Antonio Olivié | 27 de septiembre de 2019
Durante el mes de octubre de 2019 se celebra el Sínodo de la Amazonía. Algunas polémicas pueden eclipsar este encuentro en el que participarán 21.000 personas.
Roma (Italia) | El próximo día 6 de octubre, el papa Francisco inaugura el Sínodo de la Amazonía, en el que participan obispos de los nueve países implicados. Algunos medios informativos han centrado todo el debate en la propuesta de que se pueda ordenar como sacerdotes a hombres casados, de edad avanzada y que hayan demostrado una vida coherente con la fe, para poder administrar sacramentos en zonas aisladas. Se trata de una cuestión discutida, pero corre el riesgo de eclipsar el alcance de este encuentro, que ha sido preparado con la participación de más de 21.000 personas.
Partimos de una encíclica. ¿Por qué un Sínodo de la Amazonía? Es una de las preguntas que más se formulan los católicos a la hora de hablar sobre el próximo Sínodo. Y la respuesta hay que buscarla en la primera encíclica de Francisco, la Laudato Si, dedicada a la ecología. Ahí se encuentran algunas claves importantes. Para empezar, la estrecha relación entre la naturaleza y la dignidad de la persona y cómo cuando se destruye el entorno hay unas consecuencias en la naturaleza y en la espiritualidad de quienes lo sufren. El hecho de que los efectos del cambio climático incidan sobre todo en los más pobres, en quienes menos están preparados para afrontarlo, es un elemento de preocupación para el Papa y para toda la Iglesia.
“Ahora somos importantes”. El que la Iglesia ponga su foco en la población del Amazonas es un hecho excepcional. Muy pocas instituciones internacionales se han preocupado de verdad por estar cerca de los pueblos indígenas y es algo que ellos valoran. Tal y como aseguraba el cardenal peruano Pedro Barreto, ahora los indígenas aseguran que “nos tienen en cuenta. Somos importantes para la Iglesia”. El mensaje llega tanto a los pueblos originarios como a los afroamericanos o mestizos que habitan hoy en esas tierras.
Chabolismo amazónico. La realidad de la Amazonía, tal y como recoge el Instrumentum Laboris, es que entre el 70% y el 80% de la población vive en ciudades. Son aglomeraciones urbanas donde, en muchos casos, “carecen de infraestructura y de recursos públicos necesarios para afrontar las necesidades de la vida urbana. Mientras aumenta el número de ciudades, disminuye el número de habitantes de las poblaciones rurales”. De esta forma, hay que tener presente que sus desafíos son similares a los de las grandes urbes de Asia o América, con periferias en las que con dificultad se tiene acceso a los servicios básicos, el agua o la electricidad. En ese entorno, la Iglesia tiene el papel de promover la dignidad de la persona y el respeto a sus derechos básicos, así como el derecho a exigir que las instituciones públicas atiendan a los ciudadanos.
Se plantea una excepción a la norma del celibato, calificado como “un don para la Iglesia”, en el que muchos ven la apertura de una rendija que puede terminar siendo un cambio de criterio para toda la Iglesia universal
Hacer frente a las sectas. Algunas organizaciones pseudorreligiosas, como la denominada Pare de sufrir, y numerosas organizaciones evangélicas y sectas se han hecho fuertes entre los pueblos amazónicos. Tienen más implantación que la Iglesia Católica. En ese contexto, el documento de trabajo del Sínodo plantea la necesidad de adaptarse mejor a las características de los habitantes, saber presentar “una iglesia con rostro amazónico” para poder hacer frente a estas realidades.
“Teología indígena panamazónica”. Entre los elementos desconcertantes del Instrumentum laboris se encuentra (en las sugerencias del capítulo X) la recomendación de promover “la enseñanza de la teología indígena panamazónica en todas las instituciones educativas católicas”. Según los redactores del documento de trabajo, este conocimiento “permitirá una mejor y mayor comprensión de la espiritualidad indígena”. Piden “tener en cuenta los mitos, tradiciones, símbolos, saberes, ritos y celebraciones originarios”. Como antídoto frente al consumismo y los atentados al medio ambiente se plantea “recuperar mitos y actualizar ritos y celebraciones comunitarias que contribuyan significativamente al proceso de conversión ecológica”.
Promover vocaciones… también de hombres casados. Otro de los puntos más críticos del documento de trabajo es la petición de que “para las zonas más remotas de la región, se estudie la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferiblemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los Sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana”. Hay que tener en cuenta que, en algunas zonas apartadas, los sacerdotes apenas pueden llegar una vez al año, y siempre que cuenten con fondos para navegar a motor durante horas. En este contexto, se plantea una excepción a la norma del celibato, calificado como “un don para la Iglesia”, en el que muchos ven la apertura de una rendija que puede terminar siendo un cambio de criterio para toda la Iglesia universal. En este sentido, las críticas se centran en que no pueden ser solo los obispos de una parte de la Iglesia quienes alteren un elemento básico en la tradición católica.
Los autores del documento creen que la Iglesia debe fortalecer su identidad cultural frente a la pérdida de sus valores, idiomas y su relación con la naturaleza
Clericalismo en la acción social. En diversas partes del Instrumentum Laboris se habla de la necesidad de erradicar el clericalismo, pero al mismo tiempo se plantean soluciones concretas a los problemas. Una de ellas, el “aliarse a los movimientos sociales de base, para anunciar profeticamente una agenda de justicia agraria que promueva una reforma agraria profunda, apoyando la agricultura orgánica y agro-forestal”. De esta forma, desde un documento eclesial se expone una propuesta concreta que, en el medio o largo plazo, puede no funcionar. ¿Por qué una “agricultura orgánica” y no promover, por ejemplo, un turismo sostenible? ¿Por qué no animar cooperativas de trabajadores que permitan garantizar la alimentación en grandes ciudades? Son respuestas que deberían quedar abiertas para los laicos que trabajan en cada sector y no determinadas desde los púlpitos.
Los jóvenes y las lenguas originarias. Dentro de un mundo globalizado, en el que los jóvenes tienen acceso a contenidos atractivos de todo el mundo, especialmente en inglés y en español, es normal que muchos pierdan sus lenguas originales. Algo que el documento de trabajo del Sínodo ve preocupante, porque se pierde el contacto intergeneracional. En este sentido, los autores del documento creen que la Iglesia debe “fortalecer su identidad cultural frente a la pérdida de sus valores, idiomas y su relación con la naturaleza”.
Los elementos planteados por el documento de trabajo no quiere decir que vayan a ser aceptados por todos. Primero deberán recibir la aceptación del Sínodo y, después de analizarlo a fondo, será el papa Francisco quien determine hasta dónde deben llegar los cambios.
El Sínodo de la Amazonía, que se celebrará en octubre de 2019 en el Vaticano, invita a acoger “la espiritualidad indígena como fuente de riqueza cristiana”.