Jesús Tanco | 09 de marzo de 2017
Existe una serie de cuestiones en las que el nacionalismo independentista lleva décadas trabajando en España, y no solo en el País Vasco, ante la mirada hacia otro lado de buena parte de ciudadanos. Ello nos ha llevado a la situación que hemos vivido estos días con la cadena pública ETB, en la que se emite un programa que insulta y confunde a los españoles con «fachas», «paletos» y «chonis».
El 8 de febrero se emitió en ETB, el canal en vasco de esta televisión pública, uno de los medios de la Corporación EITB, con difusión también en radio y medios digitales, el programa o supuesto reportaje-documental acerca de la percepción de España y lo español en la sociedad vasca, o mejor expresado, en la Comunidad Autónoma Vasca.
El producto ha tenido un mayoritario rechazo en muchos de los que lo han conocido gracias a su difusión por las redes y supongo que también en algunos de los 25.000 espectadores que lo sintonizaron.
No voy a entrar excesivamente en lo que se expresó en ese espacio, que supongo es conocido por los lectores avezados de la prensa digital y de este periódico; la propia selección de testimonios y entrevistados conlleva ya un sesgo ideológico. Sí quiero destacar que los prejuicios y estereotipos, los tópicos que encierra el programa de Euskal Telebista son dignos de estudio en una facultad de Comunicación como ejemplo de manipulación, de falta de rigor y de apelación a sentimientos o resentimientos raciales o etnológicos.
En fin, como muestra, la sugerencia de que es facha un presidente del Gobierno, José María Aznar, que salvó su vida por una décima de segundo en un atentado etarra y a quien tanto debe esta comunidad autónoma por la creación de la actual Hacienda Tributaria Vasca, con competencias que nunca tuvo en el pasado, en ese afán nacionalista de equipararlas a las muy fundamentadas históricamente de Navarra. Basta mirar las inversiones que el Gobierno de la nación ha hecho en el País Vasco en infraestructuras viarias o equipamientos culturales, por no entrar en otros sectores de llamativa discriminación positiva respecto a otras regiones españolas, para comprobar cómo le han hecho estar a la cabeza en los parámetros económicos y de bienestar social. Los emigrantes que desde toda la geografía española han venido a trabajar.
El poner, como en el segundo tópico, el de cateto, un nombre de pueblo que es el de Villafranca… es propio de una ignorancia supina de lo histórico. Precisamente en el País Vasco hay varias Villafrancas, villas que tienen la impronta foral y que, por tanto, debían ser valoradas positivamente, como los Salvatierra, demarcación aforada, y otros topónimos que en tierras de tanta solera como los del Fuero de Ayala deberían ser mejor conocidas.
El terrorismo etarra y quienes lo hicieron posible y, en cierto modo, subsistente tiene mucho que ver con el miedo y la confusión
El foralismo bien entendido y bien practicado es el mejor antídoto contra el nacionalismo, que no se cura viajando, como algún pensador dijo, porque, como queda reflejado en el programa de marras, es impresionante el número de habitantes de la Comunidad Vasca que tienen lugares de residencia habitual en el resto de España o que veranean buscando paz, tranquilidad y buenos servicios fuera de sus límites. En el caso de Navarra, el número de vecinos o avecindados de las provincias vascas es altísimo, como lo prueba el simple censo de viviendas secundarias con titulares de esa procedencia.
En todo caso, la aportación de tantos emigrantes de la geografía española a las zonas industrializadas del País Vasco habla por sí sola de la mezcla étnica, cultural y social, además de la importancia que los catetos han tenido en el desarrollo de la región. Las cifras cantan. Ahí está la estadística.
Me van a permitir, mis lectores, la consideración de mi experiencia: desde febrero de 2015 hasta mayo de 2016, he estado participando en un programa magazín de tarde en Euskal Telebista, con una cadencia quincenal aproximada.
Cuando me llamaron de la cadena, me hicieron unas cuantas preguntas acerca de mis convicciones morales y religiosas, mi idea hacia lo vasco, lo navarro, lo español y, más o menos, mi espectro político. Cuando me seleccionaron, me dijeron que era dificilísimo encontrar personas con ese perfil y que agradecían especialmente la aceptación por mi parte; por lo tanto, deduje que hubo bastantes negativas antes de mí para el segmento, llamémoslo así, que yo representaba.
Solo una vez recibí una advertencia, cuando al hablar de la Guerra Civil destaqué ante las cámaras el gran estallido social del 18 de julio y el antecedente desastroso de la II República
Estuve unas cuarenta tardes en el programa Sin ir más lejos (SIML), que está colgado en la red, por cierto, y en él me desenvolví con toda libertad en un entorno de adversidad o pluralismo con algunos contertulios descaradamente partidistas y militantes de formaciones de extrema izquierda y separatistas. Solo una vez recibí una advertencia cuando, al hablar de la Guerra Civil de 1936-39, destaqué ante las cámaras, según mi criterio, el gran estallido social del 18 de julio y el antecedente desastroso de la II República; se me dijo que en la Casa se tenía la Guerra como un golpe militar puro y duro y punto; idea que, sí o sí, debía quedar reflejada en la tertulia.
Durante estos meses de comparecencia televisiva, en los que nadie del Partido Popular ni de los partidos constitucionalistas me hizo ninguna mención de haberme visto ni de valorar alguna intervención mía en su defensa, pude observar muchas cosas. La primera de ellas, y lo digo con pena, cómo todo lo religioso católico tiende a relativizarse, a ningunearse en una sociedad tan tradicional como la vasca que ha tenido unas raíces claramente católicas.
En el terreno histórico, no me llamó la atención el, de sobra conocido, afán por integrar a Navarra en el proyecto político de un Euskadi futuro, con la incoporación difícil de justificar de Iparralde, es decir, de los territorios franceses que se han definido también como susceptibles de pertenencia a ese ente, hoy por hoy de ficción.
No es extraño que se politice todo, hasta el mapa del tiempo que diariamente se emite en el programa que ha estado patrocinado por El Corte Inglés, buque insignia de lo español
En un ambiente de crispación en medios informativos y políticos que raya en lo enfermizo y, en contraste con una palpable tranquilidad en la sociedad vasca, no es extraño que se politice todo, hasta el mapa del tiempo que diariamente se emite en el programa que ha estado patrocinado por El Corte Inglés, signo que, como se sabe, es considerado, a pesar de su nombre, como buque insignia de lo español. Respecto al conjunto de España, en muchos espacios se evita siquiera nombrar la vinculación a Castilla de las Provincias Vascongadas, hoy llamadas Territorios Históricos, desde 1200, por decisión interesada de su nobleza y aristocracia.
Sobre el fin del reino de Navarra con monarquía propia en 1512-1515 y lo mucho que tuvieron que ver Álava, Guipúzcoa y Vizcaya en el empeño de su incorporación a Castilla, es muestra de una apropiación indebida más de parte de su historia, en muchos de los contenidos televisivos, realmente chocante en una sociedad culta que debía conocer mejor el papel de tantos protagonistas de la Historia de España que nacieron y vivieron en esas provincias.
La mirada hacia otro lado de buena parte de ciudadanos nos ha llevado a una situación como la que hemos vivido estos días, en los que una cadena pública sostenida por los contribuyentes emite un programa que insulta y confunde
El terrorismo etarra y quienes lo hicieron posible y, en cierto modo, subsistente, tiene mucho que ver con el miedo y la confusión. Términos manipulados y utilizados en medios de comunicación o de ámbito cultural, como: Estado Español por España; Madrid como Gobierno de la Nación; izquierda abertzale como entorno batasuno próximo al etarra; conflicto vasco como justificación del movimiento independentista; pacificación por claudicación del Estado de Derecho; normalización lingüística por imposición del euskera o vasco unificado con parámetros actuales; derechos históricos en territorios históricos como algo exclusivo, como si no los merecieran, por ejemplo, otras regiones como Aragón o Castilla; radicales por violentos; y una gran sarta de términos utilizados más para la propaganda ideológica que para la correcta información del pueblo honrado, llano y trabajador.
Conservo un buen recuerdo de mi paso por la cadena autonómica que cuenta, según he podido constatar, con unos impresionantes medios materiales y de personal. Los medios de comunicación, la educación, la cultura, la justificación moral, la creación de mitos y modelos de vida, la lengua como exponente de la nacionalidad y de factor de identidad son una serie de cuestiones candentes en las que el nacionalismo independentista lleva décadas trabajando en España, y no solo en el País Vasco. Ante la mirada hacia otro lado de buena parte de ciudadanos, todo ello nos ha llevado a una situación como la que hemos vivido estos días, en los que una cadena pública, sostenida por los contribuyentes, emite un programa que insulta y confunde.
Personalmente, visto lo visto, el episodio no me ha extrañado nada. Seguro que hay muchos antecedentes…
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.