Antonio Alonso | 17 de agosto de 2018
Se cumple un año de los atentados de Barcelona y Cambrils y aún está vivo el ataque terrorista que sacudió a los españoles aquella jornada tranquila de un típico mes de vacaciones.
Un yihadista atropelló a decenas de personas a lo largo de medio kilómetro en Las Ramblas de Barcelona hacia las 17:00 horas. No era la primera vez (ni será la última) que los yihadistas usaban este método. Como balance final, 16 víctimas mortales, además de 8 terroristas abatidos. La noche anterior, hubo una explosión en Alcanar y la madrugada del 17 al 18 de agosto de 2017 en Cambrils hubo otro ataque. Aunque no se dieron simultáneamente, la conexión ha quedado demostrada entre los atentados de Barcelona y Cambrils.
Más allá de los datos que las investigaciones han ido arrojando, proponemos unos cuantos elementos para la reflexión.
El primero de ellos es que el auge del terrorismo yihadista en todo el mundo en las dos últimas décadas cambió la manera de abordar este fenómeno. Si anteriormente las investigaciones se centraban más bien en averiguar las fuentes de financiación, la composición y organización de los comandos o cómo se nutrían de armas, ahora el foco de atención está en cómo prevenir un nuevo ataque, por lo que la lucha antiterrorista se ha convertido casi esencialmente en una lucha contra la radicalización. La seguridad absoluta no existe y siempre existirá un riesgo (mayor o menor) de que estos atentados puedan producirse, pero al menos se podrá decir que se ha trabajado sobre ello, que se han buscado en experiencias nacionales e internacionales los mejores métodos para prevenir este tipo de actuaciones. Distintas estrategias (de la Unión Europea, del Consejo de Europa, de Seguridad Nacional…) ponen el acento en evitar que ciertas personas sean captadas por radicales y den el salto a la violencia, estudiando con gran atención el iter psicológico que siguieron los terroristas para convencerse de que tenían que actuar.
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El segundo elemento es que todo ataque realizado evidencia fallos de seguridad que hay que examinar, no tanto para echar culpas o asumir responsabilidades, sino para evitarlos en un futuro. En este sentido, se ha creado en el Parlamento catalán una comisión de investigación y, más allá del ruido mediático que pueda producir la intervención de alguna figura política de relumbrón, también intervendrán expertos de reconocido prestigio internacional cuyas aportaciones pueden ser muy útiles. Habría que aclarar, por ejemplo, si antes del 17-A la Policía autonómica pudo haber evitado la tragedia o no, si realmente recibió información creíble por parte de la CIA de que se podía dar ese atentado, si es cierto o no que los Mossos tenían un trato fluido con Abdelbaqi Es Sattii, el imán de Ripoll (presunto cerebro de la operación). Por cierto, su sustituto al frente de la mezquita en Ripoll es Mohamed El Onsri y no se explica cómo no lo detuvieron antes, con la cantidad de señales que ya daba de su radicalización, según le cuentan los propios fieles musulmanes del lugar.
En tercer lugar, al hilo de lo anterior, algo en lo que se incide en multitud de seminarios, conferencias y jornadas sobre este tipo de terrorismo es en la necesidad de analizar los procesos de radicalización y desradicalización, comprenderlos al máximo para luchar eficazmente contra esta lacra. Aquí se abren una serie de interrogantes: ¿se da un proceso de radicalización del islam o una islamización de alguien que ya es radical? ¿Qué control existe realmente sobre lo que se predica en las mezquitas en España? ¿Existe un sistema judicial paralelo basado en la sharía en nuestro país? ¿Cómo se pudo permitir que el imán de Ripoll siguiera en su puesto después de la información que obraba en poder de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado? ¿Hay que reforzar la cooperación con Marruecos? ¿Cómo cortar de raíz el negocio del hachís del norte de Marruecos y evitar que financie a terroristas y predicadores del odio presentes en Europa?
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Una última reflexión se refiere al proceso independentista. ¿Cómo afectó el 17-A a este trágico suceso? A pesar de haber sido golpeados en pleno corazón de Barcelona por yihadistas, las autoridades catalanas utilizaron políticamente este hecho para lanzar a la población contra las autoridades “de Madrid”. Así se vio en la manifestación posterior de repulsa y su lema “No tinc por”, no tengo miedo, que fue usado con doble sentido contra los terroristas y contra el “opresor” Estado español. Un mes más tarde de los atentados, pocos hablaban ya de las víctimas o del propio ataque y todos hablaban del procés. Esto ha pasado en pocos sitios del mundo, por no decir en ninguno, y eso debería hacer reflexionar al establishment político.
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