Ignacio Durán Escribano | 17 de agosto de 2021
En España no se está haciendo bien la planificación del sector eléctrico y el precio a pagar por ello está ya siendo muy alto, con el riesgo de hacerse insostenible.
Cabe pensar que vivimos en una sociedad inteligente, que busca la verdad para solucionar los problemas que nosotros mismos planteamos, pero hay verdades que resultan incómodas desde determinados puntos de vista, como es el caso de la generación y consumo de energía visto desde los políticos. La reciente toma de conciencia por parte de la mayoría de la población de que el precio del bienestar social es el calentamiento global, supone un reto que nuestros dirigentes no saben enfocar, recurriendo al populismo como arma política a base de las mentiras a medias. Se trata de rehuir el conflicto entre la mentira y la verdad a base de manejar mentiras creíbles. No quiero generalizar sino centrarme en el caso de la generación y consumo de energía y de su principal vector que es la electricidad.
El precio del bienestar social es el calentamiento global y eso supone un reto que nuestros dirigentes no saben enfocar, recurriendo al populismo
El progreso del bienestar social requiere incrementos cada vez mayores de la generación de electricidad. Aun si el consumo per cápita de energía disminuye en el mundo desarrollado, el incremento de la población supone un incremento global del consumo de energía. Al mismo tiempo, la indudable amenaza del calentamiento global nos exige la utilización de fuentes menos contaminantes y nos lleva a la potenciación de la energía eléctrica de forma generalizada. Es evidente que estamos ante procesos globales y eso hace que los políticos traten de escurrir el bulto esperando que sean otros quienes afronten el problema, cayendo así en el manejo de las mentiras creíbles, de las mentiras a medias. Se reconoce como verdad que hay que incrementar la producción de electricidad, aunque de fuentes cada vez menos contaminantes, pero el discurso político renuncia a la inteligencia para recurrir a los efectos emocionales.
Si el consumo per cápita de energía disminuye en el mundo desarrollado, el incremento de la población supone un incremento global del consumo de energía
El Gobierno español llegó al poder de aquella manera y tiene la composición que tiene. No voy a analizarlo ni quiero tomar partido por unas opciones u otras. Solo quiero poner la inteligencia por delante de la emoción porque la gravedad de la crisis energética creo que así lo requiere. No es el momento de sentirse atraído por lo que el ecologismo tiene de verdor sino de hacer notar que la deseable transición hacia una electricidad cada vez menos sucia requiere inteligencia. Requiere esa inteligencia que los distintos Gobiernos españoles han rehuído de forma sistemática. No es momento de abundar políticamente en lo emotivo porque hay mucho en juego y no es el momento de arriesgar en la política energética.
Existen distintas fuentes de energía que componen lo que se ha venido a llamar el mix energético que, si todo se pudiese empezar desde cero y teniendo en cuenta consideraciones globales sería muy fácil de definir en base a razonamientos económicos y medioambientales. Pero la mayor parte de los países están en vías de desarrollo –incluyendo China, a pesar de ser ya la segunda potencia económica– y se trataría en ellos de programarlo todo para que la casi totalidad de su consumo energético – doméstico, transporte, industria pesada – estuviese basado en la electricidad y la construcción de las plantas de producción eléctrica se atuviese al mix ideal.
En España, inmersa en la bien desarrollada Unión Europea, no podemos partir de cero y se trata, más bien, de actualizar el mix energético a partir de lo que se tiene ahora, pensando en los próximos 30 años. Es utópico pensar en un mix ideal y tenemos que ponernos, sin dilación, a una fuerte mejora del mix actual a partir de la hipótesis más generalmente aceptada, es decir, ir prescindiendo de las fuentes de combustión de materiales orgánicos (sean fósiles o renovables), para acercarnos al 60% de fuentes eólicas y solares e incrementar las energías hidráulica y nuclear hasta completar el 100%.
En España hay que actualizar el mix energético pensando en los próximos 30 años prescindiendo de las fuentes de combustión para acercarnos al 60% de eólicas y solares e incrementar la hidráulica y la nuclear
Vemos así que hay dos líneas de actuación urgente que no están en la agenda del Gobierno: una es la renovación del parque nuclear y otra la construcción de embalses a dos niveles para que sirvan como almacenamiento del exceso intermitente de producción solar y eólica. Son dos líneas de actuación que vienen rehuyéndose porque necesitan programación estatal, requieren fuertes inversiones cuyas cargas financieras necesitan tutela y no aportan beneficios electorales a corto plazo. Pero hay que afrontarlas y en eso España puede seguir el ejemplo de otros países “de nuestro entorno” que en el campo de la energía han puesto la inteligencia por encima de la emoción política, con acuerdos a largo plazo por encima de las alternancias de los partidos políticos, para incrementar la generación de sus parques nucleares y aumentar la capacidad de almacenamiento, al mismo tiempo que se desarrollan las fuentes eólicas y solar, en base al resultado de un análisis científico de la situación.
Analizar por qué se ha distorsionado tanto la opinión pública acerca de las distintas fuentes de producción de electricidad requiere más espacio del disponible en un solo artículo periodístico. Hay no solo sesgos políticos sino también intereses empresariales y geopolíticos. Hay, además, evolución de las tecnologías que obligan a revisar los argumentos coyunturales. No obstante, el resumen puede ser que en España, con influencia de otros países europeos, no se está haciendo bien la planificación del sector eléctrico y el precio a pagar por ello está ya siendo muy alto, con el riesgo de hacerse insostenible.
En diciembre de 1964, el comandante Guillermo Velarde entregó a Agustín Muñoz Grandes, vicepresidente del Gobierno, el proyecto para la construcción de bombas atómicas de plutonio.