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PP de Madrid . Buscan remontar con nuevas caras y un refuerzo de sus señas de identidad

Charo Zarzalejos | 02 de mayo de 2018

Nacional

Y Torra cogió su fusil… amarillo La inevitable refundación del centro-derecha La manifestación independentista o la demostración de la locura separatista El interrogatorio a Trapero evidencia el delito de sedición Cuando Trump encontró a Kim… y no pasó (casi) nada Franco enterrará a Sánchez: la inhumación en El Pardo es el enésimo engaño

El caso Cifuentes ha sido el detonante que ha situado al PP de Madrid al borde de la crisis. Lo más apremiante es reforzar el discurso y recuperar el entusiasmo perdido con intangibles como credibilidad, confianza o valores, pero con caras nuevas.

“Ahora o nunca. O catarsis o muerte”. Con esta crudeza se expresan algunos miembros de la dirección nacional del PP, agobiados, desconcertados y entristecidos por las continuas sorpresas que afectan al PP de Madrid y que han colocado a este partido al borde de la implosión, de la crisis total. El caso Cifuentes ha sido el detonante, el cruel detonante que ha llevado a Génova y al mismísimo Mariano Rajoy a tomar cartas en el asunto “con todas las consecuencias”.

Lo previsto era aguantar hasta el límite, es decir, hasta el mismo día 7 de mayo, fecha límite para el debate de la moción de censura presentada por los socialistas. Mariano Rajoy habló con Cristina Cifuentes y concluyó que la ya expresidenta se sentía con fuerzas para llevar la mochila del famoso máster. Garantizó Cifuentes, tanto al presidente del Gobierno como a la propia María Dolores de Cospedal, que no había nada más. Pero claro que lo había y Cifuentes lo sabía. Sabía que el famoso y tremendo vídeo estaba en circulación y sabía perfectamente de los dimes y diretes de su paso por el colegio mayor del que fue directora. Lo que no calibró es que el pasado no se esfuma y que en las lides políticas siempre salen a relucir viejas enemistades, venganzas pendientes. Ni con el famoso máster ni con su propio pasado calibró bien el alcance de sus propias circunstancias. Todas estallaron a la vez, convirtiéndola en una muñeca rota y generando, al mismo tiempo, una crisis sin precedentes en el PP de Madrid. Si cargar con el polémico máster y la nefasta gestión de la polémica era ya algo duro y difícil, el vídeo del supermercado resultó insoportable. Tanto que Mariano Rajoy, en su camino al Congreso, ordenó a su coche mesura en la velocidad. No podía llegar al debate de Presupuestos sin que Cifuentes hubiera presentado su dimisión. La operación estuvo diseñada y cronometrada a la perfección. Dos minutos después de la última comparecencia de Cifuentes, el presidente llegaba al Congreso.

El caso Cifuentes y el… ¿periodismo de investigación? Permítanme que me ría

Después de semanas en las que la dirección nacional del PP fue deliberadamente ninguneada en las decisiones que se tomaban en la Puerta del Sol, ahora ha vuelto a coger las riendas por orden expresa de Mariano Rajoy. Para el presidente del partido ver el famoso vídeo ha sido una de las grandes sorpresas tanto en el terreno personal como político. Para Cospedal, principal valedora de Cifuentes, un trauma.

Una situación que se puede revertir

Como zombis en un laberinto, los dirigentes del PP y, de manera especial, Fernando Martínez Maíllo, tratan de poner orden. Ya no es cuestión del cerco demoscópico de Ciudadanos, “se trata de nosotros mismos, de solucionar nuestros propios problemas y de salir al campo de juego enviando un mensaje de renovación y fuerza. Podemos y estamos cansados, dolidos, avergonzados, pero no estamos ni derrotados ni muertos y eso es lo que tenemos que transmitir. El momento es difícil, pero si acertamos en las decisiones, la situación se puede revertir”.

La caída de Cristina Cifuentes: síntomas y realidades de la pérdida de credibilidad

Salvado el Gobierno de Madrid, ahora hay que salvar al partido, a cuya presidencia ha renunciado Cristina Cifuentes. Será algo pasajero, muy pasajero, y la creación de una gestora es lo que, en estos momentos, se está preparando. Se hace con discreción y teniendo en cuenta muchas variables. ¿Quien presida la gestora debe ser el candidato? ¿Es oportuno colocar al frente de la misma a alguien que salga del propio PP-Madrid o a otra persona? ¿Hay muchos dispuestos a asumir y gestionar una situación tan endiablada?

Gracias por tanto @ccifuentes ????
Poco se puede decir que no se haya dicho ya sobre tí: valentía, coraje, determinación, honradez, …
¡Siempre serás nuestra presidenta! pic.twitter.com/F9IXm4EiEI

— Partido Popular Centro (@ppcentro) April 27, 2018

Se está en período de reflexión, pensando en los pros y contras de cada hipótesis y, sobre todo, en el diseño de lo que debe ser el nuevo PP de Madrid, porque de esto y no de una mera sustitución de nombres se trata. Una “nueva etapa”, en palabras de Rajoy, que va a conllevar, necesariamente, entrar a sangre y fuego en una organización que, atónita ante los acontecimientos, ve cómo en su interior, entre los que aún resisten, ha cundido el desánimo y cómo se le ha abierto una vía de agua por la que, al parecer, los votos marchan a toda velocidad a las siglas del partido de Albert Rivera.

Nuevo discurso y nuevas caras

Lo más apremiante es retener lo que ya se tiene, lo que lleva a reforzar el discurso y señas de identidad del propio PP, discurso que, y así lo reconocen, debe alejarse de las meras cifras o porcentajes para adentrarse por los caminos de lo intangible que, al final, resulta ser decisivo en la vida política. ¿Cuáles son esos intangibles que el PP debe recuperar? Credibilidad, confianza, valores concretos y propuestas que vayan más allá de los éxitos económicos, que trasciendan la pura gestión y doten al nuevo PP del entusiasmo perdido. El famoso “sí, se puede” de Barack Obama resultó ser más que un eslogan para convertirse en un objetivo. Es verdad que luego perdió las elecciones, pero las perdió porque previamente las había ganado. “Si perdemos Madrid, estamos muertos”, sentencian en Génova.

En Génova quieren nuevo discurso y nuevas caras. Hace mucho tiempo, Fernando Martínez Maíllo avisó que la renovación del PP en su conjunto vendría de la mano de las candidaturas para las elecciones de 2019. “Habrá nuevas caras y nuevos equipos”, sentenció. Y lo hizo cuando ninguno de los últimos acontecimientos era, en modo alguno, previsible.

Un control apático por falta de liderazgo puede suponer el punto final para el Partido Popular

Ahora, el tablero se ha movido, conscientes de que lo ocurre en Madrid al final afecta al conjunto del partido; de ahí que a la situación madrileña se le haya dado categoría de “asunto nacional”. Y sí, habrá caras nuevas y, a ser posible, sin mochila alguna. Buscan con lupa y analizan hasta la extenuación a cada uno de los posibles candidatos. “Ni un marrón más”, afirman en Génova, en donde el apremio por dar respuesta choca con la necesaria reflexión para solucionar todo un sudoku de nombres y perfiles. Saben que, en todo caso, deben conectar con sus votantes de siempre y resultar atractivos para la remesa necesaria que palíe los malos datos demoscópicos. Saben también que el electorado de centro-derecha de la capital de España tiene sus propias especificidades y son conscientes de que la realidad social, la forma de percibir la política y a los políticos ha cambiado sustancialmente. Afrontar el futuro inmediato con nuevo mensaje y nuevas caras, sin olvidar de dónde se viene, es el gran reto político del PP de Madrid.

La operación es de envergadura. “Necesitamos un día, al menos un día, tranquilos”, refiriéndose a la imputación de Alberto Ruiz-Gallardón, que cayó como una bomba en lo que se denomina “la sala de pensar” de Génova 13. A pesar de todos los pesares, que son muchos, es solo cuestión de días que veamos resuelto el sudoku popular y lo harán en la confianza de que un año puede dar mucho de sí y con la esperanza de que “lo peor creemos que ha pasado. Ahora hay que ir a por la remontada, pero eso lo hacemos ahora o nunca”.

Imagen de portada: Cristina Cifuentes, expresidenta de la Comunidad de Madrid, durante una intervención ante la Junta Directiva del PP de Madrid en febrero de 2018 | flickr/PP
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