José Francisco Forniés | 22 de marzo de 2017
Muchos fines de semana salimos a cenar con amigos de distintos grupos y ambientes en los que nos movemos, siempre con la vista puesta en la carta del restaurante, ya que la pensión no da para demasiadas alegrías. No hay velada en la que no surja por parte de algún comensal el tema de las multas, lo que suscita intervenciones de todos, contando lo que les ha acontecido tanto recientemente como tiempo atrás. Ya sean multas de circulación, estacionamiento, diferencias con Hacienda, las más de las veces sin intencionalidad, pagos de diversos impuestos municipales, retrasos, omisiones o interpretaciones en las que se discrepa y así en varios asuntos más en los que no insisto, para no aburrir, y que seguro que en estos momentos acuden a la mente del lector. ¡Qué escaparate de modalidades!, ¡qué imaginación!, parece que a cada nuevo político, si no se inventa un nuevo tipo de multa, no lo valoran sus compañeros.
Deshagámonos de la práctica de la imposición de multas por ineficaces, arbitrarias e injustas y a la calle todos aquellos que estén convencidos de que le son rentables a la Administración
Las multas se han convertido en una obsesión nacional. En unos, por empeñarse en imponer una nueva y, entre los ciudadanos de a pie, porque cada vez que abrimos nuestro buzón vamos con la idea de: ¿a ver qué multa me llega hoy? Y, lo que es peor, el día que abres el buzón sin acordarte de las multas, ese día justo te llega otra. Y que tengamos estas conversaciones y sensaciones no es más que una de las vergüenzas que acumula este país.
¡Basta ya de multas!, un país no evoluciona a base de multas, de la misma manera que un niño no evoluciona a base de bofetadas. Los esfuerzos desde las administraciones se deben dirigir a concienciar y a educar a la ciudadanía para que actúe correctamente y, en caso de no hacerlo, hay que buscar la forma de conseguir que lo haga, pero sin multarnos. Programas educativos en medios públicos de comunicación sobre derechos y obligaciones y charlas en locales municipales dirigidas a vecinos de barrio o pueblo, pues espacios no faltan en esos edificios, donde tienen salones y medios de apoyo audiovisual, las más de las veces infrautilizados. Educación ciudadana de base es lo que se necesita para infractores, a los que se debe exigir que acudan a esas actividades.
Para empezar, hablemos de las administraciones públicas, son las primeras a las que hay que educar. Los funcionarios no están para castigar a la ciudadanía, sino para ayudarla y hacerle la vida más fácil; en otras palabras, son un servicio público y no al contrario, que el público esté a su servicio. Hay que desterrar el degenerado principio recaudatorio como un mérito entre el funcionariado, así como el desmedido afán recaudatorio, que es una forma más de abusar de la ciudadanía. Estamos hartos de ver a asalariados de las administraciones vestidos de uniforme, apostados en lugares estratégicos, en donde han instalado señales, cámaras y otros artilugios de difícil justificación con el único propósito de poner multas, en vez de estar facilitando el tránsito de personas y vehículos o ayudando a los que tengan algún problema. Sus ausencias, en muchas ocasiones, son clamorosas.
Un ejemplo: en hospitales y otros lugares de concentración de personas, hallamos a un número indeterminado de individuos que, bajo la pretensión de ayudarnos a estacionar el coche, algo absolutamente innecesario pues lo hacíamos bien antes de que nacieran, nos exigen que les demos una propina y, en numerosas ocasiones, nos indican que pongamos el vehículo en algún hueco donde hay prohibición de hacerlo. Bueno, pues para controlar esta situación e impedir ese abuso de la propina obligada y del servicio inexistente, es decir, para proteger al ciudadano, no hay nadie a la vista; pero, cuando vas a retirar tu vehículo, si has cometido el error de estacionar donde te han indicado, la multa está en tu parabrisas. Para multar sí están, y además invisibles; para impedir los abusos, nada de nada. Conozco casos concretos de personas que no han dado la propina y al volver se han encontrado con el coche rayado, un retrovisor arrancado u otras lindezas, ¿me lo puede explicar alguien?
A quienes infrinjan el código de circulación, que se les retiren puntos y, llegado el caso, a partir de cierto nivel, que se mejore su educación obligándolos a realizar cursos y prácticas; y, en los casos evidentes de incapacidad para conducir adecuadamente, que se les retire el permiso. Lo que no es de recibo es «cocerlos» a multas, que son de una arbitrariedad difícil de entender. Multar con 200 euros a una persona con dinero no es un castigo, es una anécdota de ese día sin relevancia. Y si esa sanción, por idéntico acto, se la ponen a un trabajador con el salario mínimo, le hacen un daño de difícil solución para poder llegar a fin de mes, sin tener en cuenta a quienes dependen de él. Lo justo es que para ambos la sanción sea igual: advertencia con retirada de parte de su crédito como conductores vía puntos.
¿Me pueden decir qué multas se les ponen a los políticos que hacen gestiones desastrosas y que nos cuestan millones de euros? Ni una
He insistido en este tema de la circulación porque es tal vez el más frecuente. No obstante, el principio para todos los demás casos en que la Administración pone multas debe ser el mismo: obligar a pagar las deudas contraídas por la ciudadanía, tanto voluntarias como involuntarias. Eso sí, con los intereses devengados por el tiempo pasado desde que le toca pagar hasta el momento que paga, y aun en esto hay que matizar, no se pueden poner intereses que no sean los corrientes del mercado. El Banco de España establece los intereses oficiales alrededor del 4% anual, cuando a la hora de recibir intereses de otras entidades por parte de la ciudadanía apenas rebasa el 1%, y a veces menos. Para entendernos, nada de multas y, cuando hay que pagar intereses, que sean los de uso normal, no ese lujo del Banco citado, que no sé en qué limbo vive a la hora de establecerlos, aunque me parece que, en realidad, no es que sean tontos, es que así ponen en el escaparate mencionado otra modalidad: la de las multas encubiertas.
Para concluir, por favor, deshagámonos de la práctica de la imposición de multas por ineficaces, arbitrarias e injustas y a la calle todos aquellos que estén convencidos de que le son rentables a la Administración; gracias a hincharse a ponerlas, mi dinero vía impuestos no puede servir para pagar el sueldo a quienes dan y reciben órdenes, para convertirse en esa obsesión nacional en que se han convertido las multas. Y, por favor, veamos a quién votamos y sepamos antes si sus sonrisas pidiéndonos el voto, cuando obtengan el poder, no las van a trocar en un rictus cabrón, aumentando la presión sobre la ciudadanía, poniendo multas «a troche y moche».
A los de a pie, las múltiples multas existentes nos las cobran incluso de nuestras cuentas bancarias, ¿me pueden decir qué multas se les pone a los políticos que hacen gestiones desastrosas y que nos cuestan millones de euros? Ni una, cuando acaban sus mandatos se van a sus casas tan tranquilos, porque ya se han asegurado previamente de que seguirán cobrando del dinero que nos sacan a los demás, en buena medida, atracándonos vía multas.
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