Jorge del Corral | 26 de marzo de 2019
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.
Joaquín Torra, el jefe de los activistas que ocupan la Generalitat de Cataluña y que solo se empeña en lo inútil, ha cogido su fusil después de ofrecer taza y media de caldo de peix a quien lo conminó a cumplir la ley y más tarde, ante su corte de mangas, ordenó a la Policía descolgar de los edificios públicos los lazos amarillos y el resto de quincalla partidista que ondeaba a los aires del Garbí, la brisa del sur oeste que domina la rosa de los vientos de Barcelona.
Lo que ocurre es que la escopeta de Torra con la que ha disparado para arrizar una nueva pancarta en la Generalitat con la frase “Llibertat d’opinió i d’expressió”, y presentar una denuncia (¡por prevaricación, nada menos!) contra la Junta Electoral Central (JEC), es de las que se usan en los alardes de Irún y Fuenterrabía (Hondarribia), las fiestas patronales de esas dos fantásticas localidades guipuzcoanas con las que celebran sendas batallas de tropas españolas contra las francesas del rey Francísco I, en el caso de Irún (1522), y contra las de Luis XIII (1638), en Fuenterrabía. Las escopetas están trucadas para que solo hagan ruido y huela a pólvora, entre nubes de humo blanco de quienes las accionan, que en el argot festivo se denominan escopeteros.
Y eso es lo que ha hecho Torra: disparar como un escopetero para seguir haciendo ruido, mientras se esconde tras el humo con el papel de barba de la denuncia.
Con la provocación permanente convertida en serial televisivo multipantalla, la JEC, que presuntamente autorizará el nuevo pasquín que luce la Generalitat, ordenó a la fuerza de seguridad regional retirar la parafernalia separatista de las fachadas, pero para no poner en aprieto a “su” cuerpo de Mossos, que no se sabe si va o viene, el descuelgue de lo ordenado por la autoridad y el posterior cuelgue sorpresa de lo dispuesto por el agitador lo hicieron diligentes funcionarios de las respectivas consejerías concernidas en la bajada y subida de telones. Los Mossos sí se ocupan desde el día 22, con rigor y discreción para que no se lo encarguen a la Guardia Civil, de despojar de pasillos, habitaciones y exteriores de dependencias públicas catalanas los lazos amarillos y demás quincallería expuesta.
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La burla, el choteo y la payasada a la ley y a la autoridad por parte de Torra y sus mariachis continuarán ad nauseam, añadiendo frasecitas más o menos ingeniosas en los inmuebles y haciendo ondear únicamente, como en la Generalitat y muchos otros lugares, la bandera catalana sin la española, en claro desafío a la ley de banderas, que dispone que lo hagan ambas conjuntamente y en cualquier Administración.
Cuando inhabiliten a Torra durante seis o veinticuatro meses en sentencia definitiva tras la querella por desobediencia que le ha puesto la Fiscalía ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) y si no hay elecciones autonómicas de por medio, la picadora de carne del procés (la actual mayoría parlamentaria, que ha reducido a churrasco amontonado a buena parte de sus dirigentes) tendrá que elegir sustituto para la Plaza de San Jaime, y hora es de que esta vez sea una mujer. Quizás con ella vuelva el sentido común a una respetable institución autonómica en la que a lo largo de su historia ha imperado más la vesania y la testosterona que la cordura y la lealtad. Y así le ha ido.
Mientras continúa el sainete de este colectivo con síntomas de infantilismo y severo déficit cognitivo, Pedro Sánchez hace mutis por el foro para no dar la cara en este desafío de sesión continua de quienes quiere que sigan siendo su tornillo en La Moncloa y saca al proscenio a la ministra portavoz, Isabel Celaá, que en otra de sus frases para la posteridad declaró que “el Gobierno ha sido absolutamente diligente y eficaz. No ha habido pasividad”, y que la retórica de Torra “es molesta, pero no ha pasado la raya de la desobediencia”. ¿Pero esta mujer, para colmo ministra de Educación, sabe lo que significan diligencia y desobediencia?
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De nuevo y ante la pasividad de los Poderes Legislativo y Ejecutivo, ha tenido que ser el Judicial, a través de la JEC, que también lo es porque lo componen jueces, quien ha dado la cara para defender el Estado de derecho. Menos mal.
Como ha escrito el embajador Antonio Nuñez y Garcia-Saúco, “la inexplicable ausencia del Estado en Cataluña ha contribuido a profundizar el sentimiento de abandono y exclusión por parte de la mayoría no nacionalista. Con dificultad… se sentirá esta mayoría representada por Gobiernos interesados durante décadas en lograr el apoyo de los nacionalistas y en calmar sus ambiciones en detrimento de los no nacionalistas, dentro o fuera de Cataluña. Cualquier diálogo y negociación del Gobierno con independentistas corre así el riesgo de ser percibido por una gran parte de la mayoría no independentista como refuerzo a la política de exclusión que impulsa el secesionismo”.