Ramón Pi | 18 de junio de 2018
El título del libro que acaba de publicar el profesor Rogelio Alonso, La derrota del vencedor, es expresivo del complejo mensaje que nos quiere transmitir, que viene a ser este: la banda terrorista ETA ha sido derrotada policialmente, pero ha logrado la impunidad política, social, moral, penal e histórica, y el nacionalismo vasco no solo se ha escapado de toda responsabilidad en la cosecha de las nueces, sino que ha ganado la batalla política. La ETA ha dejado de matar, secuestrar y chantajear por su propia decisión, aunque su capacidad de maniobra estaba ya severamente reducida por la abnegada labor de la Policía y la Guardia Civil, y el número de maleantes de la banda en prisión era ya demasiado abultado; por otro lado, el Estado mostraba una debilidad que se traducía en cierta predisposición a negociar, una vez que los acuerdos a que la banda llegó con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero fueron respetados escrupulosamente por el siguiente Gobierno de Mariano Rajoy; y así las cosas, el debate se desplaza a lo que ha venido en llamarse el relato, esto es, qué versión de lo que ha ocurrido es la que deberá prevalecer e irá a los libros de historia.
El Gobierno y los principales partidos políticos sostienen que la ETA ha sido derrotada en toda la línea y, para que el “triunfo de la democracia” sea completo, solo falta que se disuelva. Los terroristas, por su parte, tratan de vender la versión de que han decidido “abandonar la violencia” de modo semejante a como se disuelve una sociedad por cumplimiento del objeto social; aunque no se ha logrado la independencia de una Euskal Herria socialista, la sociedad vasca recibe a los que salen de las cárceles con homenajes “por su heroísmo que los condujo a prisión”, de suerte que no es que haya sido solo un final “sin vencedores ni vencidos”, sino que hoy la patria vasca está más cerca de la soñada independencia que cuando la ETA empezó a matar.
ETA se rinde . No dejemos que los cobardes escriban los últimos renglones de su historia
La derrota del vencedor no comparte, desde luego, la visión que la banda pretende colocar a la opinión pública, pero niega de plano la dulzona versión oficial. Rogelio Alonso explica cómo son compatibles la derrota policial y la victoria política. Y con la meticulosidad del entomólogo va desgranando lo que pasó, pone en su lugar los elementos principales de la realidad vasca, analiza la sociedad devastada que ha producido el nacionalismo, desentraña las mentiras, las supercherías y la impostura que han señoreado el llamado proceso de paz y termina preguntándose, en un epílogo melancólico, si mereció la pena el sacrificio de más de ochocientas cincuenta víctimas inocentes que dieron su vida (más los miles de víctimas afectadas por esas muertes) para que, a la postre, todavía queden más de trescientos crímenes sin esclarecer y a veces sin siquiera ser investigados y ante nosotros quede triunfando la impunidad política, moral, penal, social e histórica de la banda. Este libro es un libro necesario.
Dicen que el noventa y cinco por ciento de los informes de los servicios secretos contienen cosas publicadas, y que su utilidad consiste en interpretarlas y ponerlas en su orden. Pues bien, Rogelio Alonso ha confirmado esta creencia de forma eminente. Nos presenta una abultada sucesión de citas que documentan metódica e implacablemente sus tesis, expuestas en el mismo índice del libro, desde las raíces nacionalistas del odio a la majadería de que “con la violencia no se consigue nada”, pasando por el “proceso de paz” que buscaba burlar la verdad o la ausencia de justicia política, y también de la otra, en su sentido más estricto.
7-6-1968
— Guardia Civil ?? (@guardiacivil) June 7, 2018
Un guardia civil de #Tráfico salió de patrulla en #Guipúzcoa
No sabía que dos asesinos iban a matarle por la espalda
Fue el primer asesinado por #ETA
Este es nuestro homenaje a José y a todas las víctimas de terrorismo#PardinesInMemoriam pic.twitter.com/qqf09hOjz4
Estaba todo publicado, sí. Se publicó el pacto del PNV con los terroristas tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, cuya reacción en España, País Vasco incluido, produjo a los nacionalistas una crisis de pánico, y los Gobiernos han continuado tratando a los políticos nacionalistas como si representasen a una organización respetable. Si era un embuste aquella información, quienes la publicaron habrían tenido que sufrir las consecuencias; pero si era verdad, como lo fue, el PNV tendría que haber sido ilegalizado. Pero, ay, resulta que la mayoría de la sociedad vasca estaba -y está- de parte del partido felón. Y en estas condiciones no había nadie que considerase viable una acción de esta naturaleza ni otra parecida.
¿Es la sociedad del posterrorismo una sociedad decente?, se pregunta el autor, y se responde que “la política antiterrorista que ensalza la derrota de ETA no ha logrado una sociedad que honre debidamente a los asesinados por la organización terrorista y al resto de sus víctimas”. La vileza está a la vista de todos, las mentiras son desmontadas públicamente, pero su aceptación social a pesar de todo nos muestra el abismo moral al que hemos llegado como sociedad.