Perdóneseme el mal pensamiento pero, tras un somero estudio de situación, creo que Sánchez puede ser gafe. Reúne condiciones.
¿A qué PSOE votaron sus electores? ¿Al PSOE radical de un Sánchez sin careta, fundado en 2018? ¿Al PSOE socialdemócrata, centrado, de Felipe González? ¿Cuántos ciudadanos que votaron socialista se sentirán engañados?
La cuestión no era retirarse sino cómo hacerlo. Y ahí fracasó Washington y Joe Biden hizo el ridículo. Lo de Afganistán es un caos.
Las jóvenes generaciones, sobre todo en la izquierda, llegaron al compromiso político a menudo imbuidas de una versión mentida de nuestra Historia. Recibieron un relato que resulta hasta ridículo para quienes somos conocedores de la Historia o sencillamente amantes de la verdad.
Sánchez piensa que puede seguir engañando en todo y a todos sin consecuencias. La sociedad española puede ser pasota, y a menudo lo es, pero el número de tontos es mucho menor que el que cree Moncloa.
Vivimos en el mundo de la comunicación. Se trata de ganar guerras de papel. La fórmula consiste en confrontar la opinión pública con la opinión publicada y dar valor a esta última sobre la primera.
¿Es la española una sociedad pasmada? Lo cierto es que no reacciona. Por muchos euros que riegue el Gobierno a sus voceros el desastre no nos lo tienen que contar, lo padecemos. Si sigue contento Sánchez es que la sociedad no reacciona.
El puzle de España tiene algo de aquella pieza que tejía Penélope durante el día y destejía por la noche para ahuyentar el acoso de sus pretendientes.
Aquel ridículo paseo de medio minuto de Sánchez junto a Biden ha tenido su segunda parte en esta excursión norteamericana sin la compañía de empresarios importantes, sin reuniones relevantes, sin nada que decir y menos que esperar.