Elio Gallego | 14 de julio de 2020
La izquierda europea va contra la clase trabajadora de sus propios países porque entiende que ha traicionado la Revolución, se ha «aburguesado» y se ha convertido en conservadora, cuando no reaccionaria.
Una de las categorías clave del pensamiento marxista, junto a otras más populares como «alienación» o «plusvalía», es la de «ejército de reserva». Con esta expresión se hace referencia al numeroso grupo de hombres y mujeres que necesitan un puesto de trabajo para poder vivir y están dispuestos a aceptar prácticamente cualquier trabajo y cualquier salario que se les ofrezca. El empresario hace una oferta y si el trabajador la rechaza no importa, porque siempre habrá algún desesperado dispuesto a aceptarla, y a trabajar todas las horas que sean necesarias y en las condiciones que se le ofrecen, por pésimas que sean.
Una situación así, pensaban Marx y Engels, adultera por completo la naturaleza de derecho privado del contrato de trabajo, ya que este presupone, como en toda relación bilateral, dos personas que libremente pueden pactar cuantas cláusulas consideren oportunas, siempre que no sean ilícitas. Ambos, empresario y trabajador, son «formalmente» libres, pero en la práctica solo uno lo es: el empresario. Solo él es libre para contratar; el trabajador, en cambio, está forzado de hecho a hacerlo, porque la alternativa es el hambre y la miseria para él y para su familia. Hasta aquí la argumentación marxista, que no es ni difícil de entender ni carece por completo de justificación.
El peso de esta idea se hizo sentir pronto en Europa, y el contrato de trabajo fue evolucionando hasta llegar a la figura híbrida de derecho privado y derecho público en la que se ha convertido en nuestros días. Además, la intervención directa de los poderes públicos no se ha limitado a señalar prolijamente las cláusulas y condiciones que deben incluirse en un contrato laboral, incluida la fijación de un salario mínimo, sino que ha pasado a todo un conjunto de materias relativas a desempleo, enfermedad o jubilación, de cara a asegurar por todos los medios de los que dispone el Estado la protección «social» del trabajador.
Y, sin embargo, todo este reforzamiento que el Estado otorga en nuestros días a la, en principio, parte más débil de la contratación laboral no elimina por completo la realidad que Marx y Engels designaban como «ejército de reserva». Es más, esta categoría resurge con singular fuerza en épocas de crisis con un elevado número de parados. En situaciones así, el trabajo poco cualificado recae inevitablemente en la sobreabundancia de oferta frente a la escasez de demanda por parte de los empleadores, produciéndose el tan indeseado desequilibrio entre las partes.
Y esta es la situación en la que España se halla en estos momentos, acercándonos rápidamente al 20% de parados según las estimaciones más realistas. Pues bien, llegados a este punto, surge la pregunta: ¿por qué la izquierda sigue favoreciendo por activa y por pasiva la inmigración, la legal y la ilegal, de modo que no puede sino incrementar de manera brutal el «ejército de reserva», con todas las consecuencias indeseables que ello tiene para la clase trabajadora?
Súmese además a la alta, altísima, tasa de desempleo existente entre los españoles, la masa de desempleados extranjeros ya residentes en España, con unas tasas de desempleo, por cierto, que superan con mucho la de los propios españoles. Es una obviedad que, en estas condiciones, la llegada masiva de inmigrantes va directamente contra los intereses de las clases trabajadoras españolas, o de los inmigrantes legales que ya residen aquí, pero si esto es así, ¿por qué la izquierda continúa favoreciendo la inmigración tanto legal como ilegal?
Y por si no bastaran los hechos para comprobarlo, animo al amable lector a que busque en la prensa la última propuesta de Podemos, a través de Pablo Echenique, para legalizar y nacionalizar a casi tres millones de inmigrantes por la vía rápida. Pero repitamos la pregunta: ¿qué le mueve a la izquierda a ir tan flagrante y directamente contra los trabajadores españoles? Reconozco que la respuesta no es sencilla. Lo que voy a exponer es una posible respuesta, pero con seguridad no es la única y seguramente junto a ella concurren otras posibles respuestas.
La izquierda europea va contra la clase trabajadora de sus propios países porque entiende que ha traicionado la Revolución, que se ha «aburguesado» y se ha convertido de este modo en clase conservadora, cuando no reaccionaria. Bueno, confieso que esto lo dijo ya por los años 60 y 70 del pasado siglo el gran teórico de la Nueva Izquierda, Herbert Marcuse. Y es por ello que no puedo dejar de pensar que la inmigración masiva es la venganza de la izquierda contra la clase trabajadora europea por su traición. Pero si esto es así, ahora solo falta que esta misma clase trabajadora tome conciencia de quién lucha contra ella, lo que a mi juicio ya está sucediendo, y sepa cómo defenderse contra quienes pretenden izquierdearla.
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