Antonio Olivié | 18 de mayo de 2020
Dos mujeres, una madre de familia y una religiosa, protagonizan los dos milagros de Juan Pablo II que, certificados, permitieron avanzar en su canonización.
Para que la Iglesia declare la santidad de una persona es preciso completar todo un proceso. Se parte de la fama de santidad, algo evidente para la mayoría de los fieles católicos que conocieron a Juan Pablo II. A partir de ahí, es preciso constatar dos hechos milagrosos, uno para la beatificación y otro distinto para la canonización. Esto tampoco fue difícil con Karol Wojtyla. El encargado de gestionar la causa recibió unos 15.000 relatos de sucesos extraordinarios. De entre los primeros que llegaron, se seleccionaron dos de mujeres enfermas que estos días, años después de su curación, podrán celebrar con plena salud los 100 años del nacimiento del Papa polaco el 18 de mayo.
Hace unos meses, cuando aún se podía viajar por el mundo, tuve la oportunidad de ir a Costa Rica para conocer a una de las protagonistas de la canonización de Juan Pablo II. Se llama Florybeth, Flory para los amigos, y vive en una localidad cercana a San José, la capital del país.
Cuando en el año 2011 le detectaron un aneurisma cerebral, después de apreciar fuertes dolores de cabeza, el mundo se le vino abajo. A sus 47 años, Flory tenía una familia a su cargo, con uno de los hijos todavía muy pequeño. Por eso, cuando dos doctores distintos certificaron que no había posibilidad de curación y que apenas le quedaban unas semanas de vida, recurrió a la oración.
En esos días retransmitían en televisión la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II. Era el 1 de mayo de 2011 cuando, al ver los eventos de la plaza de San Pedro, decidió pedirle al único Papa que había visitado su país que le curara el aneurisma para poder cuidar a su familia. Por entonces, apenas se levantaba de la cama y tenía parte del cuerpo paralizado.
Al despertar al día siguiente, escuchó una voz que le dijo que no tuviera miedo, que se levantara. No era algo normal, ya que llevaba días con dolor de cabeza. Su marido, al verla despierta, se sorprendió. No entendía cómo podía mantenerse en pie y cómo era posible que ya no le doliera nada.
Las pruebas que le hicieron los mismos médicos que la habían desahuciado dieron un resultado imprevisto: no había ni rastro del aneurisma incurable. Un hecho que pudieron constatar, meses después, en el Hospital Bambino Gesù de Roma, cuando decidieron analizar su caso en profundidad.
Han pasado nueve años de esa curación inexplicable. Y Flory sigue viviendo en la misma casa, con plena salud. Trabaja con su marido en una empresa de seguridad y cuida a sus hijos y nietos, que viven a pocos metros de su casa. Desde el primer día hasta hoy ha repetido la misma historia. Este año será especial, ya que podrá celebrar los 100 años de Juan Pablo II rodeada de toda su familia.
También será un día excepcional para la religiosa Marie Simon-Pierre, la protagonista del milagro que facilitó la beatificación de Juan Pablo II. Ella lo vivirá en Aix-en-Provence, en Francia, en una clínica para recién nacidos de la que tuvo que retirarse en el año 2005, debido al párkinson.
A los pocos días de fallecer Juan Pablo II, las religiosas de la comunidad de Marie Simon-Pierre decidieron acudir a él para pedir por su curación. Siendo joven, apenas podía mantenerse en pie y ya no era capaz de realizar las tareas más sencillas, ni de atender a los niños con discapacidad que trataban en la clínica.
Con el funeral de Juan Pablo II aún reciente, Marie Simon-Pierre se despertó un día con la sensación de que estaba curada. Poco a poco, los dolores y las molestias que la atenazaban habían desaparecido. Y el médico que la había atendido no daba crédito.
Lo cierto es que esta religiosa había sido sometida a todo tipo de pruebas, que confirmaban el desarrollo avanzado del párkinson, una enfermedad incurable. Por ello, todos los médicos que analizaron el caso, tanto en Francia como en el Vaticano, aseguraron que su caso era «científicamente inexplicable».
Sor Marie Simon-Pierre sigue trabajando hoy, lo comprobamos en febrero, en la misma clínica de Aix-en-Provence. Está en plena forma, no tiene ninguna secuela de su enfermedad y desempeña su labor con total normalidad.
Juan Pablo II ha sido considerado por muchos el Papa de la familia, por su incansable defensa de esta institución natural. No es extraño que sean dos mujeres, la primera madre de familia, y la segunda dedicada a atender a recién nacidos, las que lo hayan situado en los altares.
El padre Slawomir Oder, postulador de la causa de san Juan Pablo II, confirma que, de esos 15.000 hechos extraordinarios atribuidos a su intercesión, una gran parte se refiere a la familia. Entre ellos hay muchas reconciliaciones o conversiones, imposibles de certificar científicamente, pero igual de extraordinarias.
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