Ramón Pi | 24 de noviembre de 2017
– Carlos Capriles: No, no son buenas, y tenéis razón. Pero el que vive allá lo sufre más. Allá estamos mucho peor de lo que ustedes ven.
– R.P.: La Conferencia Episcopal venezolana ha dado recientemente a conocer un documento que llaman «Mensaje urgente a los católicos y personas de buena voluntad». En él pintan un cuadro estremecedor: represión «irracional, con su cuota de muertos y heridos», dicen literalmente;» detenciones arbitrarias, confinamientos en agujeros insalubres, desatención hasta de necesidades básicas»…
– C.C.: Desde luego: tenemos varios cientos de políticos presos. Pero le voy a decir una cosa: la Conferencia Episcopal venezolana ha logrado una cosa que no ha conseguido ninguna institución del Estado venezolano en lo que yo tengo entendido de democracia: los que somos creyentes, y quienes no lo son, creemos en la Conferencia Episcopal venezolana como una institución que lo que dice es coherente con lo que hace. Entonces, cada vez que habla monseñor Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal (que por cierto, estos días está con la salud algo quebrantada), lo que dice se lee no sólo en las iglesias: tenemos una imprenta, y publicamos unas quinientas mil hojas, que repartimos en todas partes. Las personas que hablan en Venezuela están muy calladas, están muy censuradas. Pero, ¿cómo censuras tú a Dios? ¿Cómo censuras a la Conferencia? La Conferencia es la voz de la gente que no tiene voz en Venezuela.
La Iglesia está pidiendo respeto a los derechos humanos; el derecho a vivir, a comer, ¡a respirar, porque nos están asfixiando!
– R.P.: La Iglesia católica en Venezuela tiene una historia de intensa influencia social, y al régimen bolivariano esta influencia no le gusta. ¿Cómo hace el régimen para neutralizar esta voz de la Iglesia?
-C.C.: Verás: yo veo que en España hay personas y grupos de derecha, de centro, de izquierda. Pero en Venezuela estas clasificaciones no existen. En Venezuela el conflicto no es entre derechas e izquierdas, sino entre el bien y el mal.
– R.P.: Explíqueme eso
– C.C.: Venezuela es el único país del mundo en donde los países comunistas que quedan están invirtiendo hoy, y tratando de hacer ver a Venezuela como el ejemplo de socialismo desarrollado en el planeta. ¿Quiénes están metidos ahí? Rusia, Corea del Norte, Cuba, China…, yo creo que no hay más. El problema es que la gente no acaba de comprender que la lucha es contra un monstruo; no es sólo política, ni sólo contra el comunismo, sino algo mucho más duro: es una lucha espiritual.
¿Cómo se lucha contra el demonio? ¿Cómo lucha un católico contra el demonio? ¿Cómo se lucha contra el mal? ¡Practicando el bien! Para que la gente comprenda todo el alcance de la lucha que estamos librando, necesita ante todo formación, porque si no, no se dan cuenta de lo que está pasando. En el Consejo Nacional de Laicos, a cuya dirección me honro en pertenecer, está empeñado en formar a la gente. Venezuela es un país católico, sociológicamente católico sin duda alguna. Pero los venezolanos no sabemos lo que tiene la Iglesia, no sabemos lo que hace.
Para mí, Antonio Ledezma está inmensamente mejor preparado que Henrique Capriles, mi primo, que Leopoldo López,y que Henry Ramos Allup
– R.P.: Bueno, supongo que no es cosa ahora de ver quién tiene la culpa de eso, que me recuerda a los años en que en España todos eran católicos, pero se bautizaban y se casaban porque era poco más que una rutina social…
-C.P.: A veces decimos que si nuestros padres, nuestros abuelos…
– R.P.: ¿Nuestros pastores?
-C.C.: Mira, te diré algo: en estos momentos estamos viviendo una crisis de tal magnitud, la presión social es de tal fuerza, que los pastores han cobrado una conciencia clarísima de que la Iglesia no ha de estar con los que más tienen, sino con los más pobres, los que menos tienen. Los obispos, que son buenísimos, no tienen el contacto que debieran con sus laicos, con la gente que va a misa. Entonces nosotros, el Consejo de Laicos, hicimos el primer congreso Obispos y Laicos. Sentamos a los obispos frente a sus laicos, de todos los movimientos laicales que trabajan en Venezuela, y a éstos los sentamos frente a sus obispos, para hablar de tú a tú sobre lo que podría hacerse, lo que debería hacerse, lo que convendría hacer; y de ese diálogo salieron conclusiones. Por ejemplo, quedó claro que la gente no tiene ni idea de lo que es la doctrina social de la Iglesia. Pues pusimos en circulación dos millones de trípticos que hablan sobre lo que es eso. Sacamos también dos millones de trípticos sobre la Virgen de Fátima y el rosario, y otras publicaciones sobre el Catecismo de la Iglesia Católica y otros asuntos que la gente tiene que saber, para formarse bien en la fe que decimos que profesamos. Hay mucho trabajo que hacer.
-R.P.: En la situación actual de Venezuela me parece, y corrígeme si me equivoco, que corréis un riesgo, que es el de mezclar la necesidad de la formación de los católicos para robustecer su fe, y la lucha cívica para impedir que progrese este intento de dictadura materialista que os aflige y para implantar un sistema democrático que preserve las libertades
-C.C.: Es verdad, y me gusta que me hagas esta observación porque me das la opción de decirte algo: yo soy un luchador, todos los días tratando de ser menos malo, formándome. Amo a mis sacerdotes, amo a mi Iglesia, amo a mi Papa, leo mucho para mejorar mi vida, mi matrimonio, mi familia… Pero en este momento de Venezuela, nada de eso vale si no se traduce en acciones concretas que le hagan llegar todo eso a la gente. Te voy a hablar de mi punto de vista personal, ya no del Consejo: yo estoy en el Consejo Nacional de Laicos. Estoy en un apostolado, que es el de los matrimonios. Pero yo no me pierdo una marcha, una resistencia… Pero con lo primero que me ven es con un rosario. Yo sé lo que es tirarle piedras a un tanque. O sea: no solamente es estar bien preparado, y confesarse e ir a misa, y creer en la fe y en la gracia. Pero eso hay que llevarlo a la práctica. ¿Rezar? Por supuesto, pero también actuar como ciudadanos.
– R.P.: ¿Y no se corre el riesgo de que el régimen acuse a la Iglesia de meterse a hacer la oposición política, cuando se supone que ha de estar por encima de las opciones políticas concretas?
– C.C.: Bueno, nadie verá a un cardenal o un obispo, o a un cura (quizás a alguno suelto por ahí) tirándole piedras a un tanque. Pero los obispos dicen lo que tienen que decir en relación con los derechos humanos, las libertades, la educación; porque si la Iglesia se queda callada en estas cosas no hace su deber de orientación. Y la gente, en Venezuela, se siente identificada con sus postulados; por supuesto que son postulados de fe, pero también de humanidad, de la vida diaria, de la comida…
El Gobierno se burló del Papa. Pero tambén la oposición se burló del Papa, y por eso el enviado del Papa agarró su maleta y se fue
-R.P.: ¿Qué está pidiendo la Iglesia?
– C..C.: Está pidiendo respeto a los derechos humanos; el derecho a vivir, a comer, ¡a respirar, porque nos están asfixiando! Yo cuento a veces que cuando dejo la basura en la puerta de mi casa, a los tres minutos hay personas revisándola, ¡para comer de la basura, así de feo como te lo estoy contando! Y no son pordioseros, no son mendigos; son gente normal, que no tiene qué comer ni qué llevar a su casa para que coman sus hijos.
– R.P.: Pienso que instituciones como Cáritas…
– C.C.: ¡Ah, Cáritas Venezuela! Está llevada por una mujer competentísima, que hace gestiones maravillosas para recabar comida de otros países, para que Cáritas la distribuya; y cuando esa comida llega al puerto se la decomisan. Se la lleva el Gobierno. Esto no es comunismo, esto es el mal contra el bien. ¿Hay que hacer muchas cosas buenas,? ¡Sí, hay que hacer muchísimas cosas buenas. Hay que rezar mucho y también hay que resistir al mal. Yo creo que la gente se ha compenetrado mucho con la oración, con el rosario; creo que mucha gente ha logrado cambiar desde el punto de vista personal. Estoy seguro; porque de lo malo siempre salen cosas muy buenas. Ahora bien, lo que falta es… ¿cómo decirlo? No tenemos en Venezuela una correspondencia política… Vamos a ver: la oposición venezolana es una oposición débil, poco formada… Allá no existe un partido como la socialdemocracia, como el socialismo democrático europeo. Los partidos que nacieron en Venezuela nacieron por circunstancias del tiempo que vivíamos, no son partidos de ideología, sino de circunstancias.
– R.P.: Y los grandes partidos tradicionales, el Copei, la Acción Democrática… ¿qué se ha hecho de ellos? ¿Existen, se han evaporado?
– C.C.: Existen, pero sólo la carcasa. Se han quedado completamente huecos. Mi madre fue socialcristiana, y recibió una formación de doctrina social de la Iglesia a los catorce años. Pregunta tú ahora a los jóvenes qué es eso, y no tienen idea. Y cuando digo los jóvenes digo que son de mi edad, no son unos niños; yo tengo 51 años. En aquellos tiempos tú no podías entrar en el Copei si no tenías una buena formación social cristiana. Ahora eso no existe. Los grandes líderes históricos copeianos o han muerto o son muy viejitos. Y los jóvenes dirigentes que ahora mandan no han sabido dirigir, liderar, a ese 80 por ciento de ciudadanos que están desesperados buscando un líder.
– R.P.: ¿Cuántos presos políticos son cristianos?
– C.C. No lo sé; supongo que algunos habrá, pero el régimen de Maduro no parece que se fije mucho en eso, sino en cualquiera que le lleve la contraria.
– R.P.: Leopoldo López, Por ejemplo.
– C.C.: Bueno, Leopoldo López... es que no lo sé. Leopoldo es un caso muy extraño, porque inscribió su partido Libertad Popular en la Internacional Socialista. ¿Es cristiano o no? Pues no lo sé. Él impuso a un diputado que se llama Tomás Adrián, que es un transexual, para llevar toda la cosa de la ideología de género. Ahora te hago la pregunta a ti. ¿Es católico o no lo es?
Cada vez que ocurre algo que al Gobierno no le gusta, suelta una bomba de humo para distraer la atención; y si no tiene nada a mano, se lo inventa
– R.P.: Parece que no es propio de un católico el comportarse de este modo… Sin embargo, los católicos tienen la obligación moral de reclamar la libertad de Leopoldo López…
– C.C.: Absolutamente, y lo hacemos. Lo hacemos con nuestra vida. Y marchamos en favor de Leopoldo López, y también en favor de Antonio Ledezma [ex-alcalde del Distrito Metropolitano de Caracas, detenido ilegalmente y puesto en prisión, y huido a España]. Fíjate qué cosa más rara: Antonio Ledezma es otro líder venezolano. Para mí, para Carlos Capriles, Antonio Ledezma es inmensamente más claro y está mejor preparado que Henrique Capriles, mi primo, que Leopoldo López, que Henry Ramos Allup, que es el secretario general de Acción Democrática, y al que ya se le han descubierto las componendas con el Gobierno.
– R.P.: ¿Tan dividida está la oposición?
– C.C.: Las últimas elecciones abrieron la careta de la oposición. Ya se sabe quiénes están jugando para los dos bandos, y no porque lo diga yo, sino que se sabe claramente. Último caso: hoy [por el día en que se realizó la entrevista] estaba prevista una reunión de la oposición, propuesta por Diego Arria, un embajador venezolano retirado, con Luis Almagro [secretario general de la OEA] y el grupo de países que se ocupa del caso de Venezuela. ¿Tú sabes quiénes se opusieron a esa reunión, para darles tiempo a hablar ellos primeramente con el Gobierno? Pues fueron Julio Borges y Luis Florido, los representantes de los partidos más importantes, Primero Justicia y Voluntad Popular. Qué absurdo. ¡Si lo que estamos buscando es terminar de desmontar este régimen que tenemos en el país! «No se reúnan todavía, no tomen decisiones todavía, déjenme ver si podemos establecer un diálogo con el Gobierno». Esto es público, no hay más que meterse en la Red. ¡Absurdo!
A un hijo no lo puedes vacunar, no hay pañales, ni para bebés ni ancianos. Hay una enorme escasez de jabón, de desodorante, de champú, y cada cual se las arregla como puede
– R.P.: También entre nosotros, los españoles, tiene mucho atractivo la palabra diálogo, como si fuera el bálsamo de Fierabrás. Pero tengo entendido que los propios obispos de Venezuela descartaron la vía del diálogo con el régimen de Maduro, al menos mientras éste se obstinase en su proyecto totalitario. Creo que fue el cardenal Urosa el que dijo que no era posible el diálogo mientras el Gobierno se empeñase en implantar un sistema «totalitario, estatista y comunista», que le diera «el control de todo».
– C.C.: Eso fue en septiembre del año pasado. En octubre, nosotros convocamos un referéndum revocatorio que el Gobierno nos quitó. La gente estaba encendida, y la situación estaba al borde de la explosión. El Gobierno y la oposición llamaron al Vaticano. Y el Vaticano, nuestro amado Papa, manda a uno de los diplomáticos más importantes para que se meta en ese lío en Venezuela. Lo sienta en una mesa, donde estaban la oposición y el Gobierno. El Papa no lo hizo obligado: petición del uno y también del otro. Hicieron una agenda interna en la que hubo una serie de puntos. Cada uno se comprometió a aceptarla. ¿Y qué pasó? Que el Gobierno se burló de eso. El Gobierno se burló del Papa. Pero tambén la oposición se burló del Papa, y por eso el enviado del Papa agarró su maleta y se fue. La Iglesia tomó una posición: con esta gente no hay nada que conversar. Nosotros, los católicos venezolanos, respetamos al Papa, queremos al Papa, estamos felices de que haya querido venir para acá, pero el Gobierno engañó al Papa, y además adrede, porque lo que hizo fue ganar tiempo. La gente estaba en la calle, había muertos, estaba el pueblo encendido, y en cuanto se llama al diálogo, la calle se apagó. Lo que quiero decir con todo esto es que hay muchos planes en la oposición, que no son claros.
– R.P.: Veo que el Gobierno no tiene fácil hacer como los cubanos o los sandinistas, que fue tomar las calles con sus famosas turbas, que teóricamente iban por su cuenta pero que obedecían y estaban controladas por el poder.
– C.C.: Claro que no, porque son minoría. El Gobierno de Maduro no quiere lío en la calle. La ventaja que tenemos en Venezuela es que la inmensa mayoría está contra el régimen totalitario de Maduro.
– R.P.: Sí. Muy bien. Pero, ¿cuánto puede durar esta situación?
– C.C.: Lo de Cuba tiene cincuenta años, ¿no?
– R.P.: Claro. Por eso lo digo. Pero de momento, tu ocupación en la dirección del Consejo Nacional de Laicos es la formación de la gente, lo que incluye, desde luego, la atención a unos pobres y la lucha contra las causas de su pobreza. Entre las cuales no es la menor el régimen político que ha hundido al país en una crisis política, social y económica. ¿Qué tiene que ver con todo esto la emergencia de una «Iglesia católica reformada» que recientemente ha salido a la luz pública con dos pastores protestantes y dos curas católicos a su frente? ¿Está Maduro tratando de emular a los déspotas chinos y su Iglesia «oficial»?
-C.C.: El chavismo, en estos años que lo venimos sufriendo, se ha encargado de meter en la sociedad venezolana la santería, es espiritismo, las iglesias evangélicas extrañas, raras (porque hay confesiones evangélicas con una larga tradición), y las financian. Se sabe que el Gobierno nacional actúa en este sentido. Y no te quepa duda de que el objeto de todo eso es dividir a la Iglesia católica. La persecución a la Iglesia católica obedece al hecho de que es la única institución que se mantiene coherente entre lo que dice y lo que hace.
– R.P.: Veo que la cuestión de la ideología de género, como en el resto del mundo, ha alcanzado también a Venezuela. ¿Es beligerante el Gobierno de Maduro en este asunto?
-C.C.: La estrategia del Gobierno chavista es lanzar bombas de humo para distraer de los grandes problemas que tenemos en el país. Si se conoce que la Iglesia mantuvo algunas conversaciones con tal o cual país para, por ejemplo, traer medicinas, inmediatamente verás que sale el Gobierno con una noticia sobre la ideología de género, para desviar la atención de lo más importante. Yo no sé si eso ocurre en otros países, pero en Venezuela funciona así: cada vez que ocurre algo que al Gobierno no le gusta, suelta una bomba de humo para distraer la atención; y si no tiene nada a mano, se lo inventa.
– R.P.: En este momento de la vida venezolana, ¿cuáles son los principales retos a que se enfrenta la Iglesia allí?
– C.C.: Los dos grandes desafíos son estos dos: el hambre, el hambre físico que cada vez alcanza a más personas y familias, y la sanidad: la parte hospitalaria, la pavorosa escasez de medicamentos. Estamos muy, muy mal. A un hijo no lo puedes vacunar, no hay pañales, ni para bebés ni para ancianos, no hay papel toilette, eso ya no existe. Hay una enorme escasez de jabón, de desodorante, de champú, y cada cual se las arregla como puede; los que tienen la fortuna de tener un pariente fuera o un amigo en Colombia puede encargarles que le den a un amigo que está de viaje alguna de estas cosas… Estamos en algo parecido a una economía de guerra en materia farmacéutica y en algunos artículos de primera necesidad.
– R.P.: Bueno, al menos se puede entrar y salir libremente del país…
– C.C.: Sí, pero cada día menos. Antes había unas quince líneas aéreas que salían al exterior, hoy hay cuatro. American Airlines, que tenía tres o cuatro vuelos diarios, ahora creo que tiene uno. Por una parte, la gente se empobrece, y no puede pagar lo que las compañías piden, pero por otra el control de cambios hace que lo que antes valía algo, ahora ya valga mucho menos; y las compañías aéreas se van, porque no van a perder dinero. Lufthansa se fue, Iberia se fue también, pero se fue de la noche a la mañana. Y las compañías que quedan son de amigos del régimen, que les facilita el acceso a los recambios, y así van tirando.
El nuevo líder tendrá que montarse sobre ese 80 por ciento de venezolanos faltos de esperanza y hartos de despotismo
– R.P.: Corrupción, el eterno problema, que en Venezuela es crónico…
– C.C.: Es verdad, pero lo de ahora no se puede comparar. Hay un dicho en mi país que dice que la corrupción de antes y la de ahora son como comparar a un carterista con el que roba un banco. Los robos con el petróleo son de cientos de miles de millones de dólares. La cuenta se puede sacar muy sencillamente. Esto no es un opositor que te habla mal del Gobierno; esto es una cuenta que puede hacer un muchacho en el colegio. Y no quiero decir que haya una corrupción buena y una mala. Las corrupciones son todas malas. Pero es que hay cosas que no admiten comparación.
(Y me acordaba yo de la película «Solo en casa», la mujer que se da cuenta en el avión de que ha dejado olvidado a un hijo en casa, y su cuñado trata de consolarla diciéndole que eso le puede pasar a cualquiera, y que él mismo se había dejado en casa las gafas de cerca…)
– R.P.: Me pregunto qué hace falta para que el pueblo venezolano honrado no salte de indignación ante el actual estado de cosas.
– C.C.: El comunismo cae cuando se encuentra enfrente a líderes como Lech Walesa, un Juan Pablo II…, había líderes que hablaban diferente, y lograron encontrar la intención precisa de sus pueblos, que dijeron ya basta, hasta aquí, ya no más. El comunismo estaba en la ruina; Venezuela ya lo está también. Ahora estamos luchando para ver qué líderes hay, a ver si surgen nuevos líderes. Pero si no surgen, habrá que trabajar con los que están.
– R.P.: ¿Se ve a alguien en el horizonte?
– C.C.: No sé. Si miramos a los que hay ahora mismo, en mi opinión el mejor es Antonio Ledezma. Pero no querría hablar de personas ahora, sino de algo que también me preocupa, y mucho: lo que habrá de venir. El nuevo líder tendrá que montarse sobre ese 80 por ciento de venezolanos faltos de esperanza y hartos de despotismo, y habrá de saber traducir su voz para encabezar una transición. Mi gran preocupación es qué es lo que va a venir. Papá Dios nos va a quitar esta pesadilla de encima, con toda seguridad. Ya se encargó, por sus medios naturales, de llevarse a Chávez. Yo suelo decir algo muy duro, pero que me parece bastante real: el tumor ya se extirpó, que era Chávez; ahora falta la metástasis. Y el problema que veo es que no hay líderes porque no existen partidos con las ideas claras, porque ese líder tendrá que organizar el tratamiento de las prioridades económicas, políticas, sociales, y ordenar este despelote que estamos viviendo: que atienda a la terrible crisis humanitaria, que dé esperanza a la gente, y después de unas primeras medidas de choque, que convoque elecciones libres a todos los niveles. Pero mientras este líder no aparezca, habrá que trabajar con lo que hay. Sin descanso. Porque te digo y te repito lo del principio: esto es una lucha del bien contra el mal.