Ignacio Blanco | 29 de marzo de 2017
El Brexit es un hecho cuyas consecuencias aún desconocemos y que, con toda seguridad, los historiadores explicarán a nuestros nietos como otro eslabón de la cadena de calamidades que nos está deparando esta década ominosa.
CAMBRIDGE (R.U.) |“Como ovejas, los británicos, hayan o no apoyado el Brexit, están siendo arrastrados hacia un precipicio, embaucados y engañados por el gobierno más irresponsable y más indigno de confianza que se recuerda”.Con estas demoledoras palabras arrancaba este domingo el editorial de The Observer (el dominical más antiguo del mundo, que se distribuye con el periódico liberal The Guardian). El laconismo del artículo habla de “decisión irreversible” y se refiere al día de hoy como “el Miércoles Negro en el que Reino Unido va a poner en peligro los logros de 60 años de una paz europea sin precedentes, de seguridad y de prosperidad de las que se ha beneficiado enormemente”.
Paz, seguridad, prosperidad… Estas palabras recuerdan a las pronunciadas hace apenas cuatro días por el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, en los actos de celebración del 60 aniversario del Tratado de Roma, al subrayar las señas de identidad europeas: “Somos el faro del mundo en cuanto a protección de derechos, el único continente del mundo sin pena de muerte. Somos mucho más que un mercado o una moneda. Nuestros confines y nuestra identidad son exponentes de estos ideales de libertad, de prosperidad, de paz”.
El laconismo del artículo habla de decisión irreversible y se refiere al día de hoy como el Miércoles Negro en el que Reino Unido va a poner en peligro los logros de 60 años
No son palabras huecas, por mucho que la burocratización de la vida cotidiana nos haga percibir Europa, en ocasiones, como mera entelequia administrativa. Europa es una realidad sentimental que vincula a los ciudadanos en un gran proyecto de convivencia, tolerancia, justicia y respeto a los derechos humanos. Solo así se explica la desolación con que muchísimos británicos están viviendo la triste jornada de hoy. En la ciudad donde resido (Cambridge, 108.000 habitantes, 80 km. al norte de Londres) se vive con una mezcla de pesimismo e incredulidad; muchos, con indignación y vergüenza. Algunos todavía hablan del Brexit como si fuera un mal sueño del que el Reino Unido despertará. Y es lógico si tenemos en cuenta que aquí el 73,85% votó Remain (permanecer) y el 26,15%, Leave (abandonar). Resultado parecido al de Oxford (70,27% a 29,73%) o Edimburgo (74,44% a 25,56%). En total, el Brexit contó con el apoyo del 51,9% de los votantes; el 48,1% apostó por permanecer. Apenas dos puntos de diferencia; algo más de un millón de votos. De los cuatro países que forman Reino Unido, ganó el “Brexit” en Inglaterra (51,9% a 48,1%) y en Gales (52,5% a 47,5%); y ganó el “Bremain” en Escocia (62% a 38%) e Irlanda del Norte (55,8% a 44,2%).
El mensaje antieuropeísta caló sobre todo entre los votantes mayores y conservadores, que ven en la inmigración una amenaza a sus valores británicos
Los medios se afanan en explicar el desafío que afrontan las dos partes, pues si bien las negociaciones se vislumbran ásperas y lentas, lo cierto es que tanto a Reino Unido como a la Unión Europea les interesa un acuerdo razonable. En un análisis publicado ayer por The Times, se señalan algunos de los obstáculos que tendrán que superar ambas partes: la factura de 60 mil millones de euros que Reino Unido debe pagar a la Unión por compromisos previos al Brexit; el reconocimiento de los derechos adquiridos por los ciudadanos europeos residentes aquí; el control de las aduanas; el mercado único; la inmigración; los trámites burocráticos y administrativos; Irlanda y Gibraltar…
Merece reflexión el análisis de la curva de edad de los votantes, habida cuenta de que son las generaciones más jóvenes las que tendrán que vivir más años de sus vidas fuera de la UE. El 64% de votantes de entre 18 y 24 años decidió permanecer en la Unión; el 58% de votantes mayores de 65 años optó por abandonarla. El mensaje antieuropeísta caló sobre todo entre los votantes mayores y conservadores, que ven en la inmigración una amenaza a sus valores británicos. Por el contrario, la población más joven, mayoritariamente universitaria y urbana, identifican los valores europeos con los fundamentos democráticos de igualdad y libertad de movimiento de este país.
El mensaje antieuropeísta caló sobre todo entre los votantes mayores y conservadores, que ven en la inmigración una amenaza a sus valores británicos
Por su parte, el gobierno escocés ha vuelto a exigir su derecho a decidir si los escoceses quieren seguir formando parte de un Reino Unido fuera de la Unión Europea o, por el contrario, prefieren recuperar su independencia para, posteriormente, solicitar el ingreso en la UE. Algunos socios, como España, no quieren ni oír hablar de esto (por el tema de Cataluña), pero la posibilidad está sobre la mesa y no es, en absoluto, remota.
Llegados a este punto de complejidad política y división social, es inevitable preguntarse que a quién se le ocurrió. David Cameron, cuya biografía destacará que fue el político que sacó a Reino Unido del espacio más seguro y próspero del mundo para enfrentarlo a un futuro incierto, simplemente ha desaparecido. Pero conviene recordar que fue él quien cedió a la presión de una parte del Partido Conservador comprometiéndose (primer error) a celebrar el referéndum si ganaba las elecciones. Y las ganó. Y tuvo que convocarlo el 23 de junio de 2016 (segundo error). Dio por segura la victoria (tercer error). Los populistas euroescépticos, con el exalcalde de Londres, Boris Johnson, a la cabeza, se lanzaron a una campaña de propaganda feroz, repleta de mensajes populistas, es decir, soluciones fáciles para problemas complejos. Y una mayoría suficiente se los creyó. Final de la historia.
David Cameron fue el político que sacó a Reino Unido del espacio más seguro y próspero del mundo para enfrentarlo a un futuro incierto
En su famoso ensayo de 1922 titulado Public Opinion, el intelectual norteamericano Walter Lippmann planteó una crítica a la línea de flotación de las democracias modernas que no ha dejado de verificarse durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI. La teoría democrática, según Lippmann, se basa en la existencia de un electorado imparcial y bien informado, es decir, un ciudadano omnicompetente capaz de tomar las decisiones correctas. Pero la realidad es distinta. En demasiadas ocasiones, el individuo es sometido a preguntas que no sabe responder porque carece, objetivamente, de conocimientos técnicos; y ante la falta de criterio propio, abraza la solución que emocionalmente le parece mejor. ¿De verdad estaba preparado el electorado británico para tomar una decisión de esta naturaleza?El 29 de marzo de 2017 pasará a la historia como el día en que el Reino Unido invocó el artículo 50 del Tratado de Lisboa, por el que se activa el mecanismo de abandono de la Unión Europea por parte de un país miembro. Es un hecho lamentable que debilita a Europa y debilita a Reino Unido. Un hecho cuyas consecuencias aún desconocemos y que, con toda seguridad, los historiadores explicarán a nuestros nietos como otro eslabón de la cadena de calamidades que nos está deparando esta década ominosa.