Chema Rubio | 25 de septiembre de 2020
La imagen de una pantalla dividida con Raquel Mosquera dando paso al informativo de Pedro Piqueras es el último hito para conservar la audiencia y perder la dignidad.
Raquel Mosquera dando la bienvenida al informativo de Pedro Piqueras es historia de la televisión. Y esa página solo la podía escribir Telecinco. La televisión ha exprimido la tecnología para hacer de sus minutos oro puro. Cada segundo de emisión vale miles de euros y no pueden emitir cualquier cosa ni de cualquier manera.
En el último espectáculo televisivo de Telecinco, la doble pantalla ha hecho mucho para que todo el mundo hable de ellos. Doble pantalla y dos personajes antagónicos a los que unen para redondear un modelo empresarial único y en manos de muy pocos. Un espacio de cinco horas que se llama Sálvame y que toda España asegura no haber visto nunca. Contenidos que se retroalimentan de otros espacios, guionizan oportunamente y en los que la propia cadena participa. Sesudos debates donde sus colaboradores hablan sobre el coronavirus, sobre Juan Carlos I, o sobre personajes creados por y para la ocasión desde la más absoluta nada y que son devorados y enterrados en minutos.
Sálvame es el medio. La audiencia es el fin. Y así todo queda justificado. Hagan lo que hagan
Sálvame es el medio. La audiencia es el fin. Y así todo queda justificado. Hagan lo que hagan. Y hacen mucho, porque ese programa tan largo es el contenedor perfecto para ir metiendo almas de sobremesa que no tienen nada mejor que hacer que clavar sus ojos en la televisión. Darán por bueno cualquier tema de los que traten. No perdamos de vista que en los peores meses del confinamiento ese programa se saltó todos los protocolos y medidas de seguridad para entretener a la gente en casa muchas horas. Eran necesarios para esa batalla mediática del Gobierno de Pedro Sánchez, donde una imagen vale más que mil palabras… Y si son mil imágenes metiendo miedo al personal, mejor. Nadie se ha atrevido a denunciar las tropelías de aquellas tardes de marzo y abril porque hicieron buen servicio a la causa.
Quién le iba a decir a Pedro Piqueras cuando dejó Albacete para estudiar Periodismo en la Complutense que la peluquera que se casó en segundas nupcias con el boxeador Pedro Carrasco iba a ser su telonera en los informativos de Telecinco. Ni la Virgen de Los Llanos lo ha protegido. Él, un periodista reputado que pasó por TVE, Antena 3 o RNE. La cara habitual del cine español interpretando noticias de guion dando el relevo a José María García. Desde aquel año 2006 cuando aterrizó en Informativos Telecinco, su vida profesional dio un vuelco. Las noticias terribles y apocalípticas que contaba cada noche eran el Alpha de Telecinco… Y Sálvame era el Omega. Y en la cadena de Fuencarral saben latín y griego.
La audiencia que arrastra el espacio de entretenimiento (como lo califican las extintas parrillas de televisión de los agonizantes periódicos) es un bien preciado que Mediaset no puede dejar escapar por 30 segundos de algún anuncio de untuosas cremas. Era mejor unir la despedida de uno y el saludo de otro. Pero se podía hacer algo más, siempre se puede ir más allá en esa cadena. Que Piqueras formara parte mínimamente de Sálvame y que los contertulios se metieran en el informativo era la guinda del pastel de la audiencia. La tecnología de una pantalla partida y de las redes sociales congelando las caras de unos y otros hizo el resto.
Pedro Piqueras lleva años mimetizado con el entorno de su empresa. Sus contenidos de sucesos, morbo, asesinatos e imágenes impactantes son las miguitas de pan para que las sobremesas se prolonguen hasta después de la cena. No lo llamen bochorno, es televisión.
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