La decadencia de Cataluña es una decisión consciente de la elite nacionalista. Si el dinero y el talento huyen, no se articulará ningún contrapoder. El político independentista busca, así, una sociedad dependiente.
Sánchez piensa que puede seguir engañando en todo y a todos sin consecuencias. La sociedad española puede ser pasota, y a menudo lo es, pero el número de tontos es mucho menor que el que cree Moncloa.
Igual que los indignados de Pablo Iglesias no quisieron proponer un proyecto sugestivo para toda la sociedad, tampoco lo harán los paranoicos de Pedro Sánchez. Y es que su único objetivo es dividir para vencer.
Durante seis meses, una de las funciones básicas del Parlamento -el control del Ejecutivo- quedó suspendida o al arbitrio de Sánchez, que decidía cuándo y qué se le auditaba.
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