Chema Rubio | 15 de agosto de 2020
Ante la falta de rastreadores, tecnología. La app de Google y Apple debe estar en nuestros móviles para protegernos. No podemos vivir sin otras aplicaciones que exprimen nuestra privacidad, pero ponemos en duda este seguro de vida.
La COVID-19 sí que perjudica seriamente la salud. Casi 50.000 muertos en España -lo dicen todas las estadísticas, menos las del Gobierno- son suficientes para que nos tomemos en serio esta enfermedad que nos ha cambiado la vida de un día para otro y no nos la va a devolver tal y como la conocíamos.
La gestión de la pandemia en España ha quedado politizada desde el tercer día del estado de alarma. Cuando Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, junto con todos sus acólitos, discutían para ver si tomaban decisiones sobre cómo atajar los contagios o metían mano en España, nacionalizando empresas hasta dejarla irreconocible.
Por poco ganó la primera opción, la de tomar medidas sociales, sanitarias, económicas… mejores o peores, a tiempo o tarde, muchas o pocas… Cada uno podrá rendir cuentas al Gobierno cuando le dejen. Pero lo que no podemos negar es que la ayuda de la tecnología nos va a venir muy bien ahora que ya conocemos más del coronavirus.
Era mayo cuando empezamos a oír hablar de los rastreadores. Parecían personajes de películas de espías que se dedicaban a curiosear nuestros movimientos. Poco a poco, los contagios bajaron, por fin las mascarillas se convertían en obligatorias y España tomó cierta conciencia de lo que teníamos entre unas manos cada vez más y mejor lavadas.
El trabajo del rastreador está siendo más útil que el de muchos políticos. Por cada ministro inútil en la Moncloa, podrían contratar a varios rastreadores. Por cada euro que recibe la Complutense en ayudas públicas para la investigación y que no genera nada, podíamos tener un ejército de sanitarios colgados del teléfono.
Pero Madrid ha tenido que privatizar el rastreo porque a la Complutense se le ocurrió ofrecer el trabajo sin remunerar y saltaron todas las alarmas. Ahora serán nuestros impuestos los que paguen a un equipo de personas preparadas para aislar rebrotes y no dejar asintomáticos sueltos.
Los españoles hemos puesto mucho de nuestra parte. Muchos días de encierro, situaciones personales muy duras, hemos tenido que cumplir horarios absurdos y restricciones ilógicas sin rechistar. Los políticos nos felicitan más de lo que nos merecemos, en vista de la cueva en la que nos estamos metiendo otra vez.
La app Radar COVID ya ha llegado a la península. En La Gomera ha demostrado que dobla el trabajo de los rastreadores. La máquina al servicio del hombre. Una aplicación creada por Google y Apple (99,99% del mercado de móviles) para detener los contagios.
Antes de que los de siempre politicen la app y nos digan que va a controlar nuestros movimientos, que no es fiable, que husmea en nuestro móvil, que pasa información a las grandes empresas tecnológicas… hay que decir que, aunque haga todo eso -que no lo hace-, y además nos funda la batería del móvil -que tampoco-, hay que instalarla. Instalarla, descargarla de Google Play o de la App Store, activar el radar y ponerla a funcionar.
Durante la vida útil de un móvil, nos bajamos cantidad de aplicaciones basura que no ofrecen lo que dicen, que se llevan toda nuestra información, que consumen memoria y se ventilan la batería… Y nos da igual, porque ni lo sabemos ni tenemos nada que esconder.
En el caso de la app Radar COVID, nos estamos instalando un seguro de vida para nosotros y para nuestro entorno. Más seguro cuantos más ciudadanos la tengan. Si no podemos vivir sin WhatsApp, Twitter, Facebook o Instagram, tampoco debemos hacerlo desde ahora con la única tecnología que ha unido a las dos grandes techs por una buena causa.
No me voy a parar en los detalles técnicos de la app. Basta decir que es necesaria, que no limita nuestro móvil y que no vamos a notar que la llevamos instalada. Que si puede salvar un contagio, ya habrá valido la pena descargarla. Los incrédulos pueden seguir creyendo que el Gran Hermano los vigila, pero habría que preguntarles si tienen algo que esconder.
Y, por cierto, nos vigilan más y mejor de lo que creemos porque nos dejamos.
Internet es el soporte de muchas empresas para sobrevivir en la pandemia. Nada nos devolverá la vida de antes, pero conseguiremos una vida mejor.
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