Ana Velasco Vidal-Abarca | 17 de enero de 2018
La influencia de los medios de comunicación en la opinión pública es incuestionable. En las facultades de Ciencias de la Información se enseña que una de las funciones de la televisión, además de informar y entretener, es formar. Eso ya se practica poco, se ha sustituido –especialmente en las televisiones autonómicas controladas por los nacionalistas- por un adoctrinamiento constante, a veces burdo, a veces ridículo, pero también a menudo ofensivo e inmoral. Y, por desgracia, casi siempre muy eficaz. Ventanas al interior
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Uno de los últimos ejemplos de manipulación ideológica a favor de fines espurios que sobrepasan la labor informativa ha sido la emisión por parte de la televisión pública vasca de un reportaje sobre hijos de terroristas en prisión (Ventanas al interior), en el que se les presenta como víctimas de la injusta crueldad represiva de un Estado que no tiene sensibilidad para evitar que tengan que desplazarse miles de kilómetros para visitar a sus padres encarcelados no se sabe muy bien por qué. Y es cierto, esos niños son víctimas inocentes, sí, pero lo son de sus propios padres delincuentes, en muchos casos asesinos sin piedad. Esa es la causa de que no vivan en familias en las que ninguno de sus miembros tenga que saldar cuentas con la sociedad. Y ese debería ser el enfoque honesto de cualquier reportaje que abordase esa cuestión.
Los medios, además, tienen la capacidad de elegir los temas a abordar. Cuando no se habla de algo no existe y cuando se emite un reportaje en “prime time” puede llegar a tener una gran repercusión. La emisión del programa sobre los niños hijos de terroristas ha sido cuidadosamente preparada para que coincida con la manifestación a favor de los terroristas encarcelados que se celebró el 13 de enero en Bilbao, en la que por cierto también se utilizó sin ningún escrúpulo a niños, sin respetar su derecho a la intimidad. La obvia pretensión de estas iniciativas es apoyar las excarcelaciones, la impunidad, la injusticia, aunque sea mancillando esa inocencia infantil lastrada por las culpas de sus mayores.
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Pero lo que resulta especialmente inmoral, ofensivo, cruel y perverso es que esa televisión no dedique ni un minuto de su tiempo a los niños que han crecido sin padres porque ETA los asesinó. Para esos niños no hay cámaras, ni compasión, ni empatía. No importa la ausencia irremisible de la figura paterna, el vacío, la soledad, el dolor, la desesperación, el terrible encuentro con un mal desconocido e inesperado. ¿Acaso esos niños no merecen que su testimonio sea escuchado? ¿Acaso su mensaje no puede despertar conciencias, ayudar a sanar a una sociedad tantos años podrida por la complicidad y el silencio? ¿O es que no se quiere mostrar la realidad, la verdadera estela de dolor que el terrorismo ha provocado y que sigue presente en las miles de personas que sufren cada día la falta de sus seres queridos?
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Por eso es tan indecente lo que hace la televisión autonómica vasca con Ventanas al interior, lo que calla y lo que cuenta, su perversa contribución al blanqueamiento de los criminales utilizando a unos niños cuyos padres están en la cárcel por ser terroristas y ocultando la inocencia ultrajada de los huérfanos; de esos otros niños que ni siquiera recuerdan la imagen de sus padres porque cuando los mataron ellos eran todavía bebés; de esos adolescentes heridos en el alma para siempre, de esos jóvenes o adultos golpeados sin piedad por la maldad del fanatismo. Es indecente que ocurra algo así en una televisión pública, que esa estrategia vil de promoción de la comprensión hacia ETA se pueda ejecutar sin consecuencias; como es indecente que los terroristas acudan a las tertulias televisivas o que se retransmitan -¡y se hagan!- los homenajes que reciben cuando salen de prisión.
Aquellos que dicen defender la dignidad de las víctimas deberían demostrarlo con hechos, impidiendo que ofensas tan dolorosas y humillantes ocurran cada vez más ante la indiferencia general. Porque no se trata solo de la dignidad de las víctimas y de respetar su dolor, se trata también de la dignidad de la nación y del respeto por nuestro Estado de derecho.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.