Pedro González | 23 de mayo de 2017
Expulsados del conservador partido Los Republicanos, tanto al primer ministro francés, Édouard Philippe, como a los nuevos ministros de Economía y Presupuestos, Bruno Le Maire y Gérald Darmanin, solo les queda denominarse en adelante como macronistas. A imagen y semejanza de los gaullistas, fieles seguidores del general De Gaulle, instaurador de la V República desde 1958, los macronistas marcarán la nueva tendencia política dominante en Francia, como ejecutores del proyecto encarnado ahora por el presidente Emmanuel Macron.
Si este macronismo logra la mayoría en las elecciones legislativas del 11 y 18 de junio próximo, Francia habrá conseguido superar la dialéctica política izquierda-derecha que ha imperado a lo largo de los últimos cincuenta años, un eje considerado hasta ahora como inamovible.
El nombramiento por Macron de un Gobierno transversal, paritario y con caras nuevas, ha descubierto a todos los franceses y, en particular, a la anquilosada clase política, que el futuro del país está en el centro, ensanchado este con los sectores más moderados de la izquierda y derecha tradicionales.
Si este macronismo logra la mayoría en las elecciones legislativas del 11 y 18 de junio, Francia habrá conseguido superar la dialéctica política izquierda-derecha que ha imperado a lo largo de los últimos cincuenta años
Brillante y experimentado él mismo en los negocios y la empresa privada, el presidente galo ha escogido un Gabinete en el que más de la mitad de los ministros han demostrado sus dotes, talento y habilidad en empresas e instituciones donde el ascensor social y económico se rige por el principio del mérito. Todos hablan fluidamente al menos uno o dos idiomas, además del francés.
También han inaugurado una nueva práctica antes de jurar su cargo: pasar un escrutinio especial que demuestre una conducta intachable, sobre todo en materia fiscal. Macron no quiere sorpresas sobrevenidas a posteriori, en un país donde se ha desvelado lo que era un secreto a voces: que no pocos políticos con algo de poder e influencia en cualquier nivel lo utilizaban para favorecer a familiares y amigos.
La moralización de la vida pública es, pues, el primer encargo “de extrema urgencia que Macron ha pedido a su ministro de Justicia, François Bayrou. Una tarea que supone, además, un buen gancho electoral para las próximas e inmediatas elecciones legislativas.
La República en Marcha (LRM), nuevo nombre de la formación que llevó a Macron a la Presidencia de Francia, quiere ser el nuevo movimiento que, a imagen del gaullismo, reviente el eje izquierda-derecha y ponga la línea divisoria en los extremismos, representados hoy por el aún Frente Nacional (es inminente su cambio de nombre) de Marine Le Pen, y la Francia Insumisa del neocomunista Jean-Luc Mélenchon.
Macron nomme son gouvernement: recomposition, parité et ouverture https://t.co/whm3mNsCwU #AFP pic.twitter.com/UeflY28esJ
— Agence France-Presse (@afpfr) May 17, 2017
Hecho trizas el Partido Socialista y descolocado el conservador Los Republicanos, Macron y sus ministros aspiran a conseguir una victoria lo más rotunda posible en las legislativas e instaurar un proyecto de transformación total y durable del país y, por extensión, de la Unión Europea, consideradas ambas la prioridad absoluta del nuevo presidente. Después del 18 de junio, si el electorado le concede esa mayoría necesaria para realizar su proyecto, vendrá lo más gordo: la liberalización de la economía francesa, la consiguiente reducción progresiva del sector público y el correspondiente hachazo socio-laboral que ponga a Francia en los raíles de la nueva competitividad global.
Hecho trizas el Partido Socialista y descolocado el conservador Los Republicanos, Macron y sus ministros aspiran a conseguir una victoria rotunda en las legislativas e instaurar un proyecto de transformación total y durable del país
Para esa tarea, cuenta con Bruno Le Maire en Economía, Gérald Darmanin en Presupuestos y Muriel Penicaud en Trabajo. Esta última era la primera ejecutiva de Business France, la corporación encargada de las inversiones exteriores del país. Las medidas que adopten en sus ministerios provocarán a buen seguro protestas, manifestaciones y huelgas de los reticentes a las reformas. Asegurar que la seguridad no se desborde, así como mantener la lucha contra el terrorismo, será el trabajo de Gérard Collomb, alcalde de Lyon y veterano senador socialista.
La otra gran reforma, la que Macron pretende realizar en la Unión Europea de acuerdo con la canciller Angela Merkel, correrá a cargo de un peso pesado, Jean-Yves Le Drian, nuevo ministro de Asuntos Exteriores tras haber dirigido el Ministerio de Defensa durante los cinco años de gobierno del presidente François Hollande. En ese periodo, Francia ha batido todos los récords de exportación de armas y ha situado hasta 30.000 militares en diecisiete misiones internacionales. Le Drian tendrá la ayuda de una ministra específica para Asuntos Europeos, Marielle de Sarnez, eurodiputada desde 1999, que será la que se encargue de las relaciones día a día de Francia con los Veintiséis.
Otra veterana de las instituciones de la UE, Sylvie Goulard, es la nueva ministra de Defensa. Una políglota que trabajó en los gabinetes de Romano Prodi y Mario Monti, que habla fluidamente alemán y que será el rostro francés para el proyecto de edificar un auténtico pilar europeo de defensa, esquema que siempre fue boicoteado por el Reino Unido.
La preocupación por el cambio climático la ha puesto Macron en manos de un ecologista de prestigio que, además, es una reconocida estrella televisiva: Nicolas Hulot, debutante en la política profesional, como también lo es la editora Françoise Nyssen, experiencia fundamental para una cartera tan sensible en Francia como es el Ministerio de Cultura.
Por la novedad y el cambio esperanzador que representa el macronismo del LRM, cuenta ya con más de un 30% de la intención de voto en los sondeos, frente a un escueto 19% que las encuestas conceden a Los Republicanos. Es poca cosecha, de momento, aunque gracias al sistema electoral galo, mayoritario a dos vueltas, los populistas de extrema derecha y de extrema izquierda no es probable que consigan una representación de gran peso en la Asamblea Nacional. Francia, así, podrá acometer la experiencia inédita de un verdadero gobierno de centro.