y en el esfuerzo constante por realizarla (n. 48). Actitud imposible si se vive aislado: es necesario que los educadores sepan cooperar a formar una comunidad educativa a través de la convivencia y del generoso intercambio educativo, emocional y personal.
La Iglesia pide que se llegue a los educadores, por su importancia a corto y largo plazo en la batalla contra la ideología de género. Esta preparación se resume en las siguientes cuestiones (nn. 50-51):
Necesidad de recibir una formación clara y profunda sobre los diferentes aspectos de la cuestión del género, llegando hasta la psicopedagogía, para poder captar situaciones particulares que requieran una solicitud especial.
Necesidad de estar informados sobre las leyes vigentes y las propuestas que se están discutiendo en el propio país.
Colaboración entre colegios y universidades para garantizar una capacitación adecuada y actualizada sobre la ideología de género durante toda su vida; profundizar los diversos aspectos de la educación sexual a fin de obtener subvenciones, guías pedagógicas y manuales educativos establecidos en la visión cristiana del hombre; y elaborar materiales y metodologías docentes innovadoras y creativas que ayuden a consolidar la educación integral de la persona desde la visión cristiana del hombre.
Se anima a la consecución de un pacto educativo y a la cooperación entre todos los responsables, a nivel local, nacional e internacional, como un medio importante que garantice la formación permanente de los propios educadores.
Es necesario que los maestros católicos reciban una preparación adecuada sobre el contenido de los diferentes aspectos de la cuestión del ‘gender’ Varón y mujer los creó, n. 49
Finalmente, (nn. 52-57) la Iglesia encomienda a los educadores católicos la necesidad de ser testimonios vivos de lo que enseñan, muy especialmente en torno a estas verdades; llama a familias y escuelas a proteger su libertad de conciencia y libertad religiosa en los estados democráticos, siendo inadmisible la imposición del pensamiento único en esta materia (como en otras), y existiendo por tanto legítimo derecho de las escuelas a tener sus propios materiales y enseñar conforme a sus valores, frente a las “antropologías de la fragmentación y de lo provisional”(n. 54); por último se pide y agradece que las escuelas católicas y los educadores católicos sean expertos en humanidad: adaptándose a las edades y situaciones de los alumnos, acompañando con confianza y paciencia.
Parece que la Iglesia contempla el desarrollo de la ideología de género como una circunstancia (letal) que ha de acompañarnos no sólo momentáneamente sino también en generaciones futuras. La ideología de género ha llegado para quedarse y es difícil vencerla con simples escaramuzas, menos aún desde la ignorancia.
El documento publicado por la Congregación para la Educación Católica aporta argumentos que destacan el valor de la familia y la formación cristiana.