Chema Rubio | 24 de julio de 2020
Internet es el soporte de muchas empresas para sobrevivir en la pandemia. Nada nos devolverá la vida de antes, pero conseguiremos una vida mejor.
Hasta que alguien le ponga el cascabel al gato del 5G y se puedan hacer todas esas cosas interesantes que Estados Unidos no quiere que haga Rusia, nos tenemos que agarrar al Internet de toda la vida.
La pandemia del coronavirus fue como una ola gigante que llegaba de Este a Oeste del planeta. De Asia a América, barriendo Europa. El argelino copiaba los hábitos del shanghainés en menos de 10 días, aunque los separasen siete mil kilómetros en línea recta y 15 horas, con cambio de día incluido.
En España se acababa el papel higiénico de las estanterías y los repartidores no daban abasto para entregar todo lo que se compraba compulsivamente online. El Internet de las cosas de casa, de las cosas de siempre, de las cosas que no pueden faltar o el Internet de las cosas que antes comprábamos en las tiendas y ahora no.
Cualquier negocio que haya querido sobrevivir en la «nueva normalidad» ha tenido que pasar al otro lado de los ordenadores, móviles o tabletas. Hacer una web, implementar nuevos sistemas de pago, acercarse al cliente por Facebook o Instagram y repartir su mercancía para sobrevivir.
Amazon señalaba el camino. Lo ha hecho desde hace años, asfixiando a todos los que querían parecerse al gigante de Bezos. Nadie es capaz a día de hoy de igualar sus precios, su amplia gama de productos o sus condiciones de envío y devolución. Y pasarán años hasta que alguien pueda tumbar a Amazon por competencia directa. Razón suficiente para seguir apretando desde el perfil impositivo, a ver si encuentran una vía de agua.
El Corte Inglés ha avanzado mucho en venta por Internet, pero su negocio es físico y eso le complica llevar todos sus productos a la web. Su sistema de venta ya era bueno antes de la pandemia. Durante el confinamiento, potenciaron su línea de supermercados para enviar a casa o recoger en tienda y ahora intentan aumentar sus ventas con sus primeras rebajas enfocadas al online.
Inditex sí que se ha puesto a trabajar en su negocio por Internet. Sus firmas ya tenían un elaborado plan de venta, una logística precisa y una entrega y devolución perfectas. Al contrario que El Corte Inglés, los empleados de Inditex están formados en venta online, conocen el proceso y la mecánica.
A finales de abril, la empresa de Amancio Ortega anunciaba que tenía previsto destinar 1.000 millones de euros para alcanzar el 25% de ventas digitales en 2022. Saben que el cliente va a salir menos de casa y quieren ponerle el producto en su puerta. Su sistema de inventariado online y en tienda y la identificación de sus productos por radiofrecuencia los convertirá en el gran rival a batir.
Si las grandes empresas se digitalizan, el pequeño comercio no se queda atrás. Entre compras de geles hidroalcóholicos, mascarillas y mamparas, se las han tenido que ingeniar para vender por Internet. Un menú del día, fruta, carne, pasteles o pescado.
Las redes sociales ayudan mucho. Facebook es la gran plataforma por excelencia. Sirve para estar en contacto con amigos y subir fotos de las vacaciones. Y también sirve para vender. Su plataforma de e-commerce puede salvar de la quiebra al pequeño negocio que vende barras de pan, tartas y bollos. Un chat, un pedido, un horario y un pago (alegal) por Bizum. Sin contacto. Saliendo de casa lo justo. Sin esperar colas.
La pandemia nos ha dejado sin las mugrientas cartas de los bares y sin la burocracia de los concesionarios. Dos hechos que tienen que haber llegado para quedarse. No era necesario que las cartas tuvieran muestras de todos los platos que ofrecían y tampoco era obligado pasar horas intentando ver el coche que te querías comprar. Ahora puedes pedir unos calamares y una caña mediante un código bidi y puedes comprar el coche y financiarlo sin moverte del despacho.
Un cuarto de millón de negocios cerrados en España en cuatro meses nos ha arrastrado a la digitalización de los negocios. La conexión es de las mejores de Europa (y de las más caras), pero había que llenarla de contenidos interesantes. La vacuna no nos devolverá la vida de antes del 14 de marzo de 2020, pero vamos a conseguir que nos devuelva una vida mejor.
Bousselham quiso grabar en la tarjeta de memoria el vertedero digital de Podemos. Un móvil barato, con Android y una memoria de serie que le puede costar caro a Iglesias.
La COVID-19 ha dejado sin poder votar a 500 personas en las elecciones vascas y gallegas. España no es capaz de trabajar en el i-voting de forma eficaz.