Carlos Cuesta | 22 de marzo de 2019
La manifestación independentista celebrada en Madrid para pedir «libertad» a «España» da fe de la locura del separatismo golpista. El mal ejecutado 155 y la inacción del Gobierno de Sánchez permitirán que los tentáculos del poder totalitario siembren mentiras.
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, aprovechó la manifestación independentista en Madrid de este pasado fin de semana para pedir a “España” que escuche «los gritos de la libertad”. Para que su nación -la única que tiene y tendrá- recapacite sobre en qué ha fallado la democracia española “para que tanta gente esté apelando el derecho a la autodeterminación”.
Y lo hizo ante cientos de micrófonos. De prensa libre no subvencionada, ni coaccionada por el poder público. En plena calle, sin que ningún CDR (Comités de Defensa de la República) lo apedrease o lo marcase con pintura, ni amarilla ni de ningún otro color. En plena vía pública sin que nadie -de esos de los que él dice que son “bestias” españolas– le dijera nada sobre sus opiniones -ni siquiera sobre sus mensajes de claro desacato a la Justicia, la ley, la Constitución y las autoridades-.
Porque todo en el separatismo golpista se ha convertido en una locura.
Porque Torra vino a quejarse en la manifestación independentista de falta de libertad, y tuvo cien millones de veces más libertad que la que él concede a los divergentes en Cataluña.
Porque en todos los sitios donde se cumple la ley española se vive en paz y en pleno respeto de los derechos fundamentales de las personas. Y solo donde se actúa como él hace en la región que comanda es donde, por desgracia, hay una quiebra sistemática de los derechos de las personas a la libre educación, expresión, opinión y hasta acción diaria.
Y porque solo desde la ridiculez y la intoxicación es posible justificar las políticas, frases y actitudes de unos golpistas que han dilapidado Cataluña por una supuesta Arcadia tóxica. Unos golpistas prevaricadores y malversadores que, por el camino, han hecho de un territorio anteriormente orgulloso de su desarrollo y capacidad de convivencia una región quebrada, que espanta la inversión extranjera, que se encarama a las peores posiciones en listas sanitarias de espera, que es incapaz de pagar a las farmacias sin solicitar ayuda al resto de territorios, y que, pese a tener una mayor renta per cápita, no consigue mantener el ritmo de crecimiento de las grandes comunidades autónomas españolas.
La tantas veces invocada prensa internacional dejó constancia del teatro obsceno de Torra. Porque los titulares de los medios extranjeros no dejaron de recoger expresiones como manifestación independentista “sin incidentes” –The Guardian-, “pacífica” -BBC-, o “sin altercados” –Süddeutsche Zeitung– y donde los ansiados titulares de los separatistas -convencidos en su locura de que encontrarían una marea humana con palos y antorchas- fueron cambiando para hablar sin más de que “no ha sido posible reconciliar las diferentes estimaciones de asistencia” –The New York Times-.
Porque, por mucho que en su prensa subvencionada los separatistas incluyan mentira tras mentira, la realidad es que los responsables de 404 hechos probados de violencia golpista son ellos: Quim Torra, Carles Puigdemont, Oriol Junqueras, Jordi Cuixart y Jordi Sánchez. Porque son esos mismos los que han conseguido que el Tribunal Supremo recopile semejante barbaridad de hechos probatorios de que, efectivamente, las fechas previas al 1-O y el propio referéndum inconstitucional fueron un amasijo de violencia implícita que debe ser juzgada desde el delito de rebelión. Y no los demás.
Pero dará lo mismo. Porque que nadie tenga duda de que el malogrado, mal planteado y mal ejecutado 155, y la inacción absoluta y permisiva del actual Ejecutivo de Pedro Sánchez permitirán que la prensa separatista, sus televisiones públicas, sus colegios adoctrinadores, sus asociaciones subvencionadas y demás tentáculos del poder totalitario siembren el mensaje contrario: el de que sus “héroes de la República Catalana”, sus nuevos Companys, salieron vivos por los pelos.
Porque para algo son ellos los que mandan al cien por cien. Y Sánchez, el que nos arrodilla al cien por cien.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.