Gustavo Morales | 23 de junio de 2017
Los métodos del terror antes empleados en Israel, como atropellar a la gente y apuñalarla, han llegado al Viejo Continente, verificando la profecía del dictador libio Moamar Al Gadafi: “Los terroristas llenarán Europa”. Cuando no hay armas de fuego y explosivos ni conocimientos militares específicos, usan coches y cuchillos de cocina.
Dentro del continente europeo, han sido blanco del terror yihadista reciente la capital de Bélgica, Bruselas; las ciudades francesas de París, Niza y Oise; las alemanas Berlín, Fráncfort, Hannover, Hamburgo, Munich y Ansbach; un tren en Suiza; la sueca Estocolmo; las británicas Londres y Manchester; la capital española, Madrid; las rusas San Petersburgo, Grozni y Stávropol; el aeropuerto de Burga en Bulgaria, la danesa Copenhague…
Muestras de homenaje y cariño al valiente Ignacio Echeverría y a los demás asesinados cruelmente en los #LondonAttacks al #londonbridge DEP pic.twitter.com/innpEu5V7U
— Simon Manley (@SimonManleyFCO) June 9, 2017
La seguridad percibida como parte del orden democrático en Europa se viene abajo. Los atentados en Israel, Iraq, Afganistán, Libia, Siria, Irán dejan de ser algo lejano que no ocurre aquí. Las fuerzas de seguridad elevan el nivel de alerta ante amenazas posibles y probables. Soldados con armas automáticas son parte del paisaje cotidiano en las grandes aglomeraciones deportivas y culturales, en aeropuertos y estaciones. Ya no se repiten las excusas de casos aislados y de desequilibrados mentales con que intentaron ocultar la extensión del sangriento fenómeno. Alemania se plantea centralizar los operativos policiales en el Gobierno federal, quitándoselas a los lander. Francia declara y amplía el estado de excepción. Bélgica debate sobre sus normas policiales que le impiden actuar de noche. El objetivo es ser eficaces combatiendo al terrorismo. La Casa Blanca de Estados Unidos ha hecho públicos 78 ataques cometidos entre 2014 y 2016. Y señala once casos en Francia y seis en Alemania como atentados silenciados. El jefe de los servicios secretos alemanes, Hans-Georg Maassen, admite que habrá más atentados en Europa. También en su país.
El Estado Islámico, Daesh en árabe, señala como blancos de sus crímenes países como Bélgica, Estados Unidos, Rusia, Francia, el Reino Unido, Canadá, Australia e Italia. Los yihadistas los mencionan de forma explícita a través de sus redes sociales. En las proclamas, el Califato aconseja a sus hermanos musulmanes que eviten las aglomeraciones en lugares públicos y amenazan con aplastar, explosionar y degollar a los infieles. Al Qaeda le va a la zaga, pero tampoco abandona los mismos objetivos.
Las cifras bailan y mucho. Unos calculan que son cuatro mil los musulmanes con nacionalidades europeas que combaten junto al Califato. Otros elevan esta cantidad a cincuenta mil, según cálculos de la Convención Europea de Jefes de Policía, en el marco de Europol. Medios españoles suponen que son diez mil. Sean cuantos sean, las derrotas en los frentes de Siria e Iraq que sufre el Estado Islámico hacen que muchos de esos milicianos regresen a sus naciones con instrucción militar, capacidad de agredir y adoctrinamiento ideológico para justificarlo. El periódico árabe Asharq al-Awsat publica que más de la mitad de los extranjeros del Califato de Al Bagdadi han dejado las filas de Daesh y retornan. Pero no son los únicos, muchos musulmanes radicalizados asumen su papel de lobos solitarios. El debilitamiento de los salafistas en los frentes de batalla abiertos en Siria, Libia, Iraq y Afganistán los lleva a incrementar la guerra sucia en los que consideran territorio enemigo, Occidente.
Según reconoce el investigador Moussa Bourekba, de la Universidad Ramon Llul, la ideología yihadista está calcada de la teoría del choque de civilizaciones enunciada por Samuel Huntington “pero razona en sentido inverso: es Occidente el que declara la guerra al islam y les corresponde a los ‘musulmanes’ luchar, cueste lo que cueste, junto a sus hermanos en esa guerra apocalíptica”.
En España, Reino Unido, Francia y, en menor medida, Bélgica las investigaciones de la policía y de los servicios secretos han podido desbaratar docenas de atentados terroristas, pero es difícil penetrar en las redes islamistas salafistas infiltrando agentes, por lo que hay una recurrencia cada vez mayor a la inteligencia técnica por encima de la humana y a la captación de colaboradores que ya son musulmanes, como ha hecho Israel en las filas del integrismo palestino.
La lucha contra la llamada islamofobia busca evitar que las millonarias -en personas- comunidades islámicas sean el centro de reclutamiento de nuevos terroristas, ante un rechazo creciente en las sociedades europeas por el auge del islamismo, con la consiguiente implantación de la sharía o ley musulmana, lo que lleva a nuevos partidos radicales a crecer en número de votos y representación en distintas partes de Europa, como Alemania y Francia. De forma paralela, aumenta también, por cuestiones de pura demografía y de fertilidad, el número de nacionalizados europeos haciendo reales las palabras del presidente argelino Bumedian ante Naciones Unidas en el lejano 1974: “Un día millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos, pues irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria.”