Daniel Cepeda | 23 de agosto de 2019
El fútbol sirvió para lograr la paz y la unidad de un país donde fueron asesinadas más de un millón personas en una cruel guerra entre hutus y tutsis.
Se cumplien 25 años del fin de uno de los mayores genocidios de la historia que costó la vida a más de un millón de personas
El fútbol hizo que las etnias enfrentadas compartiesen este deporte como jugadores, rivales o aficionados del mismo equipo
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Un avión derribado el 6 de abril de 1994 pone en alerta a Ruanda. Durante las primeras horas nadie sabe quién ha causado el accidente. Originariamente se cree que un ataque armado puede ser la causa del accidente aéreo. Y así se confirma: el presidente de Ruanda Juvénal Habyarimana y otras seis personas que iban en el avión fueron asesinadas, supuestamente por el grupo rebelde tutsi del Frente Patriótico Ruandés tras el impacto de dos misiles antes de su aterrizaje en Kigali. La muerte de Habyarimana, de la tribu de los hutus, que viajaba también junto al presidente de Burundi, Cyprien Ntaryamira, desencadenó una guerra civil en el país.
El desconcierto era tal al principio que, estando reunidos personas de los dos grupos étnicos, no sabían quienes tenían que esconderse. Posteriormente, tras el atentado contra el presidente Habyarimana, desde la radio se animó a matar a cualquier tutsi que se viera. La muerte del presidente había desencadenado el genocidio de los tutsi. Los tiroteos y las explosiones de granadas empezaron en el centro de la ciudad de Kigali. Nada podía parar a los grupos de jóvenes que iban con machetes de un lado a otro matando, aleatoriamente. Los asesinos descansaban de noche y atacaban de día. El terror se instaló en Ruanda con decenas de miles de refugiados tutsi huyendo del país.
Ruanda fue colonizada por los belgas en los años 20. Fueron estos, los colonos belgas, quienes dividieron a los ruandeses en grupos étnicos: la tribu hutu y la tribu tutsi. Después de la independencia de Ruanda en 1959, el gobierno hutu comenzó a marginar a la minoría tutsi poco a poco. En 1990, la hostilidad hacia los tutsi ya había alcanzado nuevas cotas y las tensiones se acentuaron cada vez más hasta desencadenar en la guerra. La mayoría de los tutsi se marcharon del país, pero todavía había muchos que se resistían a abandonar un país que duplica el tamaño de Bélgica.
En los primeros años de la colonización, los belgas llevaron el fútbol a Ruanda para que se convirtiese en el deporte predilecto del país. El balompié ha tenido desde entonces una importancia significativa para los ruandeses. Un mes antes del conflicto, concretamente el 6 de marzo de 1994, el equipo de fútbol más importante de Ruanda, el Rayon Sports, jugó el partido más importante de su historia hasta la fecha. El Estadio Nacional Amahoro fue testigo del encuentro de vuelta de clasificación para la fase final de la Copa África. El Al-Hilal tenía ventaja en la eliminatoria con el 1-0 de la ida, pero este marcador no resultó suficiente para los sudaneses porque el Rayon Sports consiguió la remontada con una goleada por 4-1. La victoria fue de tal magnitud que el presidente Habyarimana invitó a los jugadores a su casa para celebrar el éxito del equipo.
En los primeros años de la colonización, los belgas llevaron el fútbol a Ruanda para que se convirtiese en el deporte predilecto del país
El encuentro marcaría la vida de Baptista, uno de los futbolistas más destacados del Rayon Sports. Las autoridades buscaban a los tutsi; Baptista era hutu. En su huida del país con un amigo (tutsi) fueron interrumpidos por la milicia. El documental This is football de Amazon Prime Video, cuenta que mientras les robaban sus pertenencias y temían ambos por su vida, un niño se acercó y dijo preguntando: “¿No es Baptista?”. El soldado se acercó y exclamó: “¡Ah, Baptista, eres tú! Oíd todos (resto de soldados), devolvedle las cosas”. Para certificar que realmente era Baptista mostró un álbum con la foto donde salía él con el resto de compañeros del Rayon Sports en el encuentro con el presidente. Los soldados eran aficionados del Rayon y eso le salvó la vida.
En 100 días, más de un millón de ruandeses fueron asesinados en el genocidio de los tutsi. La matanza acabó con la llegada del Frente Patriótico Ruandés liderado por el actual presidente Paul Kagame el 15 de julio de 1994. Esto obligó a los hutu, ahora les tocaba a ellos, a refugiarse en los países vecinos, más concretamente en Zaire, donde en la actualidad hay dos millones de personas de la etnia hutu. Las autoridades afirmaron que fue la mayor escalada de violencia humana que han presenciado las Naciones Unidas en casi 50 años. Tras finalizar el conflicto, muchos refugiados tutsi regresaron a Ruanda sin saber, como los supervivientes, quién estaba vivo y quién había fallecido en la guerra. Principalmente, los tutsi perdieron en su mayoría a familiares y amigos durante el genocidio.
El gobierno quiso empezar un proceso nada sencillo de reconciliación. Se reinstauró la Gacaca, que es un juicio popular donde los acusados no tienen abogado ni derecho de apelación, pero se les reduce la condena si confiesan previamente. Este juicio tenía como objetivo sensibilizar a la gente de que tenían que perdonar, porque si no perdonaban el país no podía avanzar.
En el proceso de recuperación del país, el fútbol también fue un elemento fundamental. La gente en su tiempo libre volvió a jugar al fútbol y a compartir este deporte con los demás, sin importar la etnia. “Jugábamos para ser felices y para compartir la vida. El fútbol nos había unido. Cuando el jugador está en la cancha con el balón, pasando, regateando y corriendo se siente feliz”, afirma un protagonista en el documental.
Los primeros partidos de fútbol fueron los que disputaron los supervivientes del genocidio contra los presos, y esto provocó que poco a poco los jugadores fuesen respetando al rival. Baptista fue de los primeros que acudieron con el balón a los terrenos de juego para que estos campos fuesen llenándose de jugadores y espectadores. Y es que la mentalidad de ser uno ayuda a la unidad y a la reconciliación. Gracias al fútbol, los antiguos enemigos se encontraban en el estadio como jugadores, rivales o aficionados al mismo equipo. Las mujeres, por entonces, con un futuro poco esperanzador, cobraron importancia en la sociedad a través del deporte con la creación de la organización de mujeres en el deporte. Así se fue rehaciendo Ruanda.
En 100 días, más de un millón de ruandeses fueron asesinados en el genocidio de los tutsi
El fútbol ayudó a reconstruir las comunidades locales, pero el punto de inflexión llegó en 2003 en la Copa Africana de Naciones. Ruanda nunca había conseguido clasificarse y tenía enfrente a la siempre difícil selección de Ghana en el partido decisivo. En un campo lleno a rebosar, que fue utilizado por refugiados, y con miembros en el equipo nacional de los hutu y los tutsi, Ruanda consiguió la victoria por 1-0 y de paso la clasificación por primera vez en su historia para el mayor campeonato africano de selecciones que se celebró en 2004 en Túnez.
Esta victoria unió a todo el país. El fútbol fue el vehículo que utilizó Ruanda para lograr la paz y la unidad nacional. El pasado quedaba cada vez más lejos aunque no hubiesen pasado ni 10 años del genocidio. Las heridas, que parecían imposibles de cicatrizar, están ya prácticamente curadas y esto se traduce, hoy en día, en el crecimiento de su economía a un ritmo medio anual del 7,1%. Saber perdonar, olvidar el pasado, tener sentimiento de comunidad y de mirar al futuro juntos, son el mejor ejemplo de paz y crecimiento que bien podría aplicarse en muchos países y estados del mundo. Entre ellos España, por supuesto.
Aprovechando el centenario de la Revolución Rusa, se reeditan multitud de libros que recuerdan el horror provocado por el comunismo y que debería ayudar a descartar una ideología que, siendo caduca y cruel, es presentada por algunos como «tabla de salvación».