Charo Zarzalejos | 14 de junio de 2018
Ni en la peor de sus pesadillas imaginó nunca Mariano Rajoy que iba a acabar como acabó, y ni Pedro Sánchez en la más ilusoria de sus fantasías creyó que iba a llegar a La Moncloa como ha llegado. Ambas cosas han ocurrido. La pesadilla se hizo realidad y la fantasía dejó de serlo para adquirir categoría de hecho consumado.
El cambio se ha producido de manera tan abrupta y sorprendente que, al margen de otras muchas consideraciones, lo que ha puesto de relieve es el protagonismo de los dos grandes partidos. De ese bipartidismo al que las nuevas formaciones han dado por muerto pero que, según todos los sondeos conocidos hasta el momento, ese mismo bipartidismo se resiste a morir.
?️ Este es el gobierno que plantea @sanchezcastejon y que l@s socialistas queremos poner en marcha ?? #LaMociónDelCambio pic.twitter.com/l4ybUY23wP
— PSOE (@PSOE) May 31, 2018
Para el Partido Popular, aún sumido en un cierto pasmo, han sido jornadas traumáticas, desconcertantes y muy dolorosas. De tener un líder indiscutible, a sentir la orfandad que produce siempre la despedida del padre. De estar en el poder, a ocupar la oposición sin un minuto para semejante digestión y verse en la necesidad de olvidar cualquier duelo para afrontar unas próximas elecciones que se presentan como vitales para el futuro mismo del partido.
En el PSOE, y así se lo hizo ver el propio Pedro Sánchez a Albert Rivera en el debate de la moción de censura, siempre se ha tenido la convicción de que el PP “no es un barquito de papel. Esperad que se ponga en marcha”. Así se manifestaban, dos semanas antes de la moción de censura, responsables socialistas como José Luis Ábalos o Adriana Lastra. En estos momentos, esa opinión se ve reforzada. “Ciudadanos, digan lo que digan, están descolocados. ¿Cómo se pueden pedir elecciones con 32 escaños? Si nosotros con 84 lo tenemos muy, muy difícil, cómo es posible que midan tan mal sus fuerzas. ¡Que son lo que son, el 10% del Congreso!”, ha reiterado en más de una ocasión el ya ministro de Fomento y secretario de organización del PSOE, Jose Luis Ábalos.
Transcurridas unas cuantas jornadas de auténtico vértigo, los sondeos han hecho de nuevo su aparición. Hace apenas diez días, el consultor principal de Metroscopia indicaba que era un momento con una enorme carga emocional para elaborar encuesta alguna y, de hecho, ellos -al menos en ese momento- no estaban elaborando ninguna, pero sí recogiendo datos que permiten realizar un cuadro aproximado de la opinión ciudadana. Con la premisa de esa carga emocional, los primeros datos que ya se manejaban hace diez días eran que el recuerdo de voto al PP, que hace apenas un mes no llegaba al 50%, en esas fechas había superado ese porcentaje, no de manera extraordinaria pero sí significativa. Asimismo, el PSOE cogía una “cierta velocidad”, pero era pronto para evaluar posibles daños colaterales a Ciudadanos y Podemos.
? "El Gobierno Socialista está empezando a pagar el precio de los votos obtenidos en la moción de censura: esto es muy grave y debe explicárselo a los españoles⤵️
— Grupo Popular Congreso ?? (@GPPopular) June 12, 2018
↪️ No vamos a aceptar que el señor Sánchez pretenda hacer estas cosas de tapadillo"
? @Rafa_Hernando pic.twitter.com/plGm3ZpW9j
A medida que han ido avanzando los días, con los ánimos más serenos y con más información encima de la mesa, los sondeos conocidos indican lo que podría ser toda una resurrección del PSOE y una capacidad de resistencia del PP nunca imaginada por los nuevos partidos, pero sí sabida por el PSOE.
Hay que ser cauteloso. Está claro que las emociones -más que lo racional- juegan un papel decisivo a la hora de valorar la política y a los políticos. La emoción que produjo ver al “padre” cercado por la oposición, bajo la acusación de corrupto, y la posterior despedida, ha sido un elemento clave para explicar la resistencia del PP que, aun en sus peores momentos y sin cabeza visible con plenos poderes, no se cae como un castillo de naipes. Muy al contrario. Ha habido un ligero aumento de afiliaciones y “lo importante ahora -indica Fernando Martínez Maillo- es afrontar el congreso, que funcione nuestro partido, hacer una buena oposición y volcarnos para las elecciones. Si no cometemos errores, las cosas nos pueden ir bien o, desde luego, mucho menos mal de lo que algunos pronostican y desean”.
El PSOE vive un momento dulce. De estar en el rincón de las encuestas a ser el protagonista de la vida nacional hay un abismo. Esa salida del ostracismo se refleja en los sondeos conocidos. Lo emocional, al igual que ocurre con el PP, juega un papel tan importante como difícil de evaluar, pero lo cierto es que el ya presidente, con un Gobierno sorprendente, ha iniciado ya su campaña para las elecciones generales.
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Con la llegada del PSOE a La Moncloa, en cierto modo se vuelve al tablero de siempre. La pugna va a estar entre los dos grandes partidos. Ni Podemos le hizo el sorpasso al PSOE, ni Ciudadanos se lo va a hacer al PP. La pugna que en su momento vivió la izquierda ahora le ha tocado al centroderecha, pero ha ocurrido que la moción de censura ha quitado toda emoción a la pugna PP-Cs. Ya no hay emoción porque si algo ha quedado claro -y las encuestas así lo irán indicando- es que Rivera no midió bien sus fuerzas y perder pie en política es más complicado de gestionar que un mero error.
La realidad nos indica hasta qué punto hay que ser cautelosos con la realidad misma. Puede cambiar con la rapidez de la luz y por acontecimientos o circunstancias inesperadas, pero a día de hoy y con los datos que se manejan, tanto entre los partidos como entre sociólogos y alquimistas sociales, todo apunta a que el bipartidismo imperfecto, que es el que siempre ha habido en España, tiene fuelle suficiente para resistir, aunque para ello necesite de Podemos o de Ciudadanos, como ha necesitado en su momento del PNV o de la antigua Convergencia.
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