Yolanda Vaccaro | 24 de enero de 2019
El inicio de año trajo consigo la toma de mando en Brasil de Jair Bolsonaro (63). El controvertido político se convirtió en presidente de la mayor economía de Latinoamérica, con dos billones de euros anuales de PIB y 209 millones de habitantes, en medio de una multitudinaria expectación nacional e internacional. Durante la campaña electoral, Bolsonaro no escatimó en frases polémicas y en promesas y guiños, anunciando que emprendería las mayores reformas en el país en las últimas décadas.
Sus adversarios destacan sus soflamas evidentemente populistas, por ejemplo, en torno a la extensión de la legalización de la posesión de armas de fuego. Pero lo cierto es que el flamante presidente brasileño, más allá de sus enardecidas frases electorales, en la práctica y una vez que se ha instalado en el Palacio de Itamaraty, defiende postulados con los que se identifica la mayor parte de la sociedad brasileña, aquel 55% de votantes que le dio la victoria electoral el pasado octubre. Unos postulados que reclaman que Brasil se sitúe en la esfera de la economía liberal y de la defensa de valores éticos y morales, protegiendo instituciones como la familia.
El Mesías Bolsonaro y su milagro exprés en Brasil
El triunfo de Bolsonaro, finalmente, es la consecuencia lógica del hartazgo de la sociedad brasileña con casi tres lustros de gobierno bajo la presidencia de dirigentes que han acabado acusados de corrupción y que han colocado al país en un extremo izquierdista inviable y asfixiante. Así, el más insigne y el primero de estos dirigentes, Luiz Ignacio Lula da Silva, que gobernó el país entre 2003 y 2010 y que estaba llamado a convertirse en la avanzada del socialismo latinoamericano, está en la cárcel acusado de sendos delitos de corrupción.
Desde su discurso de toma de posesión, Bolsonaro recalcó que está en contra de “lo políticamente correcto”, contra las corrientes del socialismo que pretenden convertir los valores tradicionales poco menos que en ataques a la libertad. Así, se refirió en primer lugar precisamente a su objetivo de “unir al pueblo y valorar la familia”, así como de respetar la “tradición judeocristiana”. También recalcó que combatirá “la ideología de género” conservando los “valores” de la sociedad brasileña.
Uno de sus principales desafíos, afirmó, es enfrentarse a “la ideologización de nuestros niños, la tergiversación de los derechos humanos y la deconstrucción de la familia”. Antes, en su mensaje de saludo por Navidad y a través de su cuenta de Twitter, afirmó que una de sus principales metas será “restaurar el sentimiento familiar hace muchos años desgastado en nuestra sociedad, así como la paz dentro de nuestros hogares”. No hay que olvidar que su lema de campaña fue “Brasil por encima de todo y Dios por encima de todos”.
En esta línea, su ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, ha señalado que la política exterior de Brasil se basará en los valores y las tradiciones de los brasileños y que no se someterá a la “agenda internacional progresista” oponiéndose, por ejemplo, al aborto y a la mencionada ideología de género. Por su parte, el ministro de Educación, Ricardo Vélez, se propone emprender una gigantesca obra para la alfabetización infantil y para elevar la educación del país erradicando las ataduras ideológicas de los últimos años.
Com humildade, aceitando quem tem no coração a vontade de construir um Brasil melhor, buscaremos nos próximos anos restaurar o sentimento familiar há muito desgastado em nossa sociedade, bem como a paz dentro de nossos lares. Tenhamos todos um Feliz Natal! Fiquem com Deus!
— Jair M. Bolsonaro (@jairbolsonaro) December 24, 2018
Una educación y una ideología de género, impregnada en los libros de texto y en las escuelas, contra las que ha luchado gran parte de la sociedad brasileña y que son la explicación, en buena medida, de que millones de brasileños hayan dado su respaldo electoral a Bolsonaro, a pesar de sus grandilocuentes frases de campaña electoral, aquellas que más se han comentado en el exterior, opacando el contenido del programa electoral bolsonarista y que, asimismo, le costaron tres condenas judiciales. Unas tareas, en definitiva, que figuraban en el programa electoral y que, por tanto, cuentan con el aval de la mayoría de los brasileños, que se expresaron a través de las urnas electorales.
Eso sí, conocedor de que las tareas que se propone requieren de un gran respaldo luego de las elecciones, el presidente brasileño invitó a las 120 mil personas congregadas para presenciar la ceremonia en la que tomó las riendas de su país a participar en un movimiento de cambio en conjunto: “Un movimiento para que todos juntos, usted, yo, y nuestras familias, restablezcamos los patrones éticos y morales que transformarán nuestro país”.
Unas declaraciones de intenciones que marcan un punto de inflexión en la dirección política del país en el terreno de los valores que los brasileños han reclamado a través de las urnas y que marcarán también la pauta en una Latinoamérica que ha basculado en los últimos años entre el alejamiento de valores como los de la familia y el retorno a la senda de la revitalización moral.