Fernando Jáuregui | 14 de agosto de 2017
Una de las cosas urgentes que tenemos que solventar en este país nuestro es el deslinde entre unas izquierdas, otras y otras. Clarificar, vamos. La izquierda española tiene que reinventarse, depurarse, si no quiere que le ocurra lo que en otros países, bien cercanos por cierto, ha sucedido: que ha desaparecido en favor de la derecha o de movimientos extraños, que poco tienen que ver con los partidos clásicos. Estamos en la ceremonia de la confusión y hasta, cuando es posible, del descaro. Puede, incluso, que de un cierto pillaje intelectual (y no solo), allí donde se puede. Y nadie denuncia, nadie analiza. Casi nadie habla desde la altura, mientras algunos columnistas ultraconservadores, exagerados sin duda, hablan de renacimientos del Frente Popular y hasta de futuras sacas (¡!). ¿Será que nadie tiene nada que decir, será que no hay voces políticas moralmente autorizadas, en este verano sofocante y surrealista, que pongan algo de sensatez en el secarral político?
Así, en Castilla-La Mancha se ha dado un acuerdo, que algunos interpretan como un primer hito para ampliarlo a escala nacional, entre el PSOE de García-Page (digo bien; hay otros PSOE’s, además del de don Emiliano, que piensan muy otra cosa respecto de un acuerdo como este ) y el Podemos castellano manchego (creo que también hago bien en precisar al respecto). Y no he escuchado un análisis coherente, claro, inequívoco, ni por parte de la dirección de Ferraz, ni por la de Podemos (Pablo Echenique ha dicho una cosa; otros, otras) de lo que ese paso tan importante, dado con agostidad y un poco de alevosía, pero quizá, al fin, interesante, puede significar : ¿habrá un gran pacto nacional PSOE-Podemos de cara a las elecciones de 2019?. Pero ¿qué pacto? Lo importante no es el avance de ideas y proyectos. Cómo desalojar a toda costa de La Moncloa a Mariano Rajoy: esa está siendo una de las grandes especulaciones periodísticas del verano y la gran controversia entre los ‘segundos y terceros escalones’ socialistas y de Podemos.
Cierto es que, puestos a mantener el atronador silencio de los máximos responsables, mientras los irresponsables están en la barahúnda, tampoco he escuchado suficientes críticas por parte de los sectores afectados ante el hecho lamentable de que el primer acuerdo de Gobierno ‘de coaliciòn’ castellano-manchego hubiese sido consolidar privilegios funcionariales de los nuevos amos del cotarro. Quizá no sea lo más importante, pero no deja de ser alarmante. ¿De verdad estamos ante una propuesta de valores morales, de progresismo frente a conservadurismo? De momento, la ‘enmienda’ parlamentaria que quiere consolidar los beneficios para los funcionarios ‘políticos’ ya ha suscitado la alarma de los sindicatos, y es posible que los nuevos aliados, PSOE y Podemos, acaben retirándola por la puerta de atrás. Lo malo es que lo intentasen siquiera, también un poco a la chita callando, con el consiguiente desprestigio de las ideas que dicen defender.
Tirado: "Me han llamado para decirme que les da miedo este gobierno del PSOE y Podemos" – #PagePodemizaCLM https://t.co/WsM0f6jlpy
— Partido Popular CLM (@PP_CLM) August 11, 2017
Claro que, entrando en otros terrenos, también me faltan voces autorizadas en la izquierda sobre lo que está ocurriendo en Venezuela: los dirigentes de Podemos ya ni se atreven a ir a las televisiones para que no les pregunten sobre las atrocidades de Maduro. O, ya que estamos, alguien debería elevar su voz sobre lo que ha estado pasando en El Prat, un grave conflicto sindical, al fin y al cabo, en el que algo tendrían que decir los líderes de esta izquierda veraneante: ¿es propio de la izquierda mantener rehenes en las colas de un aeropuerto?
Y añoro, asimismo, algunas reacciones, aunque sean humorísticas, sobre lo de la escoba de la CUP, barriendo a tirios y troyanos que molestan a la formación de la señora Gabriel; me refiero, ya sabe usted, a ese cartel que imita al famoso de Lenin de 1919. Pues nada, no se han levantado voces en ninguna de las izquierdas españolas condenando la lapidación cartelera que los extremistas catalanes hacen indiscriminadamente, desde al Rey hasta al torero Padilla: para la CUP, todos ellos representan la casta dominante a la que hay que barrer. Lo mismo que aquel cartel leninista barría al zar, a capitalistas, curas, militares, ‘enemigos de la clase obrera’. Como si la revolución de octubre no se hubiese llevado a cabo hace ya un siglo. Como si no hubiese caído el muro de Berlín hace casi tres décadas, como si la ‘clase obrera’ no fuese ya un concepto superado, o como si Lenin estuviese hoy vigente: hasta Putin se plantea quitar el mausoleo donde se guarda su momia y trasladarlo a zonas menos transitadas de Moscú. O de Siberia, quién sabe.
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— CUP Països Catalans (@cupnacional) August 10, 2017
Así, me parece importante escuchar, ya mismo, a Pedro Sánchez dando su opinión, que por su cargo tiene un enorme relieve, sobre muchas cosas, que abarcan desde el nuevo pacto de Toledo entre García-Page y Podemos hasta esos límites que nunca debería traspasar la izquierda responsable: pero el viejo-nuevo líder socialista anda este verano como ausente. Y también creo urgente que, si son capaces, desde Podemos fijen líneas divisorias, para desmarcarse de los excesos antiturísticos, antitaurinos, anti casi todo, de unos grupúsculos instalados en la ‘gran barrida’, que de momento está limitada a ‘acciones’ en Cataluña y, en menor medida (hasta Otegi se ha distanciado de la loca oleada contra el turismo), en Euskadi.
Si la izquierda-sensata no sabe diferenciarse con suficiente rotundidad de esa otra sedicente izquierda-extremada, lo que hará será reforzar a la derecha, que se presentará como garantía de lo establecido, del orden, de lo previsible. Y ello, aunque algunas voces de esa derecha, provocando accesos de tos en sus filas, se proclamen ahora ‘revolucionarias’, contribuyendo, desde luego, a la enorme ceremonia de la nacional-confusión a la que antes me refería. Me lo comentaba hace pocos días un relevante miembro de la nueva plataforma progresista ‘Actúa’, en la que se integran desde Baltasar Garzón hasta Gaspar Llamazares, o Cristina Almeida, o Antonio Gutiérrez: “tanto los dirigentes del PSOE como los de Podemos están contribuyendo a consolidar a Rajoy con sus vacilaciones, con su falta de concreción, con sus ambiciones”. Pero ¿es este nuevo movimiento, Actúa, que viene del pasado fracasado, el llamado a renovar la izquierda del futuro? Algunos de sus planteamientos son interesantes: otros…
Me parece importante escuchar, ya mismo, a Pedro Sánchez dando su opinión, sobre muchas cosas, que abarcan desde el nuevo pacto de Toledo entre García-Page y Podemos hasta esos límites que nunca debería traspasar la izquierda responsable
Ignoro cuál acabará siendo la recomposición final de la izquierda española, que ha pasado, y pasa, por tantas dificultades, o más, que sus correligionarios europeos y latinoamericanos. Pero de lo que sí estoy bastante convencido es de que ni siquiera el camarada Ilich Uliánov, ese cuyos carteles tanto gustan a la CUP, estaría, hoy, con la que está cayendo, pinchando bicicletas, ni haciendo pintadas con turistas como diana. Me parece que un concepto, ya digo que adaptado a los tiempos y superando tentaciones leninistas, de lo que ha de ser la izquierda, tampoco incluiría la prohibición por principio de los toros. O el aplauso a Nicolás Maduro. O, en general, considerar gente despreciable a quien no piensa como nosotros.
Y, ya que estamos en un análisis generalista, ¿es el independentismo patrimonio de la izquierda, cuando quienes lo promueven proceden de un muy burgués y conservador pensamiento? No sé, no sé yo si el referéndum secesionista hubiese sido muy aplaudido por el internacionalismo del ‘agrupémonos todos’. O, regresando a la cosa urbana, y por diversificar aún más, ¿es el furor antiautomóvil de algun@s munícipes un distintivo de progresismo sin contaminar?
He puesto algunos ejemplos que me vienen, desordenados, a la cabeza, como desordenadas están las figuras a las que la CUP, en su infame cartel, pretende barrer no de España, país que a ellos no les interesa, sino exclusivamente de Cataluña. Ya lo hizo Podemos con su famoso, efímero y hoy a Dios gracias olvidado autobús: el dazibao ambulante mezclaba figuras de conducta reprobable con otras que son, simplemente, representación de las instituciones, o de la voluntad de las urnas. Ellos se convierten en jueces y parte de quién es bueno o malo. Y colocan, a quienes ellos deciden que son ‘malos’, en la picota. Y aquí nadie, en la izquierda -porque desde la derecha apenas se alzan voces prematura e innecesariamente alarmistas: que vienen los ‘rojos’-, pone el grito en el cielo ante el abuso de la libertad de expresión que practican esos juzgadores implacables, que lapidan alzándose con la exclusiva de la verdad y la ética. ¿Es esa, acusadora y acosadora, tarea de la izquierda, de la izquierda tal y como siempre muchos la hemos concebido? Pues claro que no.
Pero, si nadie con voz sensata lo impide, el incendio de la locura acabará extendiéndose a otras comunidades, a otras capas de la ciudadanía que ya abominan de los abusos del ‘statu quo’, y se provocará una inmensa enmienda de totalidad a este sistema. Que, ya digo, no es precisamente el zarismo, ni el chavismo, ni, menos aún, el kimismo: puede que el mundo en el que vivimos sea mejorable, pero es democrático. Claro que tampoco los, ejem, pensadores de Arran tienen exactamente el cerebro de Albert Einstein; ni siquiera el de Lenin… antes de ser embalsamado, claro. Retrotraerse, a la hora de equiparar cartelería, a lo que ocurría hace cien años (se cumplen, por cierto, en noviembre, que es cuando verdaderamente ocurrió la revolución rusa de octubre), es, simplemente, una locura más.
Y que no vengan algunos con la trompetería de la lucha por los viejos valores de igualdad cuando lo primero que hacen, al subir al poder, es asegurarse sueldos vitalicios, por ejemplo. Que se lo digan a algunos en Castilla-La Mancha: si una sensatez mínima no lo impide, se van a poner morados. Y los demás, lívidos.
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