Esta es una historia con varias escenas. Algunas, simultáneas. Otras son
flashback. Las más, inverosímiles.
Todo es parte del país de Nicolás Maduro.
El aislamiento bolivariano
En la sala de audiencias del Tribunal Superior de Justicia de Venezuela, repleta de seguidores del chavismo y muy pocos representantes de Estados y Gobiernos, Nicolás Maduro jura su segundo mandato como presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela.
Un acto, como todos los del chavismo, con entusiastas vítores, con llamados a la paz a la manera del socialismo del siglo XXI, con los antepasados aborígenes, negros y el propio Libertador,
Simón Bolívar, en las letanías del dictador caribeño.Las elecciones que convocó
Nicolás Maduro en mayo de 2018 se consideraron desde el primer momento
poco transparentes, amañadas, directamente cercanas a un parapeto mediático. Así lo entendieron el Grupo de Lima, los Estados Unidos, la Unión Europea y muchos otros países y grupos que, con la democracia como valor supremo, vieron que el órgano comicial venezolano daba la victoria por apabullante mayoría al partido de gobierno.¡Claro! Una apabullante victoria, porque
los partidos opositores, o estaban inhabilitados o sus dirigentes presos. Como se ve, unas formas poco ortodoxas de ejercer la democracia participativa de la que tanto se ufana el chavismo.Esa condición tramposa para mantenerse en el poder deslegitimó a Nicolás Maduro y a todos los secuaces, que asumieron el poder con las urnas como excusa. Atrás se quedaron esos tiempos de las compañías de los distintos países del globo a las tomas de posesión presidenciales de
Hugo Chávez. Maduro, rodeado de sus acólitos y de algunos representantes de naciones afines al chavismo -muy pocos, por cierto-, hizo gala de
un discurso vacío, lleno de deberes más que de haberes.En las calles,
la hiperinflación reina. El desabastecimiento, una norma en los anaqueles de los centros alimentarios. La desesperanza se ha instalado en los días de los venezolanos, no desde el 10 de enero, sino desde hace mucho.Nicolás Maduro se juramenta frente a un organismo que no representa al pueblo. El Tribunal Superior de Justicia es el máximo órgano de eso, de administración de justicia, no el órgano estatal en el que está representado el pueblo. Esa institución es la Asamblea Nacional, uno de los aparatos del Estado que, desde 2016, está en desacato por no plegarse a los deseos de Maduro. Desde esa Asamblea Nacional sale la voz
Juan Guaidó, su presidente desde hace pocas fechas.
La Constitución como escudo tramposo
Dice este diputado Guiadó que el poder legítimo lo tiene la Asamblea Nacional. Que se deben unir todas las fuerzas del Estado, que él busca el respaldo de la Fuerza Armada y, por supuesto, del pueblo. Que tres artículos de la
Carta Magna -333, 350 y 233- respaldan sus palabras.Las frases están medidas. Tanto que muchos no las entienden. Dicen y desdicen al presidente de la Asamblea.
Algunos opositores buscan que se inmole, que se exponga más allá de lo necesario. Otros, con la voz de la sabiduría que da la lectura de las leyes, aclaran que Guaidó ha planteado eso, que es la figura del diputado la que encarna los símbolos de la presidencia y no Nicolás Maduro.En este contexto, el Sebim, servicio militar de inteligencia de Venezuela, detuvo ha Juan Guaidó durante unos minutos para preguntarle, dicen, por su salud. ¿Cómo que por su salud? Esa pregunta tiene mucha enjundia por detrás. ¿Se trata de un amedrentamiento?
En materia de dictaduras, esa pregunta, más que de agradecer, es para temer. Luis Almagro, secretario general de la Organización de los Estados Americanos, da un espaldarazo a Guiadó. Dice que la OEA está con el Gobierno que encabeza el presidente de la Asamblea Nacional.
Que el máximo órgano de representación territorial americano no reconoce a Maduro como presidente. Se van sumando voces. Se van sumando
acciones internacionales. Se va sumando un coro que da la espalda al otrora mandatario heredero de las enseñas de Chávez.Se suman, que es muy importante, las voces que lideran a la oposición desde los deteriorados partidos, hasta los escritores de opinión.
Un país con instituciones duplicadas
Venezuela tiene
dos asambleas nacionales. Una electa en 2015, y desplazada por Nicolás Maduro del poder, que preside desde el pasado 5 de enero Juan Guaidó, y otra que tiene el encargo de Maduro de redactar una nueva Constitución desde 2017. Tiene
dos tribunales supremos de justicia: uno en el exilio y otro puesto a dedo por Maduro. Tiene
dos fiscales generales: una en el exilio y el otro también designado por Nicolás Maduro.Ante tamaña complejidad,
es comprensible que se desconozca al poder que ejercía Nicolás Maduro hasta el pasado 9 de enero de 2019 y que se pretenda restablecer el hilo constitucional con Juan Guaidó a la cabeza del poder Ejecutivo de forma interina.Tras la detención del presidente de la Asamblea Nacional, más que llevarle al amedrentamiento que pretendía la dictadura de Nicolás Maduro,
ha conseguido que los venezolanos afectos a la oposición se pongan al lado de este joven dirigente político. Ya lo consideran en las redes sociales su presidente y saben que se prepara un decreto ley para la transición política. Así que en Venezuela tocan horas de angustia y, por qué no, de emociones junto al presidente constitucional, Juan Guaidó.
Imagen de portada: Nicolás Maduro durante su toma de posesión en Venezuela | Agencia EFE