Carlos Echeverría | 04 de febrero de 2019
La intensificación de la crisis interna de Venezuela, a raíz de que el 23 de enero Juan Guaidó, presidente de una Asamblea Nacional que es el único órgano del Estado que no está dominado por los fieles a Nicolás Maduro, fuera proclamado por dicha institución presidente de la República, ha permitido visualizar de nuevo cuán dividido está el mundo, sobre todo entre Occidente, por un lado, y un buen número de países de diversa condición, por otro.
El reconocimiento más diligente de Guaidó vino de Washington. Un movimiento más cauto, por multinacional, pero también a favor del cambio emergió desde la Unión Europea (UE), dinamizado entre otros miembros por España. Pero dentro de la Unión la reacción no ha sido ni rápida ni unánime y es continuación de un complejo debate interno provocado por la discutida victoria electoral de Maduro el pasado mayo que, de consolidarse, le abriría un segundo mandato.
Pero en ese debate la UE se ha mostrado dividida entre quienes no desean inmiscuirse, por ver la cuestión de Venezuela lejana y ajena, y quienes, como España, han mostrado la urgencia de comprometerse con la democratización del país. Junto a la actitud de los Estados Unidos y de la UE apoyando a Guaidó, destaca la de otros países occidentales, desde Australia, en Oceanía, hasta Canadá, en América, pasando por Israel, en Oriente Medio, entre otros.
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Pero tan importante como observar estas actitudes es observar las contrarias, tanto las que muestran un apoyo cerrado a Maduro –miembros también del club bolivariano ALBA como Bolivia, Cuba o Nicaragua– como aquellos que han querido mostrar su rechazo a una nueva manifestación de la “injerencia occidental”. Entre ellos están Rusia o China, pero también países del mundo islámico (Irán) y árabe (Argelia) que comparten con Venezuela muchas cosas, entre ellas, la producción de hidrocarburos y la defensa de posiciones duras contra EE.UU. (Teherán) o la defensa a ultranza de la no injerencia en los asuntos internos de los Estados (Argelia).
Siendo la actitud de Occidente dubitativa, en particular en el seno de la UE, y siendo la de un puñado de países no occidentales clara y comprometida con la independencia de Venezuela –Rusia, China, etc.–, los llamamientos de Guaidó a través del semanario alemán Bild, el 30 de enero, o del diario español El País al día siguiente, para que la UE imponga al país duras sanciones como las que le aplican los EE.UU., muchas son las incógnitas.
Occidente aparece dividido entre la contundencia de los EE.UU., la lejanía o dispersión de reconocimientos como los de Australia, Canadá e Israel, y la escasa contundencia de la UE y de sus Estados miembros. Aunque Guaidó ha hablado en tono triunfalista en estos días de que no prevé una guerra civil pues, según él, el 90% de la población apoya la alternativa a Maduro, lo cierto es que precedentes de violencia en las calles en 2017 –con 140 muertos–, más la represión ahora en marcha, y las dudas sobre la posibilidad de que parte de las Fuerzas Armadas estén dispuestas a apoyar a Guaidó, alimentan serias dudas.
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Fuentes próximas a Maduro y a un firme valedor de su régimen como es Rusia –el 1 de febrero Moscú le renovaba su apoyo a través del portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov– hablan de los peligros que entrañaría el supuesto despliegue de fuerzas estadounidenses en la vecina Colombia o en microestados ubicados frente a la costa venezolana, como son Aruba o Curaçao, mientras que algunos miembros de la UE (España, Francia, Holanda, Italia y Portugal) quieren activar un Grupo Internacional de Contacto que agilice el diálogo e impida cualquier escalada.
Rusia se ha mostrado dispuesta a mediar –lo hacía el 30 de enero y a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov– en el marco de la iniciativa de Maduro de reunirse con la oposición. Podría ocurrir que, frente a la tibieza de la propuesta también mediadora de un grupo de países europeos y la actitud contundente pero aislada estadounidense, Rusia pase a ocupar una posición de liderazgo en la crisis venezolana, como viene haciendo desde 2015 en el conflicto de Siria.