Ferdinand Van der Gracht | 15 de noviembre de 2017
Llegó el 30 de octubre de 2017, para sorpresa general aquí en Bruselas, tras el supuesto referéndum sobre la independencia catalana convocado por él mismo un mes antes, el domingo 1 de octubre. El ya expresidente de la Generalitat no ha sido recibido ni tratado amistosamente por el Gobierno belga. Y esto no tiene intención de cambiar.
Puigdemont en Bruselas . Internacionalizar el procés podría traer el fin de la Unión Europea
«Libre y sin fianza. Nuestros pensamientos están con los colegas injustamente encarcelados por un Estado que está lejos de la práctica democrática», tales son las primeras palabras escritas en catalán por Carles Puigdemont en su cuenta de Twitter, el pasado lunes 6 de noviembre. Intervino después de su larga audiencia (así como la de cuatro de sus antiguos consellers, también exiliados a la capital europea) ante el juez de instrucción de la Fiscalía de Bruselas. Esta decisión viene acompañada de condiciones muy estrictas, como la imposibilidad de dejar el territorio, la obligación de tener una dirección fija en Bélgica y la de presentarse personalmente a toda convocatoria de la Justicia y de la Policía. Como resultado, se ha reenviado el expediente a la Cámara del Consejo Judicial belga. Esta debe pronunciarse en los próximos quince días sobre la ejecución de la orden de detención europea emitida el jueves 2 de noviembre por la jueza española Carmen Lamela, por «rebelión, sedición, malversación de fondos públicos y desobediencia a la autoridad».
Esta cooperación entre las autoridades belgas y sus colegas españoles parece normal, en virtud del principio, vigente en derecho europeo, de reconocimiento mutuo del derecho penal en los diferentes países de la Unión Europea. No obstante, más allá de este respeto a la ley, el Gobierno belga reafirmó una segunda vez tener solamente un interlocutor: España.
Dos factores permiten pensar que esta posición pueda perdurar.
Excepto el presidente del NVA, el partido flamenco abiertamente independentista, que conocía en persona a Puigdemont por una antigua relación, sabía que nadie lo acogería como amigo. Todos se mostraron reticentes a dispensarle una buena acogida. Ya antes, el primer ministro belga, Charles Michel, comentó sobre la llegada de Puigdemont que «no está en Bélgica por invitación, ni por iniciativa del Gobierno belga. La libre circulación en el seno del espacio Schengen le permite estar presente en Bélgica sin otra formalidad. (…) Será tratado aquí como cualquier ciudadano europeo». El vice primer ministro flamenco, Kris Peeters, declaró a la radio pública flamenca que “no quiero prejuzgar nada, pero cuando se apela a la independencia más le vale a uno quedarse cerca de su pueblo”. Los líderes de los partidos de la oposición se expresaron todavía de forma más negativa, llegando incluso a considerar abiertamente que esta presencia resultaba inapropiada y podría constituir un incidente diplomático con España.
Los independentistas nos roban . Una solución clara al golpe catalán evitará daño económico
Desde un punto de vista más estructural, respecto a recurrentes veleidades independentistas flamencas en Bélgica, el Ejecutivo belga actual no tiene ningún interés y ningún deseo de apretar o sostener de alguna manera al señor Puigdemont, un líder decaído responsable de una declaración absolutamente ilegal y unilateral de independencia. Este tipo de estrategia podría no solo destruir las excelentes relaciones diplomáticas entre ambos Estados soberanos y una relación sólida de socios en el seno de la Unión Europea, sino también legitimar y despertar las esperanzas separatistas de ciertas facciones del norte de nuestro país. No hay ninguna duda de que los líderes actuales de la región flamenca, mayoritariamente dignatarios de este NVA, muy embriagados por esta posición inadecuada del Estado belga frente al líder catalán, no tardarán en intentar la misma aventura. Y eso, con mayores posibilidades de un resultado feliz en perspectiva.
Así, el Gobierno belga, fiel a la divisa del Reino de Bélgica: «la Unión hace la Fuerza», nunca prestará ningún tipo de ayuda al expresidente de la Generalitat ni se expondrá a dar alas a una corriente independentista que percibe como ilegítima.