José Francisco Serrano Oceja | 07 de octubre de 2019
Los medios de comunicación prescriben nuestra forma de vida. En ocasiones, se convierten en dictadores morales debido a la ausencia de un pensamiento crítico y de conversaciones cara a cara.
Antes se decía que el mayor poder de los medios consistía no en decirnos qué tenemos que pensar, sino sobre qué tenemos que pensar. Ahora se dice que la fuerza de los medios está en moldear los hábitos sociales, ser fuentes de la autoridad moral. En no pocas ocasiones, los medios se convierten en los nuevos dictadores morales, prescriptores sociales, “maestros de la ley”. Si hace esto, para conseguir esto, lo que deberíamos hacer y lo que deberíamos dejar de hacer… Pero, ¿quién le ha dado esa facultad a los medios? ¿En dónde radica su autoridad moral? ¿Es síntoma de un nuevo cambio moral?
Priorizamos la conexión a las conversaciones cara a cara, la escucha y la empatía (Sherry Turkle); la dispersión frente a la atención (Daniel Goleman, Clifford Nass); la impaciencia frente a la espera (Andrea Köhler); el afán de dominio frente a la acogida de la realidad (Fabrice Hadjadj); el consumismo automatizado frente a la reflexión crítica (Jaron Lanier, Lamberto Maffei, Luciano Concheiro). Priorizamos la prescripción por parte de los medios frente a la descripción de la realidad.
Analicemos primero con quién nos relacionamos, con quién nos tratamos, para luego preguntarnos por qué nos dicen esto y para qué nos dicen eso. Comencemos por los datos de horas de conexión a plataformas digitales en el mundo. Según el Global Web Index (GWI), que ha investigado las horas de conexión de sus nacionales a plataformas como Facebook, Instagram, Twitter, Snapchat, los países en vías de desarrollo son el espacio en el que sus ciudadanos se conectan más a estos medios.
La lista comienza con los filipinos, que de 2:49 horas de conexión en las redes sociales en 2012 pasaron a más de cuatro horas en los primeros meses de 2019; los brasileños (3:45), los colombianos y nigerianos (3:36), los argentinos (3:27), y así. Los españoles están en el puesto 36, con 1:43 horas, mientras que los últimos sitios se los reservan los alemanes (1:15) y los japoneses (0:45).
¿Por qué estamos ese tiempo conectados a una red social? Por el deseo de estar con alguien, el 39%; informados de los últimos sucesos y noticias aventaja al motivo antes mencionado, 40% frente a 39%. Otras causas son poder ver contenidos divertidos o entretenidos (38%), “matar el tiempo” (37%), compartir fotos o vídeos (33%) o “que muchos de mis amigos están ahí” (30%).
El primer poder de los medios está en que están con nosotros, viven con nosotros, forman parte de nuestro entorno más inmediato. Son invisibles, no se notan, pero nos acompañan a partes ocupando nuestro tiempo. No solo nos aconsejan, prescriben nuestra forma de vida. Pero la pregunta que no pocos se hacen es: ¿qué autoridad tienen los medios para ser nuestros prescriptores más destacados? ¿Por qué hacer caso a los medios? Simplemente, porque conectan con el tiempo, con nuestro tiempo, con los tiempos. Y quien tiene el tiempo ocupa el espacio, mental y material.
Pongamos un ejemplo en el ámbito de la familia. Los padres norteamericanos con hijos adolescentes confiesan que están tan enganchados a los móviles como sus hijos y que, por tanto, nadie discute. Y si no se discute, no hay razón confrontada, criterio expuesto, poder de influir moralmente.
Una investigación de Common Sense Media, realizada con 500 parejas de padres y sus hijos adolescentes, ofrece los siguientes resultados: si en 2016 el 29% los progenitores reconocían que se entretenían mucho tiempo con sus móviles, en 2019 ya son el 52%. De hecho, los padres admiten que se pasan de la raya en lo de darle a la pantallita del teléfono para arriba y para abajo. Hoy, el 67% de ellos hace esta autocrítica, frente al 41% de tres años atrás.
La conclusión es clara, cada uno a lo suyo. Y si cada uno va a lo suyo, nadie se preocupa por el otro. De ahí la sensación de que quien solo se preocupa por ti son los medios que consumes, que visitas, con los que interactúas. Y por eso permitimos que los medios nos digan qué es lo que tenemos que hacer y qué no tenemos que hacer.
Una buena educación para los medios pasa por preguntar críticamente a los medios. Y a usted, ¿quién la ha dado vela en este entierro? El medio de comunicación no es el rey. Los reyes somos nosotros, y quienes nos quieren. Al fin y al cabo, los medios nos quieren como usuarios, números, datos. Nuestros padres y los maestros nos quieren como personas. Por favor, que los medios no me quieran tanto…
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