Carlos Uriarte | 09 de marzo de 2018
En diciembre de 2017 se alcanzó un acuerdo entre la Unión Europea y el Reino Unido sobre las condiciones del divorcio entre ambos (la primera salida de un Estado miembro en 60 años), en el que el Reino Unido se comprometió a pagar la factura del brexit (entre 40.000 y 45.000 millones de euros) y a garantizar los derechos de los ciudadanos europeos que viven en el Reino Unido, aceptando el papel del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (Luxemburgo) sobre una base voluntaria, así como un pacto sobre la frontera con Irlanda, posiblemente el capítulo más delicado. Parecía que la segunda fase de negociaciones (la de la futura relación entre la Unión Europea y el Reino Unido) iba a ser más sencilla. Recordemos que fue un triunfo de la Unión Europea, pues los británicos querían negociar las dos fases (la del divorcio y la futura negociación) a la vez. El Reino Unido se encontró algo que no esperaba: una posición unida respecto al brexit de todos los Estados miembros de la Unión Europea. El brexit sirvió para unir a los 27 Estados miembros.
Meeting with PM @theresa_may in London before I next week will present draft EU27 guidelines for our future relationship. #Brexit pic.twitter.com/hhEkFVpiko
— Donald Tusk (@eucopresident) March 1, 2018
El pasado 2 de marzo la primera ministra británica, Theresa May, intentó dar un golpe de efecto a las negociaciones marcando posición al respecto y aclarando la posición británica sobre el brexit: “Ninguno de nosotros puede tener exactamente lo que quiere”. Explicó que hay que poner de ambos lados e insistió en que “no habrá frontera dura en Irlanda del Norte”. Las negociaciones se encontraban en punto muerto por el asunto de la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. La Unión Europea exige que Irlanda del Norte se mantenga dentro de la unión aduanera para evitar una frontera dura. Este discurso de May fue reacción a la propuesta de borrador del documento que legalizará el divorcio entre la Unión Europea y el Reino Unido del 28 de febrero. La Comisión Europea volvió a tomar la iniciativa imponiendo su modelo de brexit y May volvió a salir al paso como pudo.
May intenta salvar el acuerdo del brexit en casa y que sea aceptable para los suyos. Su posición: que no haya frontera dura en Irlanda y se mantenga la integridad del Reino Unido. Theresa May volvió a recordar, a preguntas de los periodistas, su lema de «es mejor no lograr un pacto que tener uno malo para el Reino Unido». Sin embargo, volvió a manifestar: “Confío en que se alcance un acuerdo”. En su discurso, May calificó la negociación como dura y abierta y en un “momento crucial” en el que se están a punto de concretar los plazos de aplicación de las diferentes fases del proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea. En este sentido, dejó claro en sus palabras cuáles son las claves de su negociación: “El enfoque que he establecido sería implementar el resultado del referéndum, proporcionar una solución duradera, proteger nuestra seguridad y prosperidad nos ayuda a construir el tipo de país que queremos ser, y lograr unir nuestro país al ganar la confianza de quienes votaron por abandonar y por permanecer”. Y también manifiesta: “Aunque nos separemos, todos seguiremos siendo europeos”.
Tomorrow I will set out the next step on the #RoadtoBrexit pic.twitter.com/wcGRQmOXqN
— Theresa May (@theresa_may) March 1, 2018
Otro asunto espinoso en las negociaciones al cual también se refirió May en su discurso fue el relativo al mercado energético: “En energía, querremos asegurar una amplia cooperación energética con la Unión Europea. Esto incluye proteger el mercado único de la electricidad en Irlanda e Irlanda del Norte y explorar opciones para la participación continua del Reino Unido en el mercado interior de la energía de la Unión Europea”. Así mismo, se expresó: “No queremos discriminar a los proveedores de servicios de la Unión Europea en el Reino Unido. Y no querríamos que la Unión Europea discriminara a los proveedores de servicios del Reino Unido”. Por tanto, en opinión de la primera ministra británica, en términos de movilidad “se debe lograr un acuerdo de movilidad laboral adecuado”.
También se refirió a algunas de las consecuencias que provocará en el Reino Unido su salida de la Unión Europea: “Estamos dejando atrás la política agrícola común y queremos aprovechar la oportunidad que trae para reformar nuestra agricultura y la gestión pesquera”.
La primera ministra reconoce también el duro golpe que supondrá para el Reino Unido la pérdida de la Agencia Europea del Medicamento, no solo porque dicha agencia abandonará Londres como sede, sino porque el Reino Unido abandonaría esta organización. Theresa May ha propuesto seguir perteneciendo a ella: “La membresía de la Agencia Europea del Medicamento significaría que continuaría la inversión en nuevos medicamentos innovadores en el Reino Unido y significaría que estos medicamentos llegarían a los pacientes más rápido, ya que las empresas priorizarían mercados más grandes cuando inicien el largo proceso de búsqueda de autorizaciones”. Así mismo, May prioriza tener una estrecha relación con las agencias comunitarias de productos químicos, medicamentos y aéreas.
En este sentido, Theresa May defiende la más “amplia y profunda” relación posible con la Unión Europea y que pudiera cubrir más áreas que ningún acuerdo comercial y reitera que no habrá frontera dura entre Irlanda e Irlanda del Norte. No obstante, May recuerda que, en relación a los acuerdos comerciales y aduaneros, el Reino Unido establecía en su documento de intenciones dos opciones: un sistema que le permitiría seguir los aranceles de la Unión Europea y lo que denominó “un arreglo aduanero altamente simplificado” en el que tanto el Reino Unido como la Unión Europea acordarían coordinarse.
Un ‘brexit’ sin ‘brexit’ . Reino Unido se aferra al patriotismo ante la tempestad que se avecina
La propuesta británica de una frontera entre Irlanda del Norte e Irlanda similar a la existente entre Canadá y los EE.UU. ya ha sido rechazada por el taoiseach irlandés, Leo Varadkar.
Theresa May se juega en estas negociaciones su futuro político e intenta mantener la moral de victoria, haciendo oídos sordos a la realidad de los datos, como los publicados por BuzzFed: el Reino Unido perdería entre un 2% y un 8% de su PIB dependiendo de tres escenarios, desde permanecer dentro del Espacio Económico Europeo a una ruptura total. El Gobierno británico ha quitado importancia a este documento y otros similares.
Por su parte, la Unión Europea está siendo muy firme en este periodo transitorio que se ha abierto hasta la denominada plena desconexión, poniéndose incluso este en peligro, como el mismo negociador de la Unión Europea, Michel Barnier, ha manifestado. Sin duda alguna, la posibilidad de llevar a cabo una ruptura dura perjudicaría a ambas partes; más al Reino Unido, que se quedaría fuera de todos los acuerdos comerciales que la Unión Europea tiene firmados en la actualidad y debería de realizar negociaciones bilaterales con cada uno de estos terceros Estados.
Por último, queda mucho por negociar pero la fortaleza de la Unión Europea está siendo su unidad. La necesidad ha generado virtud.