Luis Núñez Ladevéze | 21 de enero de 2019
Comprobando lo que se ve en telediarios o se lee en tantos periódicos, hay para sentirse perplejos. ¿Cómo explicar que buena parte de electores estadounidenses, europeos, brasileños y españoles contradigan electoralmente la corrección editorial de los principales medios de opinión impresa o audiovisual sobre violencia de género, prisión permanente, inmigración y voten a la que descalifican como extrema derecha?
¿No se han percatado los medios convencionales de que la opinión fluida de las redes se ha emancipado de la opinión convencionalmente publicada? ¿No se han enterado de que las redes ya no son monopolizadas por la iracundia contra Davos, el G-20 o los protestatarios en la Puerta del Sol, y que las abuelas de siempre, sus hijos y sus nietos también usan diestramente el WhatsApp?
La obvia desconexión entre la opinión pública electoralmente expresada y los requerimientos de la opinión publicada en los medios tradicionales conduce a muchas preguntas.
El escrache preventivo de la izquierda contra VOX
¿Por qué el lenguaje políticamente correcto dominante en medios públicos tiene un efecto boomerang que promueve lo que impugna? ¿Por qué la reprobación de una corriente de opinión calificándola de “extrema derecha” no evita que se reproduzca? ¿Por qué se propaga eficazmente una silenciosa autodefensa de la opinión reprimida que desafía en privado a la predominante opinión publicada?
Preguntas que pueden concretarse para España:
¿Por qué al adelantar Susana Díaz las elecciones andaluzas le sale el tiro por la culata? ¿No se oyó al presidente y a la vicepresidenta del Gobierno que VOX era un partido inconstitucional antes de obtener los doce escaños imprevistos por el oráculo Tezanos? ¿No refleja el resultado una desautorización electoral de la retórica institucionalizada en los medios?
Preguntas que evidencian el denso agravio comparativo que agobia a una corriente de opinión frente a las que tratan de reprimirla: ¿por qué se dice que VOX es anticonstitucional si acepta las reglas constitucionales para aplicar las reformas que propone? ¿Por qué se atribuye a VOX la inconstitucionalidad mientras se difumina que Podemos rechace la Constitución del 78 y la monarquía parlamentaria?
Ciudadanos y VOX, condenados a desentenderse
¿Cómo pretender que no se reaccione cuando el progresismo juguetea con la catedral mezquita de Córdoba para fomentar el islamismo? ¿Cómo evitar que la exhumación de Franco nutra de visitas al Valle de los Caídos? ¿Cómo sorprenderse de que, si se legitima el adoctrinamiento LGTB, se estigmatiza la actitud conservadora tildándola de extrema derecha?
¿Por qué si el socialista Frans Timmermans afea que un partido se alía contra quienes rechazan “los valores europeos más básicos” hay que entender que se refiere a VOX, en lugar de a Podemos, a los independentistas catalanes o a Bildu? ¿Cómo aceptar que el Gobierno rechace la coalición con VOX mientras se alía al independentismo?
¿No se advierte la debilidad discursiva de tantos agravios discriminantes que reprueban actitudes como extremistas mientras la corrección política pasa por alto el recetario ideológico progresista? Tan notoria falta de ecuanimidad impulsa la rebeldía silenciosa de los agraviados.
Se agravia a la inteligencia cuando se acepta la labilidad intelectual del feminismo, cuya condescendencia con el islam contradice su exacerbación contra el machismo en las sociedades liberales. ¿Se desconoce a estas alturas que el postulado de igualdad entre sexos es producto exclusivo de la progresiva secularización durante el proceso de ilustración occidental del principio cristiano de autonomía moral de la conciencia?
¿No es patente que la actitud del feminismo doctrinario frente al fetichismo sexual, reclamo generalizado del consumismo, es contradictoria? ¿Cómo ceder a que el feminismo ideológico condescienda con sociedades en que el burka, el nikab, el chador o el hibab son vestimentas imperativas y critique acerbamente sociedades que establecen la igualdad jurídica e intelectual entre hombre y mujer?
Si la conducta consciente está ligada a algún supuesto moral, ¿por qué los excesos del principio del placer cuando se refieren a la conducta sexual no han de ser regulados por la templanza, la moderación y la contención, como patrocina la actitud conservadora? ¿No se advierte que cuanto más se excita el erotismo en publicidad, series y cinematografía más aumentan los abusos, el machismo y la violencia?
¿Cómo mantener razonablemente que, si la glotonería, el alcoholismo, la drogadicción degradan la vida comunitaria, el comportamiento sexual entre individuos quede excluido de valoración moral comunitaria y presentado como inocuo derecho individual? El caso extremo es el del aborto. Ecológica y socialmente, el aborto desvincula la responsabilidad individual de la madre de sus naturales consecuencias ecológicas y sociales, lo cual no implica que no sea comprensible o regulable, sino que no sea discrecionalmente ejercitable como un derecho corporal frente a la expectativa en curso de una vida ajena.
¿Hay que ignorar que la supremacía del macho sobre la hembra propia de los mamíferos, cuajada como voluntad de poder en entornos machistas, ya religiosos o ya socioculturales, la propaguen en Europa las comunidades migratorias en que se ha consolidado?
Y tantas preguntas que pueden tener distintas respuestas, pero para las que la corrección política progresista solo admite la suya.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.