Carlos Cuesta | 23 de enero de 2019
Podemos nunca nació como un partido. Pablo Iglesias hablaba de círculos y de participación de los no representados, de la calle. Pero lo cierto es que el partido “leninista amable” -como lo definía Iglesias- nunca tuvo más que un círculo: el del ego de Iglesias. Uno en el que solo cabían él y su narcisismo. Uno en el que Carolina Bescansa, Juan Carlos Monedero, Luis Alegre o el mismo Íñigo Errejón sobraban. Porque Iglesias era tan genial -creía él- que todos eran superfluos. Todos menos él.
Hoy dejo el acta como diputado del Congreso. Ha sido un inmenso honor. Con el orgullo de haberlo hecho lo mejor que sé, os doy las gracias. Ahora una sola tarea: levantar una nueva mayoría en Madrid. Estamos tocando una tecla que hacía mucho que no sonaba. pic.twitter.com/M52ACIzQUm
— Íñigo Errejón (@ierrejon) January 21, 2019
Íñigo Errejón no debió tardar mucho en empezar a diseñar su venganza tras ser relegado a un tercer, cuarto o quinto puesto. Porque, a los dos años, ha hecho saltar por los aires lo que quedaba de Podemos.
Lo cierto es que Errejón es tan radical como el admirador número 1 de Venezuela, Pablo Iglesias. Errejón dejó claro su cartel de admirador número 2 del régimen de Nicolás Maduro en una reciente entrevista en el semanario chileno The Clinic, ante el que no dudó en seguir alabando a Maduro, en asegurar que el suyo era un sistema político de pleno respeto de las libertades, y en negar hasta la hambruna venezolana para vergüenza del entrevistador.
Pero Íñigo Errejón ha desarrollado eso que algunos llaman instinto político, y que no es otra cosa que la mentira: la habilidad de esconder sus pensamientos reales en ocasiones para engañar a los votantes y aparentar ser lo contrario de lo que se es. Errejón pasa, así, por ser el moderado del grupo.
El ‘empoderamiento’ pleno de Pablo Iglesias . Y sus medidas radicales aprobadas sin visibilidad
Íñigo Errejón es tan moderado que formó parte del grupo de enviados a Venezuela antes de 2014 para aprender de las técnicas de desestabilización de partidos de los servicios secretos venezolanos -el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN)-. Y es tan moderado que extendió este esquema de aprendizaje y colaboración a Ecuador, por iniciativa propia, justo en los años previos a la fundación de Podemos.
Es por eso, precisamente, por ser igual de radical que Iglesias, pero más listo y embaucador, por lo que Iglesias no tardó en desactivar su competencia y rivalidad. Aquello ocurrió no hace mucho: tras el Congreso de Vistalegre del año 2017. Y ocurrió por osar Íñigo Errejón armar un proyecto alternativo a Iglesias y lanzarlo en primarias contra el líder indiscutible.
Atrás quedaba aquel 17 de enero de 2014 en Lavapiés. Cuando, en el Teatro del Barrio, lo que se había planeado como una rueda de prensa devino en acto público. Y donde un joven Pablo Iglesias se apropiaba del «Sí se puede» del 15-M para presentar, rodeado por Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón y Carolina Bescansa entre otros, su partido: Podemos.
Tan atrás ha quedado que de aquella foto de supuesta unidad ya no queda más que el único que siempre estuvo unido: Iglesias a sí mismo.
Discrepar en Podemos de Pablo Iglesias tuvo desde el principio un claro coste. Lo sufrieron Carolina Bescansa, Luis Alegre, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón. También Rita Maestre, Tania Sánchez, Albano Dante Fachín o Lorena Ruiz-Huerta.
Pero solo uno se ha atrevido a fraccionar el partido: Íñigo Errejón, el más listo, osado y peligroso de ellos. Uno que, además, ha convencido a Manuela Carmena de que en algún momento la alcaldesa tendrá que dejar de presentarse y que él, Errejón, se presenta voluntario para ser el heredero de su legado: uno que confunde Podemos con el PSOE.
Podemos tiene, efectivamente, alternativa en Íñigo Errejón. Pero que nadie se engañe: como el proyecto de Carmena, su plan no pasa por dar larga vida solo a los radicales que brillan en Podemos. También pasa por suplantar al cada vez más radical y amigo de radicales PSOE.
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