Ainhoa Uribe | 14 de febrero de 2017
Corea del Norte es una pesadilla para sus ciudadanos, los cuales rinden homenaje diario a sus líderes y presidentes eternos (ya fallecidos), y viven sometidos al arbitrio del nieto. Una dictadura totalitaria y hereditaria, de corte comunista, guiada por los delirios de sus mandatarios.
El gobierno de Kim Yong-il (1994-2012) estuvo marcado por todo tipo de excentricidades (como los secuestros de personas, entre ellos su actriz y director de cine favoritos; su deseo de acostarse con jóvenes vírgenes todas las noches; o el asesinato de sus peluqueros, por no hacerle bien la permanente); así como por una vida de lujos, en un país donde la mayoría de la población pasa hambre y vive en el umbral de la pobreza.
Su hijo Kim Yong-un tomó el testigo del gobierno en 2012 y, desde entonces, ha seguido la estela de su padre, purgando constantemente a los miembros de su familia o a los miembros del ejército críticos con sus actuaciones, así como poniendo en práctica peligrosas estrategias militares, experimentando con su armamento nuclear. Mientras tanto, los ciudadanos no han visto asomar ni una sola libertad o mejora en su día a día: siguen aislados (en un país donde no se conceden apenas visados de turismo o de negocios; y donde no existen los medios de comunicación, excepto los oficiales); siguen pasando hambre (por la obsesión enfermiza de sus líderes en el gasto militar); y siguen aterrorizados (porque cualquier error les puede llevar a los lao-gais, los campos de re-educación o campos de concentración, donde se castiga a las tres generaciones de una misma familia, por el delito cometido por cualquiera de sus miembros).
Corea del Norte y Corea del Sur siguen formalmente en guerra. A partir del armisticio de 1953 se crearon dos sistemas económicos muy diferentes, en el Norte opera el comunismo mientras que en el Sur predomina el liberalismo
Un totalitarismo es aquel régimen político que se caracteriza por la ausencia de pluralismo político; por el papel preeminente del líder y del partido único; por la existencia de una rígida ideología articulada, en torno a la cual se moviliza masivamente a la población; y por la imprevisión de los límites del poder, que se sustenta mediante estrategias de fuerza, dominación y terror. Pues bien, ésta es la mejor definición de Corea del Norte.
El origen de la historia se remonta a la Segunda Guerra Mundial. La península de Corea queda dividida en dos. La zona norte, administrada por la Unión Soviética y la parte Sur, administrada por Estados Unidos. Tanto la URSS como Estados Unidos se retiran del territorio en 1948. Dos años más tarde, el ejército del norte cruza la frontera del paralelo 38º, que divide la península y ocupa el sur. Estos hechos provocaron un desbordamiento del ejército surcoreano pues no poseía el armamento necesario, por lo que EEUU eleva su protesta a la ONU, quien decide enviar cascos azules a la zona, dirigidas por el general estadounidense McArthur. Igualmente, el presidente Truman declara la guerra a Corea del Norte (sin ponerlo en conocimiento del Congreso) y envía, junto a las cuatro divisiones que forman parte de los cascos azules, a una flota de cobertura de dichas tropas en el estrecho de Formosa.
La intervención occidental hace retroceder las fuerzas norcoreanas, hasta atravesar de nuevo el paralelo 38º. Es en este momento cuando China decide intervenir en el conflicto e invade de nuevo la zona sur. Las fuerzas de la ONU se ven sorprendidas por el ataque chino y consiguen liberar Seúl tres meses después con el refuerzo de más tropas estadounidenses. En este punto surgen divergencias dentro de las Naciones Unidas, así como entre el Presidente Truman y el general McArthur. Durante la disputa el presidente Truman buscó una solución política a la Guerra de Corea. Su finalidad no fue la victoria total sobre el comunismo asiático, sino más bien una paz sin victoria, es decir que no tuviera ni vencedores ni vencidos, permitiendo dar un régimen de estabilidad al país. Dicha paz consistía en que la victoria sería una anulación de la agresión.
Corea del Norte es, a todas luces, un país de broma que no hay que tomarse a broma. La enajenación de su líder y el odio que tiene a lo que denomina el “imperalismo” occidental puede ponernos en peligro
En consecuencia, desde 1953, Corea del Norte y Corea del Sur siguen formalmente en guerra, pero con un acuerdo de paz que ha permitido evitar la reanudación del conflicto. A partir del armisticio se crearon dos sistemas económicos muy diferentes, en Corea del Norte opera el comunismo, mientras que en Corea del Sur predomina el liberalismo.
Corea del Norte, aunque se ampare en las bases del comunismo, ha forjado sus propios principios ideológicos basados en la propuesta de su primer líder Kim Il-sung (el pensamiento “Juche”) y su desarrollo por Kim Yong-il (pensamiento “Sogun”). Estas doctrinas se resumen fácilmente: Corea del Norte no ha renunciado ni a su expansión territorial, ni a la imposición de su revolución comunista, pretendiendo llevar a cabo su “revolución” mediante una política que incrementa el gasto militar, en general, y su armamento nuclear, en particular. Prueba de ello es que, Corea del Norte modificó su constitución en 2012 para autodenominarse “potencia nuclear”.
Corea del Norte modificó su constitución en 2012 para autodenominarse potencia nuclear
La Constitución hace constantes referencias a la lucha contra el imperialismo, tanto en el preámbulo como en el propio articulado, situando en una guerra permanente a Corea del Norte frente a las agresiones externas. Las consecuencias son evidentes: Corea del Norte está poniendo a prueba su tecnología militar, para realizar lanzamientos de misiles con cabezas nucleares, en dirección a Japón y a Corea del Sur que, de momento, están provocando movimientos sísmicos, pero que plantean una seria amenaza a medio y largo plazo.
Corea del Norte es, a todas luces, un país de broma que no hay que tomarse a broma. La enajenación de su líder y el odio que tiene a lo que denomina el “imperalismo” occidental puede ponernos en peligro. Parece que está lejos, pero en un mundo global como el nuestro, las consecuencias del movimiento de un actor internacional desencadenan el efecto de una bola de billar en el panorama político. Habrá que seguir atentos, por tanto.